Capítulo 3

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Dos días habían pasado de la memorable fiesta que se celebró en el reino Lyendor. Pero la felicidad que había en esa celebración, había terminado. Las tropas del Imperio Él habían conquistado más pueblos del Sur. Su paso era lento pero efectivo, y eso era aún más preocupante. El reino más cercano era el de la reina Annabeth. Las fronteras estaban estratégicamente protegidas. Debían proteger a toda costa los reinos, sino el poder de ellos sería aún mayor. Por eso era que la princesa Bell debía estar en Lyendor, su seguridad era esencial. Feroland no era un lugar apropiado para una princesa.

La junta de los Caballeros de Oro ya llevaba más de dos horas. Los reyes, generales y secretarios se reunían para tratar temas tan importantes como el mencionado. Brick estaba en aquella mesa de madera repleta de mapas. Él no pensaba en nada más que en salir de ese lugar. ¿Por qué su padre le dijo de ir? No le gustaba esas cosas, las detestaba. Podía estar haciendo otro tipo de cosas.

—Yo digo que lo mejor es atacar en el Valle Tyop. Nunca se lo esperarán. —gruñó un general con un bigote blanco demostrando su vejez.

—¡¿Estás loco?! Tienen una base de instrumentales. Siempre estarán preparados. —dijo el rey más joven. —Nos masacrarán.

—Eso es justamente lo importante. —dijo Thomas, en la habitación de repente hubo un silencio. —Si atacamos esas bases se quedarían sin materiales, y si llegamos a destruir todas, será más fácil vencerlos.

Por otra parte, Butch, estaba sumamente enojado. ¿Cómo era posible que un «come libros» como su hermano esté en ese tipo de juntas? Era totalmente injusto. Brick nunca había estado ni siquiera en una batalla. «Los asuntos de guerra son para guerreros» se repetía una y otra vez.  Pero eso no había evitado que no escuchara nada de las conversaciones estratégicas. Aunque la puerta estaba resguardada por dos grandes guardias, él escuchaba tranquilamente, apoyando su oreja en la puerta. Los había sobornado para que no dijeran nada y le permitieran escuchar.

—Ni siquiera habló o dijo algo. —se quejó una vez más al no escuchar la voz de Brick. Los guardias de vez en cuando lo miraban con extrañeza, sus críticas eran susurros en el  pasillo silencioso.

—Sus ideas son absurdas, ¿no ven que ya están ocupando medio continente? Se nos haría imposible destruirlos. —gruñó un desesperado joven.

—Absurdo es tu mente de cobarde. —gritó un rey. —¡Mi reino nunca descansará hasta vencerlos a todos!

—Viejos decrépitos. —susurró de nuevo Butch. —Si sólo pudiera estar ahí. —de repente sólo una cosa estaba en su cabeza; tirar las puertas y gritarles a todos lo que tenían qué hacer. Lo pensó una sola vez y lo hizo. Empujó las puertas y miró a todos con indignación por sus patéticos planes.

El primero que se sorprendió fue Thomas. Sabía que Butch odiaba estar fuera de estas juntas, pero ¿qué llegase a ese punto? Nunca se lo hubiese imaginado. Por otro lado Brick ya lo suponía, era inevitable que algún día pasase esto.

Thomas se levantó y gruñó. Pero antes de poder hablar fue interrumpido por su propio hijo:

—¡No pueden hacer las cosas así! ¡Perderán todos los ejércitos en un solo combate! —gritó Butch. —¡Son unos inútiles!

—¡Ya basta! ¡Fuera de aquí ahora mismo! —gritó con cólera el rey de Lyendor. —¡Guardias sáquenlo de aquí!

—Tienen que hacer un reconocimiento del territorio a sus campamentos. —volvió a hablar el príncipe con ojos verdes. —No pueden atacar así deliberadamente.

—¡Fuera ya mismo! —gritó otra vez Thomas y los guardias se apresuraron en cumplir sus órdenes, aunque se llevasen unos golpes por parte de Butch.

Princesas por casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora