" Las apariencias engañan” ahora le doy más razón al dicho. Nunca te imaginas lo que esconde una máscara, nunca te imaginas lo que esconde un disfraz, y nunca te imaginas lo que hay detrás de una sonrisa ni lo que hay escondido en las palabras.
Finjo estar nerviosa, empiezo a jugar con mis manos, y camino con la cabeza gacha para aparentar inocencia. Las paredes blancas sin ninguna mancha guardan secretos, la luz es sofocante y me empieza a doler la cabeza. Personas vestidas de blanco pasan a mi lado empujándome sin tener tiempo de disculparse, y no, no es el cielo, ni he muerto. Es un simple hospital aquí en Hamburgo, una de las 2075 ciudades aquí en Alemania. Como ya lo había dicho antes, no quiero pasar el resto de mi vida en la cárcel, así que tengo que huir, pero no yéndome de mi país, ni escapando de mi ciudad, solo me quede aquí con una nueva identidad. Isis Kleinman.
-Disculpe, no puede pasar- una mujer mayor que yo me advierte, se veía cansada y aburrida. Yo sonrió en contra de mi voluntad, debo aparentar ser cordial.
- Disculpe, pero tengo una cita con el doctor Williams- le digo aun con la sonrisa pasando sobre ella.
Empujo la puerta despacio y hay un consultorio, el doctor William que también parece ser americano como mi padre, me recibe con una cordial sonrisa. Entro dispuesta a hacer bien mi papel de extranjera americana. Soy de Alemania, pero tengo que tener otra nacionalidad para que se les sea más difícil de encontrarme.
-Buenos días, vengo por el trabajo de enfermera- le digo sin rodeos. El confirma que tenía una cita conmigo y me invita a que me siente.
- Así que usted también es americana – dice al ver mi ficha. Yo asiento– ¿De qué parte de América es?
La pregunta me cae de sorpresa, no es que no lo haya pensado porque sería una idiota si es que no lo hubiera hecho solo que estaba pensando en si es que él se daría cuenta, no se me da tan fácil esto de engañar a las personas, pero no tengo problemas en contestar.
Estados unidos, Florida – respondo pensando en las numerosas veces que mi padre me hablo de su ciudad.
Interesante. ¿De qué universidad se graduó?-pregunta
Semmelweis – miento. Jamás me gradué de esa universidad, pero si estudie dos años esa carrera, solo que tiempo después por razones obvias, o como me dijo mi padre, por tonta y estúpida, me salí.
Ya leí toda tu ficha ayer cuando me llego, has respondido a todas mis preguntas y como tú eres la única que ah asistido a la entrevista, creo que ya estas contratada, puedes decirle a Gloria, que te asigne un trabajo para probarte- me dice el hombre y me retiro satisfecha con mis resultados. Fue fácil engañar, fue fácil mentir, pero ¿Sera fácil lo que viene? Solo estuve dos años en esa carrera ni siquiera me acuerdo aunque quizás solo algunas cosas, no estoy segura. Pero se supone que es un trabajo de enfermera tiene que ser fácil solo pasarle y traer alguno que otro documento a un doctor, parece fácil..
Camine hasta la tal Gloria, aquella mujer que estoy segura de que ya me gane su odio por pasar sobre ella.
Estoy contratada, así que el doctor Williams me ha mandado a ti – digo cortante y de mala gana. Esto de ser amable apesta. Gloria me mira como si sabe algo que yo no sé y quiero golpearla. Ella mantiene seria su cara, usa una bata blanca igual que el resto. Su cabello es lacio, marrón y corto. Tiene ojos grandes, color azul pero una mirada fría. Al parecer también es amargada. No me cae.
Bien. – hace una pausa para ponerme curiosa, pero le demuestro solo que me estoy aburriendo – Entonces, te tocara el turno de noche en el tercer piso– escupe como si me acabara de terminar de contar un cuento de miedo, me está retando, y sé que si no tuviera que ocultarme, ya le hubiera tirado un buen golpe, como ya dije antes.
