Lavandería

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Con mi cabeza sangrando,

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Con mi cabeza sangrando,

-¡Maldita puta! ¿Creías que no me enteraría de lo que hiciste con mi hijo? este Orfanato tiene ojos y oídos, te persigue. Estuviste con él hasta tarde, te vieron caminando por los pasillos los cuales Adrián recorrió al instante con una sonrisa de pendejo.

-¿Quién te crees que eres, maldita? Adrián es bastante grande y puede hacer lo que quiera y juntarse con quien quiera, no puede controlar la vida de su hijo por siempre- agitada le dije.

-Es mi hijo y hará lo que yo le diga a las buenas o a las malas. ¿Adrián y la hija del jardinero? tan solo me imagino los comentarios de la sociedad, ¡dios!, maldita, sácatelo de la cabeza, lo de ustedes no sucederá, sobre mi cadáver.

Me dio otro fuerte cantazo con la cubeta dejándome inconsciente y encerrándome en la lavandería. Tiempo más tarde escucho golpes en la puerta que me hicieron recuperar el conocimiento y cuando se abre aparece él. Juan, mi amigo, consternado me levantó y me apoyé en él, quien rápidamente comenzó a llorar de enojo y dolor, para que nadie me viera entramos por uno de nuestros escondites y nos quedamos allí donde apareció Ekaterina. Juan me tenía mareada con sus señas, era mudo, de mí misma edad y por su condición nunca había sido adoptado y Ekaterina una chica volátil que jamás pensé que podría ser mi amiga, somos bastante diferentes y llevaba poco con nosotros, ellos eran lo único que tenía, mi apoyo para este momento.

No podía contarlo a más nadie, no sabía cómo los demás reaccionarían, mis amigos estaban mucho más enojados que yo.

-Esto no se quedará así, esa vieja las pagará, creo que ya es hora- dice Ekaterina.

-¿Hora de qué?- pregunté.

-No te preocupes que yo me entiendo- respondió.

-Ya le llegará la hora, y nosotros estaremos allí para verlo- dice Juan en señas.

Ambos sanaron la herida en mi cabeza y cuando iba caminando me encuentro a Matilde y Carlota.

-Mi niña ¿Qué te pasó en la cabeza, estás bien?- Matilde sorprendida me pregunta.

-Esta niña es muy descuidada y se le cayó la cubeta encima.- dice Carlota sin dejarme responder.

Muevo mi vista hacia Matilde y le contesto que efectivamente me había abierto la cabeza con la cubeta de lavar. Causando una sonrisa malévola en Carlota.

-¡Mi niña, no lo puedo creer! debes estar pendiente a esas cosas, ven para cambiarte esos vendajes.

Me encontraba en la cocina terminando de cambiarme el vendaje y comiendo un plato de pollo que me preparó Esmeralda para recuperar las fuerzas, de un momento a otro entra mi padre y corre hacia mí para abrazarme fuerte, escapándoseme una lagrima.

-¿Qué te pasó? Sabes que si te pasa algo me muero, que me tienes a mí a pesar de lo que dicen, cuéntame- No podría mentirle, nunca lo hice y no iba a comenzar, a pesar de las consecuencias tenía que hacerlo, tenía que decirle. Al contarle vi como cambió su aspecto.

-No te preocupes, eneste mundo por más oscuro que parezca se hace justicia. 

 

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