《Lo juro, Zek》

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Allyson Káiser

¿Dónde se había metido ese mocoso? Me dijo que iba a salir, y como siempre, yo le tenía que encubrir.

—¿Y no te dijo a dónde iba? —Preguntó Voyd qué estaba tumbado en mi cama.

—No, pero sé que tiene una estúpida libreta en la que escribe sus objetivos. Si tarda más de la cuenta saldré a buscarle.

—Siempre vuelve a casa, Ally, no te preocupes. —Lanzó un sonoro bostezo mientras cerraba los ojos.

Eran las dos de la madrugada y mi hermano había salido a las doce, no podía haber ido tan lejos.

Me quedé sentada en la cama esperando impaciente que la puerta de la casa se abriera y entrara Kian. Pero eso no pasó, así que decidí salir con toda mi paciencia tirada por los suelos. Aquel enano me iba a escuchar, no debía darme esos sustos, estaba pensando lo peor.

Fui hacia su habitación, desordenada como siempre, con ropa tirada por doquier y libros esparcidos por la cama. Levanté el colchón y cogí la libreta, si pensaba que nunca la iba a encontrar, estaba muy equivocado, creo que era el sitio más obvio del mundo. Abrí la libreta y encontré varias direcciones, algunas de ellas tachadas. Leí la siguiente que no estaba tachada: El bosque Kaog.

Maldita sea, ese bosque estaba a tomar vientos, por eso tardaba tanto. Pero ya debería de haber vuelto.
Regresé a mi habitación para coger mis llaves. Miré por última vez a Voyd quien se había quedado profundamente dormido, y le di un beso en la frente. Y pensar que era alguien temible en toda la ciudad...

Empecé a conducir con miles de pensamientos rondando por mi mente, ninguno de ellos era bueno. Tenía que encontrar a ese enano antes de que mi padre se despertara.

Una hora después, llegué al bosque, un camino ancho de tierra daba a una casa enorme en medio de ese bosque tenebroso tanto de día como de noche. Una casa de paredes blancas y rugosas, algunas enredaderas subían por una de las esquinas, algo que le daba un toque rústico. No iba a mentir, envidiaba a quien viviera en aquella maravillosa casa. Miré a través de las ventanas, no veía nada, las luces estaban apagadas. Sin importarme si le delataba a o no, le llamé. Nunca contestó.

Resoplando me apoyé en el coche para esperarle. ¿Y si no estaba en esta casa? Si no aparecía, tendría que rendirle cuentas a mi padre por encubrir a mi hermano. Para mi padre lo más importante era el respeto, y ponernos en evidencia de la forma en la que lo estaba haciendo Kian, era faltarnos al respeto a nosotros mismos, y eso sí que no lo toleraría mi padre. Él siempre me enseñó a cuidarme por mí misma, me enseñó todo lo que sé, fue mi mentor, de él aprendí todo: a luchar por lo que quería, a defenderme, a usar cualquier tipo de arma, a saber actuar... Todo se lo debo a mi padre, haría cualquier cosa por él, pero también haría cualquier cosa por mi hermano.

Unos pasos lentos me sacaron de mis pensamientos, eran dos personas, las podía distinguir a la perfección. Alcé la mirada y vi a un chico, puede que de mi edad, o puede que unos años mayor que yo. Era alto y esbelto, su pelo oscuro con cabellos rizados, de tez morena y unos ojos tan negros como el carbón.

—¿Quién eres? —Bajé la mirada hacia su brazo el cual estaba situado detrás de su espalda; sujetando una pistola, supuse. Pero yo no quería pelear ni mucho menos, lo único que necesitaba eran respuestas.

—¿Dónde está mi hermano? —Se paró en seco, noté como se tensaba y alzaba ligeramente las cejas, todo durante un microsegundo, imperceptible para el resto de gente.

Otra cosa que me enseñó mi padre: lenguaje corporal. Y su reacción me dejó en claro que sabía dónde estaba Kian, y que por supuesto, no se esperaba que me presentara en su casa.

Pull The Trigger [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora