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Nathaniel quería haber partido temprano la mañana siguiente, pero, antes de hacerlo, sus tíos deseaban invitar a algunos familiares para saludar al rubio, el cual hacía más de dos años que no había sido visto por aquella ciudad. El rubio estaba cada vez más impaciente, pero aún así dedicó cierto tiempo a su familia allí. Cuando al fin se despidieron y salió de casa, era casi mediodía.

Aunque él deseaba marchar de nuevo hacia casa de sus tíos, se veía obligado a desplazarse hacia un piso de alquiler, ya que no había suficiente espacio con sus dos familiares y ellos le habían hecho ver que la convivencia duraría poco siendo amena.

Cuanto más se alejaba de aquella casa, más irritado e impaciente se sentía Nath. No estaba seguro de que hubiera sido acertada su decisión de compartir un piso con tres desconocidos. Pensó que si podía adquirir la simple certeza de que todo saldría bien en aquel lar, todo problema dentro del mismo no tardaría en desaparecer.

Se detuvo frente a la puerta del piso. Llamar al timbre significaría renunciar a su última oportunidad de quedarse en algún otro lugar, pero ¿era tan importante? Lo más probable es que la convivencia en otro sitio fuera igual que en esta casa, o incluso peor.

Un chico interrumpió sus cavilaciones en el momento en el que se detuvo a su lado. Era un muchacho moreno, un poco más bajo de estatura y que iba perfectamente maquillado para resaltar sus rasgos orientales. Su cabello era liso y negro, como un gato que desaparecía en la noche, y su sonrisa radiante parecía tan contagiosa que Nathaniel no pudo evitar corresponder aquel saludo con la misma sonrisa alegre. Entonces, cuando aquel chico llamó al timbre tras haber saludado al que sería uno de sus compañeros de piso, la puerta se abrió casi inmediatamente.

Tras la puerta apareció un chico de cabello albino, piel muy clara y que parecía propensa a quemarse por el sol. Tenía las mejillas sonrosadas. Sus ojos eran muy claros, como dos pequeñas lunas grises. Al ver al rubio y al moreno frente a él, no pudo evitar mostrar una sonrisa pícara aunque reservada y echarse a un lado para dejarlos pasar.

—¿Venís juntos? —Preguntó el más pálido, pero Nathaniel no pudo responder debido a los nervios, así que le dejó la tarea al chico de pelo negro.

Mientras aquellos dos entraban en una conversación, Nathaniel dio unos pasos más dentro de la casa, fascinado por la formalidad de esta.

El salón era muy amplio, con paredes totalmente cubiertas de libros, una enorme chimenea en ángulo y un piano en la esquina izquierda. Con un sofá de piel sintética y, encima de la chimenea, una televisión de plasma, Nathaniel divisó más de un centenar de escalones de madera oscura a la derecha, desgastados por el posible desgranar de las pisadas durante muchos años.

Entonces, sus dos compañeros dejaron atrás la conversación entre ellos y se acercaron al rubio, que aún permanecía en completo silencio y observando con determinación el salón de su nuevo piso.

—El otro chico nos avisó de que no podría venir hoy, pero mañana traerá todas sus cosas y terminará de instalarse, así que podréis conocerlo mañana. —Dijo el chico albino, acercándose a una mesita de mármol artificial sobre la que se apreciaba un jarro de flores hermosas y dos juegos de llaves. Entonces, volvió a acercarse a Nathaniel y le dio las llaves, haciendo lo mismo con su compañero—. Me llamo Brett.

Nathaniel inclinó la cabeza amablemente y guardó las llaves en el bolsillo de su pantalón, dándose cuenta de que los dos chicos lo miraban, esperando para saber su nombre.

—Soy Nathaniel, encantado.

—Nathaniel... Me gusta mucho tu nombre —comentó el chico pelinegro, alzando una enorme sonrisa al instante mientras le daba la mano al mencionado—. Soy Ezra.

El rubio cayó al instante por sus palabras y no dudó dos veces al darle la mano de vuelta, con la misma sonrisa tímida que siempre. Ezra parecía un chico muy amable y, aunque Brett lucía algo más tímido, no dudaba en que los tres se llevarían bien.

Pero la curiosidad le picó un par de segundos después, donde Brett se apresuró en comenzar a enseñarles la casa a cada uno mientras trataba de explicar el horario de limpieza y cómo se irían a organizar para pagar el alquiler. Tenía algo de miedo porque el cuarto chico que no había asistido aquel día no fuera tan amable como lo eran sus dos nuevos compañeros, y que quizás pudiera resultar un ambiente incómodo gracias a él.

Sólo esperaba que todos se llevaran bien.

• • •

Aquella tarde había sido pesada: no podía negarlo.

Había tenido que hacer muchos viajes desde la casa de su tío hasta el piso para poder llevar todas sus cosas a la que sería su nueva habitación. Y, aunque esta no fuera la más grande del mundo, tampoco pensaba que fuese a necesitar mucho espacio en la misma, ya que posiblemente estaría todo el día ocupado con los estudios en la universidad y pocas veces tendría la oportunidad de poder salir fuera o invitar algún amigo a casa.

Una vez había terminado de llevar la última maleta al cuarto, Nath suspiró con pesadez y se dejó caer en la silla del escritorio, mirando por la ventana que se postraba frente a él y quedado anonadado por el enorme fulgor de la luna, que apuntaba directamente hacia él, iluminando la sala. Entonces, decidió que necesitaba dormir en esos mismos momentos y se lanzó hacia las sábanas, dejando que la única luz que entrase en aquellos momentos fuese de la ventana.

Pero había pasado mucho tiempo y no conseguía dormir aún.

Se movió un par de veces en la cama, de lado a lado, intentando probar si cambiando de postura podía conciliar el sueño. Y, tras ver que el insomnio iba a seguir allí se pusiera como se pusiera, escuchó la puerta principal abriéndose y no pudo evitar sentarse en la cama, queriendo asomarse por pura curiosidad. Por lo que él sabía, Ezra y Brett estaban en su habitación y no habían salido en ningún momento. Además, era bastante tarde.

Después de varios minutos, no pudo evitarlo y se dejó llevar por su curiosidad. Se levantó de la cama lentamente, procurando no hacer ruido para salir fuera a ver quién era la persona que había entrado.

Abrió la puerta de la habitación y vio a Brett en el salón, susurrándose cosas con un chico que estaba de espaldas a él. Por culpa de la oscuridad, lo único que podía ver era su silueta esbelta y aparentemente desconocida.

Cuando terminó de salir de la habitación, se acercó un poco más de manera silenciosa y pudo darse cuenta de que aquel chico era bastante más alto y fuerte que él, con una compostura firme e intimidante. Al parecer también tenía el pelo largo, porque lo llevaba recogido en una coleta desgreñada.

Pero entonces decidió dejar de mirar por si lo pillaban y comenzó a caminar hacia la cocina para coger un vaso de agua o lo que fuera. Al instante sintió la mirada de ambos sobre él, pero el rubio no se atrevió a girarse para verle la cara a aquel chico.

Así que... ¿Ese era su compañero de piso?



• • •

Bueno, lo dejo todo a vuestra imaginación aunque creo que ya tenéis una idea sobre quién es(?
Tengo el presentimiento de que vais a pensar que cada personaje que tenga el nombre de alguien de Pretty Little Liars (Toby, Ezra, cofcof) va a tener una repercusión negativa en la historia ;;

The truth untold © (CN #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora