Capítulo 12

9 1 0
                                    

Kitsune

El techo jamás le había parecido tan interesante como en ese momento. Todo su cuarto estaba ordenado. Cualquier cosa que le hubiese regalado Shen la había dejado delante del cuarto de él, no las quería y tampoco le harían falta. Las cartas habían sido entregadas exitosamente gracias a Xia, aunque en algunas tuvo más dificultades que otras.

'Pasado mañana a la mañana puede ser mi fin' pensaba sin dejar de observar el techo. A pie, era un día de viaje. No quería llevar a otro qilin, sólo era llevar otra tumba en su consciencia.

Deberíamos empezar a marcharnos, Catriel ya se fue a dormir y la vigilancia está por cambiar turnos —informó Xia mirándola sin emoción.

—Antes de irnos, ¿por qué ya no me corriges tanto como antes? —preguntó enganchando su Símbolo en las ropas de combate. Su pelo largo estaba atado en una alta cola de caballo y caía liso hasta la mitad de la espalda.

Xia la observó un momento en silencio. Finalmente dijo:

Porque ya no veo críticas graves —contestó y atravesó la puerta. Maylin bufó, aunque no pudo evitar sentir cómo su orgullo le hacía sonreír ampliamente.

Salió cautelosa al pasillo y siguió a Xia, quien iba más adelante para avisarle si alguien se acercaba. Todo el plan lo habían trazado a lo largo de ese mes. Se habían aprendido de memoria los horarios de la Vigilancia Externa, las horas donde había mayor o menor cantidad de gente y lo que podría usar de alimento en el viaje hacia Mondragón.

Llegaron al exterior sin contratiempo. Estaban en los cinco minutos donde los Vigilantes asignados para el día se retiraban y esperaban a que los de la noche llegasen. Sin dejar de tener cuidado, se escabulló por los establos, donde dormitaban varios qilins. Varias veces se sintió observada, pero no encontró a nadie que le siguiera, aparte de Xia.

Avanzó una buena distancia hasta que sintió el susurro de unas ramas detrás de ella. Se giró inmediatamente, encontrándose con un par de ojos brillando en las sombras. Temiendo lo peor, sacó el Símbolo y apuntó hacia donde parecía estar el enemigo. Una risa suave se dejó oír y apareció una mujer de cabello negro.

—Puedes bajar el arma, querida, no atacaría a una descendiente propia. Jamás —dijo con una sonrisa torcida. Maylin estaba segura de haberla visto antes. Sus ojos se abrieron como platos cuando recordó una estatua de su ancestro: Kitsune Húlújīng.

—Yo... lo lamento, pensé que... creí que era otra persona —se disculpó haciendo una reverencia. La mano de Kitsune hizo un ademán para indicar que no tenía importancia. Maylin, aun disculpándose, guardó el Símbolo de nuevo. Cuando notó que estaba a punto de acabar con la paciencia de la mujer, se calló inmediatamente.

Permanecieron en silencio por lo que se sintieron minutos eternos. Ansiosa, Maylin le preguntó el motivo que la hubiese hecho ir. La amable sonrisa de Kitsune pareció calmar un poco esa ansiedad. Kitsune alzó su cara al cielo y sonrió.

—He tenido muchos descendientes—comenzó a decir la mujer mayor bajando nuevamente la mirada—. "Multiplicaré de tal modo tu descendencia, que por su gran multitud no podrá contarse." Esas fueron las palabras de un Enviado cuando era apenas una joven—su sonrisa se volvió nostálgica—. No miento cuando digo que me arrepentí al ver cómo eras.

Maylin casi responde un "eso dolió".

—Bueno, me lo han dicho seguido—dijo con los cachetes colorados—. Al menos la parte en la que soy odiosa.

—Eras, ahora me alegro de que mis hijas fuesen pacientes contigo. Ya te daba por perdida.

Un TIC se apoderó de la ceja de Maylin ante la última frase. 'Me voy a quedar sin autoestima si Kitsune sigue con esto' pensaba mientras su ancestro continuaba hablando sobre las decepciones que había sufrido.

Impacientándose, le dijo que deseaba marcharse. Kitsune se detuvo de golpe. Miró a Maylin y se golpeó la frente.

—Cierto, corre —le apremió—. ¡A Dios te encomiendo, querida! —gritó cuando Maylin ya se encontraba a una buena distancia. Kitsune soltó un suspiro y negó con la cabeza. 'Éstos jóvenes, cada vez más temerarios.'

—Definitivamente es tu viva imagen —dijo una voz grave detrás de ella. Lanzando una mirada helada sobre su hombro, Kitsune se encontró con un hombre que le aceleró el corazón—. Aunque un poco menos atrevida —continuó sin inmutarse el hablante.

Kitsune volvió la vista hacia donde debería estar su descendiente. Quizás por eso se sentía decepcionada en un principio, ella había sido como esa joven. Movió sus orejas de zorro inquieta. Su hija Levana le había dicho lo que sabía en cuanto pudieron contactarse.

Como fundadora del Clan Húlújīng, no podía negarse al pedido de ayuda, pero también había sido humana antes y aquella parte de sí misma seguía con los prejuicios. Aquello le había hecho dudar de la autenticidad del pedido, sin embargo, la había visto entrenar a través de los ojos de sus hijas Mizuki y Neomi. La vió salir del Clan esa noche y actuó por impulso.

Saliendo de sus escondites entre los árboles, unos diez de sus tantos hijos se presentaron. Ninguno de ellos iba desarmado. Los dijes de cada uno de ellos lanzaban destellos en la noche.

—No va a caer nadie en vano, no con la Élite de Kitsune y Láng —dijo el hombre de antes posicionándose a su lado. Kitsune se apoyó sobre su hombro y suspiró—. Ninguno de los nuestros ha perdido ante un monstruo, ella no será la excepción.

    Maylin no volteó en ningún momento, por más que sentía muchas miradas detrás suyo. Xia le indicaba el camino desde unos metros más adelante. Cada tanto su mente se iba con algún pensamiento, mas no dejaba que su cuerpo sintiera el cansancio fruto de las escasas horas de sueño. 'Dormiré cuando me encuentre en las faldas de la montaña Mondragón' se dijo.

MagnoliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora