Capítulo 13

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          Este amanecer del cuatro de agosto, en el mismo año, era peculiar por la singularidad de que se podía ver pasando tranvías rojos por la calle, invadiendo con sigo su sonido de las ruedas metálicas, moviéndose en aquellos rieles paralelos, que pasaban por varios kilómetros de carretera, y con sigo los autos también.

          Uno de estos tranvías rojos, con un farol al-frente apagado donde a unos centímetros arriba de este estaba el numero 34, unas curvas delineadas adelante y por los costados hasta la parte de atrás blancas, ademas de asientos casi completos todos y ventanas desde la parte superior de este, a la mitad del mismo, en un asientos de la izquierda de este una fila antes del final, se encontraba un joven de sombrero beige de vaquero, unos zapatos con suelas delgadas marrones, también de una camiseta blanca en un leve escote en "v", con 10 botones negros desde su cuello, hasta el final de la misma con mangas, ademas de un pantalón formal negro, de también sus iris de color morado. Este era Sindier, que vestía ropa como era normal allí en Hiroshima.

          El protagonista se encontraba puesto cómodamente sentado, con el libro del karma descansando sobre sus piernas, y sobre este, descansaban los brazos de Sindier, hace unos minutos antes de subirse al tranvía, él se había encontrado este tosco libro con tapa negra, portada espeluznante de un hombre encapuchado, y lomo marrón antiguo, en el mismo asiento donde el casualmente se iba a depositar.

          Mientras el tranvía se encontraba en movimiento, Sindier así uso de su vista para ver los locales, casas y personas, que se encontraban del otro lado de la carretera casi congestionada, y ademas le daba tiempo de pensar en sus angustian, ansiedades y miedos, como estos eran la familia que se encontraba a lo lejos, también su hogar y las personas que vio morir, ademas de la razón de nunca verlos. De repente sintió una muy incomoda mirada clavada en él, justo detrás de este, entonces recordó sus "experiencias" con estos sucesos que lo perseguían inclusive de noche.

          Giro su cabeza hasta llegar a ver por encima de sus hombros hacia detrás de este, se percato al terminar de girar, que era una niña de como 6 años, en sus ojos rasgados y en su ceño fruncido, ademas de sus brazos cruzados, se le notaba evidentemente su tristeza, tal-vez por un capricho. Sindier se volteo completamente allí y decidió animarla de algún modo.

—Eh, Mira—le dijo Sindier a la niña mientras rebuscaba en su maletín, posado sobre su cabeza en el porta equipaje.

          Este saco de su maletín, una especie de muñeca china, con mejillas rosadas grandes, como también sus ojos, el protagonista continuo a agarrar la misma y sostener de una cuerda negra, que salia de ella, y finalizaba en la boca de una calavera, del mismo tamaño de uno de los botones de la camisa de Sindier. Y de misma forma aprovechaba la mirada de la niña triste.

—Ahora, quiero que veas esto—dijo Sindier sin esperar que esta le entendiera, lo que le salia de la boca.

          Con la cuerda en una de sus manos y la muñeca, en el otro, jalo el hilo negro hasta lo máximo y lo soltó, mientras ambos admiraban la cuerda regresándose al cuerpo inerte, se oía una melodía de piano, como si fuese "crab canon" del músico Johann Sebastian Bach, que era acompañado por el siseo de los rieles en movimiento del tranvía rojo.

          Cuando la cuerda finalizo su trayecto, la muñeca se le coloro los ojos como si fuese vuelta a la vida, ella misma se empezó a mover, lo primero que hizo fue abrazar a la niña desconsolada, de prendas gris-aseas y pelo oscuro. La boca de la muñeca era como una puerta de madera que se abría hacia abajo, lo inusual fue que el objeto con vida propia comenzó a expulsar brea de la boca, pero Sindier la volvió a cerrar antes de que la pequeña inmersa en la singularidad de la muñeca, lo notara.

—Es un regalo—mencionó Sindier a la niña, de nuevo sin esperar que le entendiera, pero esta vez pareciese que si comprendió las palabras que escapaban de la boca del protagonista.

          El tranvía se detuvo, y una mujer sentada frente al protagonista, se levanto hasta la parte de atrás apartando al instante a la niña, de su lugar y llevándosela frunciendo el ceño mientras lo miraba furiosa, la mujer parecía en la vestimenta igual a la niña que forcejeaba. Y ahí se podía vislumbrar la muñeca espeluznante moviendo su brazo en forma de despedida, y por acto seguido lo hizo también la niña con lineas de expresión de molestia.

          Luego Sindier desprevenido dejo que la niña se lo quedara, y así volvió a posarse sobre la ventana en el tranvía en movimiento, mirando y analizando los carteles de negocios y ver las personas pasar, y pasar. El lugar había llegado al filo de la calma, de alguna forma la perturbación alguna había cesado, cuando en un giro incomodo de Sindier, se sobresalta al darse cuenta de que en el asiento vació a su izquierda, ya no lo estaba era el ente del Karma, con la aparición de nuevo de Oskar, o algo parecido.

          Del cual albergaba de vestimenta, pelo castaño, ojos azules, ropa de marrón al igual que las botas y era esta vez diferente que antes por la ropa, los ojos y la estatura que era mas parecida a la de Sindier.

—¡Que haces aquí!—exclamó el protagonista exaltado, tratando de respirar con normalidad.

—Adonde vaya el libro, yo siempre estaré allí—explicó el ente en un intento de parecerse a Oskar, mientras señalaba el libro del karma, como en su tapa decía, que se encontraba aun puesto sobre el regazo de Sindier.

—Cambiando el tema, ¿Que paso en la mansión Oscura?—preguntó Sindier, acomodando su postura interesada por la respuesta, mientras expresaba una cara de intrigado.

—Lo único que te puedo decir con certeza, es que ahora puedes vivir años y no envejecer nunca, excepto si te matan o mueres por enfermedad o hambre ¿Quizás?—dijo el ente mientras se acomodaba y ponía sus piernas cruzadas sobre el asiento de al frente, al fumar un cigarrillo de una marca desconocida china. Y ahí se quedo mirando la calle con peatones pensando al respecto.

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