Fundadora en escena
Un papel doblado en cuatro se deslizó de su bolsillo. Curioso, lo tomó con cautela para olfatearlo y cerciorarse de no ser una trampa. Ser un miembro de los magnolias no te salvaba de tener enemigos, todo lo contrario. Aquello fue una de las razones que le hizo marcharse de Regencia a sus casi veinte años.
Al no encontrar nada sospechoso, lo desdobló cuidadosamente. Dentro, unos cuantos párrafos ocupaban la hoja. Los leyó detenidamente mientras se dirigía al Salón Común. A la primera lectura no terminó de entender. Con una segunda lectura la idea se fue aclarando. Y a la tercera comprendió.
Una voz en su cabeza susurró la pena que sentía por la partida. Sintió como una lágrima pugnó por salir, pero era un Guerrero Élite y no quería dar una imagen de sensible... de momento. Catriel no era alguien que le gustase resaltar en el presente, prefería mantener un perfil bajo y ser El Extranjero.
A medida que avanzaba, las gotas de agua del ambiente se iban pegando a su cuerpo, obligándolo a verse encorvado y con el pelo mugriento. Odiaba ese aspecto que adquiría, mas evitaba compañías indeseadas, al menos desde su criterio, y podía creer que era alguien más del Clan Húlújīng. Lo único que se mantenía en sus dos apariencias era la marca de un zorro en su espalda.
Cuando llegó a la zona donde habitaban los demás miembros del Clan, su vista se había vuelto mucho menos nítida. 'Una desventaja de usar constantemente mi apariencia Magnolia' pensó caminando hacia la puerta de Mizuki y Neomi. Ni bien llegó a ella, tocó suavemente. Esperó del otro lado, sintiendo las miradas indiscretas de sus compañeros.
Volvió a tocar, con más fuerza. Y nuevamente no le contestaron. Llamó más insistentemente hasta que creyó que iba a tirar la puerta. Asumiendo que las hermanas no estaban en su cuarto, se fue derecho a desayunar. En su memoria se repetían las palabras de tinta una y otra vez:
Empujó la puerta con el símbolo del Clan y se encontró con una mujer de pelo negro, petisa y con los ojos adornados por ojeras. Detrás de ella, un hombre musculoso y alto le daba un apretón suave en el hombro.
—Zhang Húlú, Chang Húlí —saludó con una inclinación leve debido a lo encorvado que estaba. Los líderes le devolvieron el saludo y esperaron a que pasase.
Buscó con la mirada a las hermanas Húlújīng y las encontró con integrantes de otros clanes intentando reconfortarlas. Avanzó hacia ellas después de recoger un poco de cada bandeja que había para servir.
Mizuki, a pesar de no mostrar emociones, se la veía más triste y cerrada de lo usual. Neomi, por otro lado, no podía contener las lágrimas que caían silenciosas por sus mejillas. Raiquen y Namer hacían lo que podían para entender a las jóvenes. Catriel sintió pena por todos ellos.
—No son los únicos sufriendo —dijo una voz en su cabeza. Desde antes de marcharse de su hogar no escuchaba esa voz con nitidez. Sin contestarle, se sentó en la mesa.
—Se ha ido... sola —murmuró Mizuki apenas moviendo los labios. Catriel se sintió con ganas de llorar en ese momento, pero debía volver a ser alguien de piedra—. Va a volver, ¿no? No va a caer en manos de un monstruo, ¿verdad?
Catriel se preguntó qué había escrito Maylin a las hermanas para dejarlas así. Sin dar una respuesta clara, empezó a comer su desayuno a pesar del nudo en la garganta. Miles de pensamientos cruzaban por su mente, la voz de su cabeza iba alimentando aquél tren a medida que pasaba.
No supo bien cómo, pero se acabó su comida justo cuando la puerta del Salón Común se abrió de par en par mostrando a una mujer de aspecto misterioso. El silencio se instaló repentinamente en el lugar. Mizuki y Neomi parecieron quedar de piedra.
La mujer avanzó con sus pasos resonando por todo el recinto. No miraba a todos lados como lo había hecho Catriel en un comienzo, sino iba directamente a su destino. Caminaba con un aire de seguridad que el joven se preguntó de dónde la conocía. Fue una sorpresa para él cuando se acercó a sus amigas y les rozó con las manos la cabeza. Inmediatamente las chicas adquirieron un aspecto entre humanas y zorros.
—Descuiden, volverá —dijo con una voz suave que invitaba a dejarse llevar por ella. Mizuki se abalanzó sobre la mujer y la abrazó. Neomi no tardó en seguirle—. Ya, ya. No se preocupen, Maylin nos llamó... al menos a Levana —continuó con una sonrisa amable. Mizuki temblaba por el llanto, pero se apartó de la mujer lentamente.
—Hermanita Mizuki, descuida, nosotros destruiremos a los goblins, trasgos y demás bichos que vengan —dijo, con una sonrisa zorruna, un hombre de pelo rojizo y orejas marrones. La muchacha se pasó una mano por los ojos y asintió.
—Hermano Akito está en lo cierto —acotó otra mujer.
Catriel dejó de escuchar, pues su atención estaba en la mujer de porte de reina. La mujer miraba a las hermanas con una expresión de tristeza y cariño. 'Ella sabe algo' pensó él mientras se ponía de pie.
—Kitsune la Fiera —susurró alguien cerca de Catriel. Todo el lugar pareció adoptar la sorpresa inmediatamente.
La mujer sonrió de medio lado y miró con curiosidad a Catriel. Una fugaz expresión surcó por el rostro de Kitsune y le hizo una seña para que le acompañase un momento. Catriel no lo dudó y abandonaron el Salón para entrar a los pasillos del Clan. Ninguno de los dos dijo una palabra hasta llegar a un santuario con una estatua de Kitsune alzando un zorro con una mano y sosteniendo a un niño con la otra.
—Tendrías que ir tras ella —dijo ni bien entraron al lugar.
—Lo lamento, pero no somos muy cercanos —le contestó él.
—No serán cercanos, pero tú sabes o tienes una idea de porqué se marchó, ¿no es así? Mis hijas no, ellas sólo pueden suponer —señaló con sus ojos calando a fondo los de Catriel. Él se sintió más insignificante que una pulga y apartó la mirada.
—Iré a buscarla pronto—dijo luego de un momento. Kitsune sonrió.
—Serías un buen líder para el Clan, aunque no hace falta que vayas tras ella.
Catriel se sintió más mareado que nunca con esa frase.
ESTÁS LEYENDO
Magnolia
FantasyMaylin desea escapar de su destino: convertirse en la líder del Clan Húlújīng. Alentada por su prometido, Shen, busca una vía de escape con los Magnolia. Pero el destino no parece aceptar de buena gana su decisión.