Capítulo 4

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Quiebre

Con los nudillos destrozados y acompañada por la molesta Xia, se fue hasta su habitación sin dirigir una mirada a nadie. Apenas fue consciente de cómo la espíritu se arreglaba el pelo al pasar frente al extranjero. Siquiera notó cómo él le daba una sonrisa comprensiva. Tampoco se fijó en que sus dos amigas estaban con ese hombre y miembros de otros clanes. Sólo avanzó con su malhumor hasta su puerta y entró.

Se tiró en la cama y permitió que todo su cuerpo se relajara. Cerrando los ojos, disfrutó de sus últimos momentos de consciencia del día.

Le pareció que había dormido unos instantes cuando abrió los ojos. A su lado, con su sonrisa de medio lado, se encontraba Shen. Quiso sonreír, pero le pareció que era más una mueca que una verdadera expresión. Al lado de su pretendiente, Xia hacía gestos de querer vomitar.

—¿Cómo estás, mi princesa?

—Em... Bien —contestó Maylin haciendo un gran esfuerzo por ignorar la alarmante actuación de Xia. Shen le miró confundido, volteó la cabeza hacia atrás. A ese punto, la Espíritu ya estaba casi arrancando sus pelos.

—¿Segura que estás bien? Desde ayer que estás rara.

¡QUE SE VAYA DE AQUÍ! —gritaba Xia con los ojos lanzando chiribitas por sus delgadas pupilas.

Maylin con toda la intención de hacer enojar a Xia, rodeó el cuello de Shen sonriendo divertida. Las quejas de Xia aumentaron con cada segundo que el prometido de Maylin continuaba allí.

Cuando ella besó a Shen, no pudo evitar sentir nada más que asco. Nada le parecía agradable. «Maldita Xia...» pensaba. Se rindió cuando notó que su desagrado iba en aumento.

Jadeando, Shen juntó las frentes de ambos. Él tenía los ojos cerrados y ella miraba a la otra con las mejillas como rosetas. Maylin enfocó la vista en el hombre que tenía delante. Sin darse cuenta, se apartó ante el intento de beso por parte de Shen.

—Supongo que aún no tienes respuesta a mi propuesta de matrimonio —susurró. Maylin no pudo evitar molestarse con el olor a mal aliento que tenía él.

Claro que la tenemos: ¡NO! ¡ENE, O! —gritaba Xia desde su rincón.

—Yo... No lo sé aún —contestó apenada. Los ojos de él se volvieron fríos repentinamente. Cuando Shen se apartó de golpe, Maylin supo que había tocado una hebra sensible de su paciencia. Al llegar a la puerta le dio una última mirada helada.

—Tenemos que apurarnos, sino te volverás líder del Clan antes de lo previsto —le dijo y cerró con un portazo.

Maylin agarró su almohada y gritó. ¿Qué había cambiado para dudar ahora si quería o no ser la mujer de Shen? ¿Ahora sí deseaba ser la líder del Clan? No, eso aún no quería ser. ¿Xia tenía la culpa? Maylin estaba convencida de que era eso.

¡Oye! Yo no soy como los "lobos" de tus novelas baratas. Soy una Espíritu de fuego. Yo no elijo a tu pareja —gruñó levantando las manos con las palmas abiertas. Maylin le lanzó una mirada envenenada.

—De no ser por ti, ya estaría casada —dijo levantándose. Xia se puso delante de ella con idéntica mirada de furia hirviente.

Si quieres quejarte con alguien, culpa a la única cara que te ha dejado soñando —siseó la Espíritu—. Quítate la idea de que te controlo. No soy parte de ti, lo seré si te Transformas. De no ser por las dos hijas de Kitsune, ahora estarías sola. Eres odiosa.

—Entonces piérdete, no quiero un Pepe el Grillo —contestó poniéndose de pie y enderezando su espalda. Xia soltó una risa baja y carente de humor.

Ojalá mueras a manos de Catania. Eres una idiota por presentarte ante los Dragones —le dijo. Maylin no pensó, simplemente descargó el puño. El golpe atravesó a Xia, haciendo que le diese a la pared detrás. El pecho le subía y bajaba más rápido que con Shen. El espectro se mantenía impasible.

—Maldita sea —dijo Maylin aflojando el brazo y vistiéndose. Salió al pasillo con los ojos mirando a donde pisaba. No iba a mostrar las lágrimas que se acumulaban en sus párpados.

Apretó el paso cuando oyó que le llamaban. Si había algo que no quería en ese momento era compañía. «Me quiero ir de aquí» repetía su mente una y otra vez. Sus pies fueron acelerando hasta echar a correr. Hipaba y derramaba lágrimas mientras salía otra vez al exterior.

Se detuvo junto a un arroyo. Tenía hambre y la cara hinchada por el llanto. Estaba actuando como niña y no le importaba en lo más mínimo. «¿Y si...?» miró sus muñecas entre las lágrimas. «¿Quién me va a extrañar? Soy solo una mujer en plena juventud» se decía mirando fijamente los torrentes por donde pasaba el preciado líquido escarlata. Recién entonces sintió el dolor en sus nudillos. Apretó los dientes y más lágrimas se le escaparon.

«Si me dejo abatir, gana la sucia Aria. ¿Aquello será bueno? Probablemente venga a por mí. Debe ser mejor que ella me mate... ¿O debería ser lo opuesto?»

No supo cuando subió su mano herida hasta el hombro. No tenía sueño, no sentía nada. Sin embargo, todo en ella hacía ruido. Una triste sonrisa se formó en su rostro. ¿Por qué se había ofrecido a ser magnolia? Esa pregunta era la que más le daba vueltas. Se quedó quieta, mirando a la nada.

—Aquí estás. Mizuki y el resto se preocuparon al verte salir así.

La voz de Neomi sonaba apenas agitada. Maylin no contestó. «¿Por qué me ofrecí a ser magnolia? ¿Era lo que yo deseaba?»

—¡Por los Santos! ¿Qué le pasó a tu mano? —exclamó la hermana de Mizuki acercándose y tomando con delicadeza sus nudillos. Maylin no apartó la mirada de los árboles. No había rastro de sonrisa en sus facciones. Neomi continuaba hablando sola mientras le curaba la mano con sus habilidades. El alma de la joven guerrera parecía un animal enjaulado que golpeaba contra los barrotes.

«¿Yo quería ser una magnolia? ¿O era un pretexto que inventé con Shen?»

Maylin se percató de que estaba evitando una pregunta importante. Quizás la que realmente debía hacerse. Una pregunta sustancial.

—¿Realmente le quiero? —susurró. Neomi le observó confundida mientras soplaba sobre la herida y ésta se empezó a cerrar.

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