Carta
Catania se abalanzó sobre la hermana de Mizuki con sus garras extendidas. Levana apenas se molestó en darle una mirada antes de desaparecer tal como había llegado. Con un grito de rabia, Catania golpeó el aire. Casi echando espumajos por la boca, se volvió hacia Maylin.
—Un mes lunar, para ese momento debes estar en la montaña Mondragón. Al despuntar el alba —gruñó y comenzó a alejarse con ayuda de sus alas.
Recién entonces Maylin sintió como se le aflojaban los músculos y el cansancio se apoderaba de ella. A pesar de la amenaza de la muerte, ella sonrió desde el corazón. Miró a la luna y agradeció cada cosa que cruzara por su mente.
No supo con exactitud cómo logró regresar a su cama en medio del cansancio. Cerró los ojos y durmió profundamente. Le pareció que fueron instantes de sueño cuando sintió que le tiraban una gota helada de agua. Se despertó diciendo dédào apenas moviendo los labios.
—Zàntíng. Buenos reflejos, hija.
A su lado, una mujer, de rasgos similares a los de Maylin, le sonreía con orgullo mientras agarraba con sumo cuidado el Símbolo. Gruñendo, Maylin se volvió a tapar con las sábanas. La risa de la mujer era suave, mas Maylin sabía de sobra que era el aviso previo a la tormenta. Apenas destapándose para que se le vieran los ojos, observó a su madre.
—Hoy quiero dormir un poco más, me quedé hasta tarde con... algo importante —murmuró la joven recordando el mensaje de Catania.
—Ya escuché esa excusa por veinte años, no te servirá —dijo apartando las mantas de nuevo—. Menos será de ayuda que tengas el uniforme de entrenamiento puesto. Vamos, arriba —continuó con un tono que impedía un "no" por respuesta.
Refunfuñando por lo bajo, Maylin se puso el calzado y siguió a Chang. Debía ser un poco más tarde de lo normal, pues había mucho movimiento en los pasillos. Miembros del Clan Húlújīng iban de un lado a otro, algunos con equipamiento de combate, otros con ropas cómodas y unos pocos iban con vestimentas tradicionales.
Muchos les miraban, la mayoría con cierta repulsión o pena a Maylin. Ella procuraba actuar como siempre, pero no podía. Pensaba una y otra vez en las mujeres humanas que veía en sueños, además de que las palabras de la Hermana Cuerno que prometían a mujeres de los Clanes resonaron en su cabeza. Agachó la mirada y avanzó sin observar a nadie.
Comió su desayuno rápido para luego ser arrastrada a un tedioso entrenamiento para usar mejor el Símbolo.
Esa fue su rutina durante un mes de la luna. Si bien se levantaba temprano, posiblemente antes que el turno vigía del alba, y la gente apenas la veía por el lugar, no paró de entrenarse en lucha cuerpo a cuerpo y con armas.
Faltaban un par de días antes de que marchase a la montaña. Aún le quedaba derrotar a Raiquen, un guerrero del Clan Fala, y escribir las cartas de despedida. «Qué deprimente» pensó lanzando un puño a la cabeza del guerrero, éste lo esquivó casi sin dificultad. A ambos les faltaba el aliento y sudaban copiosamente. Neomi era la jueza del combate junto con los líderes de todos los Clanes.
Una patada al estómago. El dolor apenas se hizo notar. Giro y salto con golpe a la oreja. Sólo aire. El mundo bailaba entre lento y veloz. Otro ataque y contraataque. La adrenalina inhibe el malestar del puño aún resentido por los golpes de dos meses atrás. Patada a la cabeza. Otro giro. Los líderes observaban a los mejores que bailarían hasta la caída del otro.
Xia sonreía observando cómo Maylin se esforzaba por no dejarse intimidar por el veloz guerrero del Clan de Fala. No era la mejor, llevaba tanto tiempo sin entrenar que era humanamente imposible recuperarlo en menos de un mes solar.
El aire apenas entraba a los pulmones. Raiquen tomó algo de distancia, apartando su fleco de los ojos. Maylin jadeaba por la continuidad del combate. El guerrero miraba disimuladamente a la jueza y a su rival. La heredera de los Húlújīng lo notó, pero fingió no hacerlo. «Catania no me dará información tan fácilmente», se repetía una y otra vez. «Tampoco peleará limpio, pero aquí no puedo practicarlo».
Decidido a impresionar a la jueza, él se abalanzó sobre Maylin. Ella se preparó para los golpes y lanzó una patada al estómago. Ambos chocaron y quedaron quietos, apenas siendo capaces de sostenerse sobre sus pies.
—¡Tiempo! —exclamó Neomi ni bien se alejaron unos centímetros del otro. Miró a los líderes, quienes asistieron satisfechos—. Empate de Maylin Húlú y Raiquen. ¡Saluden!
Luego de toda la ceremonia, Maylin se dirigió a la ducha sin mucha demora. Salió y buscó papel y algo con lo que escribir mientras se vestía. Xia apareció de repente con la misma expresión del primer día que la vio.
—Bien hecho odiosa, pero no veo mucha suerte contra Catania —le dijo. Maylin se encogió de hombros y encontró un bolígrafo entre sus cosas.
—Al menos no voy a morir en el primer segundo, ¿no? —contestó agarrando varias hojas de un cuaderno que apenas había usado. Xia guardó silencio nuevamente. Maylin ya no se molestaba en repetir las cosas, lo había dejado de hacer cuando notó que la Espíritu hablaba si lo creía necesario.
«Definitivamente es una especie de Pepe el Grillo», pensó escribiendo uno de los papeles. Al terminar la primera carta, la dobló en cuatro y la dejó a un costado. Repitió el mismo procedimiento con cinco más. Las dejó todas juntas con los nombres de los destinatarios bien legibles.
—Xia... ¿puedes hacerme el favor? —preguntó levantando la mirada. Algunos mechones de su cabello negro se habían secado, pero toda su ropa estaba húmeda allí donde apenas había pasado la toalla.
—Me verán los demás... bueno, a los papeles, no conviene.
Maylin se mordió el labio. Observó los papeles y a Xia. Una idea atravesó su mente.
—Se las daré ahora —dijo y las ocultó en un bolsillo de la chaqueta que iba a ponerse—. Tú puedes ponerlas en algún bolsillo... salvo con...
—Yo me encargo de eso —le cortó Xia levantando una mano. Maylin sonrió agradecida y salió de su habitación para cenar.
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Magnolia
FantasyMaylin desea escapar de su destino: convertirse en la líder del Clan Húlújīng. Alentada por su prometido, Shen, busca una vía de escape con los Magnolia. Pero el destino no parece aceptar de buena gana su decisión.