XIX. 5:29 am

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   En el suelo de la habitación, dominada por la artificial luz de las lámparas en el techo, se encuentran los rastros de los no gemelos

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   En el suelo de la habitación, dominada por la artificial luz de las lámparas en el techo, se encuentran los rastros de los no gemelos.

   Pedazos de ropa rasgada en el suelo, producto de aquellas electrizantes descargas que dejaron quemaduras y cuyo ardor terminaba poco a poco con el razonamiento y la cordura de ambos.

   Mientras tanto, las hebras peliazules, poseedoras de un intenso brillo y belleza, eran jaladas bruscamente hacia atrás.

   Aquellos finos labios, tentadores y seductores, eran forzados a abrirse a grandes niveles para dar paso al gran falo que dentro de su boca se hallaba.

   Sus bellos ojos ambar poco a poco se humedecían debido al incontenible dolor que ejercía el miembro sobre su boca.

   Siguiendo su fina figura, pasando por esa curveada espalda, se podía apreciar aquellos glúteos totalmente abiertos pero que tampoco tenían descanso.

   Una mano era introducida bruscamente en su estrecha entrada. El sonido de la piel siendo estirada gracias a la carente lubricación era casi imperceptible para cualquiera, pero para Trip, era una hermosa melodía.

   El puño se introducía con fuerza más y más profundo, a la vez que salía y el procedimiento se repetía de nuevo.

   Trip no tenía piedad con el glúteo del peliazul. No conforme con sodomizarlo con su seca mano, también se acercaba y daba grandes mordidas en la pálida piel. Incrustaba sus dientes cual león devorando a su presa. El líquido salía por la barbilla del expelirrojo y se corría por la pierna de Aoba, siguiendo un camino que no hacía más que llenar aún más de lujuriosos deseos a su verdugo.

   Mientras tanto, del otro lado, Virus se deleitaba profanando la boca de su amado Aoba. Penetraba tan profundo que casi pensó que sería devorado por completo por su garganta. Como resultado de las embestidas, el ambarino daba numerosas arcadas que no hacían más que incrementar el placer en el rubio.

   Del otro lado de la habitación se hallaban dos androides observando la sádica pero deliciosa escena que deleitaban sus ojos. Ambos con su mano muy ocupada entre sus complicadas ropas, aprovechando la escena que se les presentaba.

   Toda la situación parecía estar bajo el control de los rubios, con el peliazul totalmente sumiso e incapaz de hacer algo para defenderse; pero no era así en absoluto.

   Los humedecidos ojos ambar planeaban su revancha.

   Su mandíbula no podía más, al igual que sus ganas de vengarse.  Comenzó a cerrar su boca con fuerza, atrapando el miembro en su interior.

   El rostro de Virus no pudo mantener su serenidad e inmediatamente hizo una gran  mueca de dolor. Jaló sin piedad el cabello azul con fuerza, desprendiendo algunas hebras, pero la mandíbula no se detuvo, en su lugar, una ladina y malévola sonrisa se formó complicadamente en sus labios.

Noche en Sodoma [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora