Nathaniel bajó del taxi y el viento frío le revolvió el pelo. Luego, observó a Ámber desde la lejanía y rápidamente se acercó para dedicarle una sonrisa y un beso suave en la mejilla izquierda.
—Qué guapa te has puesto para verme —dijo él, alejándose un paso de ella y mirándola con orgullo en sus ojos. El orgullo de haber visto a su hermana cambiar y progresar sin ayuda de nadie. Ni de él, ni de sus padres.
Unos minutos después ya se encontraban sentados en la pequeña mesa de una cafetería que habían encontrado cerca. Habían comenzado a hablar de todo lo que había pasado en el tiempo en el que no se habían visto. Tres meses contados. Todo por culpa de los malditos estudios, pero ya había llegado la primavera y, con eso, las vacaciones que Nathaniel había estado esperando tanto.
—Ayer Sophie me llevó de viaje al pueblo de sus padres, y fue realmente hermoso —Ámber relataba con una sonrisa.
—¿Sigues saliendo con ella?
—Sí. Ya llevamos ocho meses juntas.
Nathaniel sonrió con ternura. Que su hermana se hubiera vuelto tan guapa y tan fuerte hacía que tuviera ganas de llorar. La observó una vez más, en silencio, viendo cómo una florecilla blanca caía desde el árbol que tenían encima y quedaba atrapada entre los mechones de su pelo. Inclinándose en la mesa, cogió la flor suavemente y la dejó sobre la mesa, jugueteando con el tacto de los pétalos unos segundos mientras se recostaba en la silla.
—¿Sabes algo de papá y mamá? —preguntó él, mirando al suelo. Todavía jugaba con la flor, buscando distraerse.
—No. Hace meses que no hablo con ellos. La última vez que fui a visitarles ya habían conseguido ir al juzgado para finalizar con el tema del divorcio, y mamá había alquilado un piso en Roussillon.
—No creo que tampoco piensen en nosotros.
—No importa. Si ellos no se preocupan por nosotros, tampoco debemos hacerlo nosotros por ellos —dijo Ámber, y Nathaniel levantó la cabeza para mirarle y luego darle una sonrisa apenada.
Así pasó el tiempo, aquella cafetería y con los dos chicos hablando sobre las noticias. Nathaniel había ocultado por completo a Castiel de nuevo en su vida, no quería que nadie supiera nada acerca de su reencuentro.
Y cuando ya había acaecido el mediodía, Nathaniel decidió que sería hora de irse. En dos horas, que era lo que tardaba en volver a casa, ya sería de noche.
Se despidió de su hermana y llamó de nuevo a un taxi, escuchando música en sus auriculares y guardando la flor en su bolsillo.
Para cuando llegó a casa, efectivamente era de noche. Por lo que, dejando las cosas en su habitación, salió de la misma para dirigirse calmadamente hacia la cocina. Vio en la terraza a Erza y Castiel hablando pero no hizo nada al respecto y continuó caminando, cogiendo un vaso de agua y apoyándose en la encimera mientras bebía.
Se concedió a sí mismo aquellos minutos de calma en la cocina vacía y silenciosa. La quietud del momento hacía que sintiera sueño pero, al mismo tiempo, también reflexionaba sobre las cosas en las que más se preocupaba en aquellos momentos. Los exámenes no eran uno de esos problemas por ahora, ya que disponía de un mes completo para descansar la mente, aunque no del todo.
Y tras terminar aquel vaso de agua, fue hacia la habitación y se sentó en la silla, sacando la flor blanca del bolsillo y jugando de nuevo con sus pétalos.
Había entrado en una calma tal, que incluso parecía meditar. Y la meditación, se volvió tensa e irritable en el momento en el que Nathaniel se puso nostálgico. Siempre se sentía así cuando era de noche, comenzaba a pensar en sus problemas y le daban ganas de hacer cosas que por el día no era capaz de hacer. Eso mismo hizo que apretase la flor con fuerza y la rompiera sobre la mesa.
ESTÁS LEYENDO
The truth untold © (CN #2)
FanfictionCastiel y Nathaniel se reencuentran en la universidad. Los problemas vuelven a salir a la luz. SEGUNDA PARTE DE «LIAR».✨ »10/09/2018