Liderazgo
Maylin divisó la construcción de los Clanes y se sintió feliz de volver. Deseó que sus padres estuviesen bien, deseaba que aquél sentimiento de miedo fuese sólo una broma. En el camino hacia allí se había encontrado con goblins, trasgos y trolls muertos en una gran parte de la entrada del Bosque de los Herederos.
Cuando estuvo a unos metros de entrar, vio las piras que debían tener un día. El miedo de la posibilidad aumentó dentro de su ser. Avanzó más y empujó la puerta para entrar. Le sorprendía no encontrar a nadie en los pasillos. «Están de luto, cabeza de corcho», se recordó con un golpe a la frente.
Fue hacia el lugar de entrenamiento, esperando encontrarse con sus padres haciendo ejercicio para relajarse. Allí no habían más almas que en los pasillos. Un nudo empezó a formarse. Respiraba agitadamente pensando en que había sido en vano su victoria. Con el corazón en la garganta, entró cautelosa al Salón Común. Todos los ojos allí dentro se volvieron hacia ella.
Maylin tragó la poca saliva que tenía y entró. Se imaginaba lo que estaban pensando varios de ellos, pero ya había visto a Levana y avanzaba hacia ella. Cuando estuvo cerca, la hermana mayor de las trillizas se puso de pie.
—No vuelvas a asustarme así, odiosa —le dijo golpeando su hombro. De haberse encontrado sana, aquél golpe no le habría dolido, pero su músculo dejó muy en claro que no estaba recuperado del todo. Esforzándose por no mostrar su dolor, apenas esbozó una sonrisa.
—Levana... ¿y mis padres?
La mirada de la muchacha se transformó en otra suave, marcada por la tristeza. Maylin cerró los ojos, apretando la mandíbula, tomó aire por la nariz y luego lo soltó. Sus ojos empezaron a enfocar detrás de las lágrimas. Le dolía la garganta por el nudo. Asintió con la cabeza y apenas pudo hacerles un gesto a Mizuki y Neomi, quienes se levantaron para saludarla. Intentó sonreírles, pero sólo consiguió una triste mueca. Abrumada por la tristeza, fue con paso lento directamente hacia la puerta de su Clan.
En todo el trayecto sintió miradas de desprecio. No los culpaba, ella estaba casi del todo sana, bien podría haberse rasgado ella misma las ropas, y no había peleado junto a ellos. Esto le hizo peor. Mordiendo su labio, apretó el paso y se escondió entre los pasillos. Anduvo dejándose llevar por sus sentimientos, y los dejó salir por sus ojos.
Corrió. Su cuerpo empezó a transformarse. Su visión no podía darle mucha información del entorno, su olfato estaba un poco saturado por los mocos y no pensaba. De golpe se detuvo. Un grito gutural de angustia abandonó su boca.
El sonido retumbó por todas las paredes. En el Salón, todos se preguntaron qué lo había causado. Más de uno deseó que hubiese sido una criatura que había acabado con Maylin.
—No puede con esto sola —dijo en un momento Neomi poniéndose de pie. Catriel la detuvo.
—Iré yo, hay algo que me gustaría confirmar —le dijo abandonando el Salón.
Maylin se había sentado con la espalda contra la pared y lloraba con la cabeza oculta entre los brazos. «¿Qué hice mal? No debían morir, no aún», sollozaba en sus adentros. No llegó a dormirse, pues sus lágrimas no alcanzaron para liberar toda la pena. Su garganta estaba muy seca y la lengua le sabía a pasto.
Una voz se hizo oír a través de los pasillos. Maylin no se movió, pero percibió cómo su cuerpo volvía a ser el de siempre. Para cuando llegó el dueño de la voz, ella ya era completamente humana.
—¿Puedo sentarme?
—Si es que quieres estar con una traidora cobarde... —respondió sin sacar la cabeza de los brazos. Catriel se puso a su lado. Maylin percibió cómo un suave ardor le calentaba el pecho. Él le rodeó los hombros con su brazo.
—Lamento no haber estado para pelear —comenzó ella limpiando sus ojos con las mangas casi inexistentes de su traje. Catriel le apretó más los hombros.
—No podías pelear contra alguien después de ir a realizar un viaje como el tuyo.
Aquello le sentó como una patada en el estómago.
—Podría haber salvado...
—Maylin, no es tu culpa que murieran defendiendo a su gente. Un líder con honor da su vida por quienes son su familia—le cortó Catriel. Maylin sintió ganas de volver a llorar, pero no tenía más agua que desperdiciar en ella. Catriel movió su muñeca y un vaso de agua apareció frente a su mano, lo tomó y se lo dió a ella.
Mientras Maylin bebía, Catriel pudo ver con claridad la marca que había creído ver en su pecho: una flor de magnolia rodeada por llamas de fuego. Sonrió disimuladamente.
—Gracias —dijo Maylin luego de un rato. Él le contestó e hizo desaparecer el vaso.
Quedaron en silencio por un rato. Catriel en ningún momento apartó su brazo de ella y Maylin no le dijo nada sobre la mirada que le había dirigido a la marca.
—Maylin... ¿te casarías conmigo? —preguntó él de golpe. Maylin parpadeó confundida—. No ahora, pero en algún posible futuro...
—Lo tendré en cuenta —contestó con una leve sonrisa. Catriel sintió que tocaba el cielo y volvía.
Maylin caminaba hacia el pedestal con un nudo frío en su estómago. Cuando se arrodilló, sintió cómo las cuatro estatuas parecían juzgarla con sus ojos de piedra. Alzó el mentón y los enfrentó con la mirada. No iba a dejar que le intimidasen, no si iba a ser una líder responsable y ejemplar como sus padres lo habían sido.
—Maylin Húlú, hija de Zhang Húlú, hijo de Yin Yin Húlú —y así fue una voz enumerando a cada uno de sus antepasados, hasta llegar a Kitsune Húlújīng—. ¿Jura proteger con su sangre al Clan del espíritu zorro?
—Protegeré al Clan de los espíritus zorro, los hijos del Cuervo, del Jaguar y de la Serpiente, aunque mi vida se vaya en el proceso —contestó segura. No iban a caer más líderes ejemplares durante su mando.
ESTÁS LEYENDO
Magnolia
FantasyMaylin desea escapar de su destino: convertirse en la líder del Clan Húlújīng. Alentada por su prometido, Shen, busca una vía de escape con los Magnolia. Pero el destino no parece aceptar de buena gana su decisión.