Epílogo

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Plateado

Estaba junto a un árbol. Los ojos de magnolia eran mucho mejores que los humanos, sin embargo, apenas podía ver lo que ocurría. Cada tanto divisaba una mancha plateada entre los árboles que le refugiaban. Tan rápido como aparecía esa mancha, desaparecía. Sus dedos agarraban firmemente el arma. Su cola le ayudaba a correr en línea recta. Las garras se hundían en el suelo para luego soltarse. Apenas quedaban marcas de que había pasado por allí.

Frenó en los lindes del claro y lo pudo ver: un hombre con alas de murciélago agarrando a una chica. Decidida a salvarla, hizo notar su presencia. El hombre le observó de hito en hito. Maylin apenas se inmutó, dio un par de pasos con los ojos fijos en su contrincante.

—Suéltala —ordenó—. No querrás que me enoje si no lo haces.

De su mano libre salió un cuchillo cuya hoja parecía ser lava caliente. La sonrisa de superioridad que le dio el macho hizo que Catania regresara a su mente.

—Maldito yraa—masculló y se lanzó contra él.

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