IX. Undécimo cielo

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—¿Qué está diciendo?

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—¿Qué está diciendo?

—Nada.

—¡Dile que diga algo!

«Cállate.»

—Dijo que te calles.

—¿Estás segura de que no fuiste solo tú?

—Es de parte de ambas. Cierra la puta boca.

Ana suspiró, recostándose en el catre donde estaba, retorciéndose con incomodidad. Aún sentía los pinchazos de las agujas por todo su cuerpo, y las intravenosas y los electrodos en su brazo y en su frente. Pietro se había ido hacía horas, enfadado con Ana por haberle ocultado algo tan crucial.

No lo culpaba por estar molesto.

Había salido a correr. Para ahora, era probable que estuviera en California o algún lugar lejos, echando humo por las orejas. Ana solo seguía lastimándolo y haciéndole sentir mal. Y no podía imaginar lo que Pietro estaba sintiendo cuando pensó que ella estaba muerta. Pequeños deslices como estos eran los que le recordaban a él lo peligrosa que Ana era. Lo imprudente. No era buena para él, sin importar lo mucho que se gustaran mutuamente. Si es que seguía gustando de ella a este punto.

«Te odio por hacerme no decírselo», pensó Ana.

«Yo no te obligué a nada. Lo hiciste tú sola.»

—¿Le estás hablando ahora mismo? —preguntó Tony.

—¿Hmm?

—¿La Gema Mente? ¿Están discutiendo o algo? Tus ondas cerebrales están erráticas.

Ana asintió, suspirando de nuevo. Wanda colocó una mano en su hombro.

—No te preocupes por Pietro. Todavía puedo sentirlo. Sigue estando cerca. Tal vez incluso regrese —murmuró Wanda, Ana la miró mal.

—Wanda, no me leas la mente.

—No tengo que leerte la mente para saber que estabas preocupada por mi hermano.

«Cierto.»

Ana empujó a la Gema Mente hacia los más profundos huecos de su mente, ya no quería escuchar su molesta voz haciendo eco por las paredes de su cabeza. Se retorció las manos, angustiada a pesar de lo que Wanda había dicho. Alguien podía haberlo atacado en un intento por encontrarla a ella. Podía haber salido lastimado.

—Está oscuro —murmuró Ana—. Ya quiero que venga.

Wanda la miró con simpatía. Ana la ignoró, y se enfocó en Natasha en cuanto esta entró a la habitación.

—Acabo de hablar con Coulson por teléfono. Traerá a su equipo en El Bus para recoger a Ana.

El corazón de Ana dio un terrible brinco de sorpresa.

—¿Qué? ¿Por qué me viene a recoger?

—Aunque SHIELD esté frito, aún tienen la información sobre las Gemas del Infinito y acerca de ti —intervino Steve—. Tony necesita tus archivos y los de la Gema del Mente. Está intentando descubrir cómo arreglar tus poderes para que te puedas defender. Y cómo te afecta la Gema mente habitando tu cuerpo.

—Así que, básicamente —Comenzó Tony—, un montón de mierda científica rara. No te preocupes por eso.

—¿Voy a ir sola? ¿Qué hay de ustedes? ¿Qué hay de...? —Ana fue interrumpida cuando se abrió la puerta principal, revelando a un Pietro de aspecto sombrío. Los ojos de Ana encontraron los suyos y el corazón se le hundió cuando vio la expresión dolida que tenía cuando él la examinó. La chica estaba en una cama, con cables saliendo de su cuerpo. Silenciosamente hizo su camino hacia su lado. Tomó su mano y entrelazaron los dedos. Ana permaneció mirándolo, insegura de si aún seguía molesto o no.

—Steve y yo vamos a intentar descubrir con exactitud quién está buscándote, y tratar de someterlos antes de que puedan hacer algo más. Tony va estar trabajando en la torre. Clint se quedará aquí y protegerá a su familia, pero estará disponible para refuerzos si lo necesitamos. Todos estaremos en constante contacto contigo durante tu estadía con Coulson —le informó Natasha, en un intento por reconfortarla y calmar sus nervios.

—¿Qué hay de nosotros? —preguntó Wanda, haciendo gestos hacia ella y su hermano.

—Asumimos que tal vez querrán unirse a Anastazya en El Bus, considerando que nunca la dejan sola —murmuró Tony, tecleando en su ordenador—. Pero si no, podríamos necesitarlos con Capipaleta y Natasha.

—Iremos con Anastazya —respondió Pietro, con voz tensa y severa. Apretó su mano mientras lo decía.

Ana bajó la mirada hacia sus manos, tenía el pecho lleno de culpa y pánico. Deseaba estar muerta. Deseaba poder estar muerta. Su familia estaría a salvo. De luto, pero a salvo.

—Lo siento mucho. Todo esto es mi culpa, lo lamento tanto, chicos —susurró, sus ojos quemaban con lágrimas. Pero no se atrevería a llorar. Esto era su culpa.

—Oye —Clint le dijo con severidad—, ¿te mantiene viva esa cosa que tienes en la cabeza?

Ana asintió.

—Entonces todo vale la pena para protegerla. Para protegerte. Te amamos, niña, no hay nada que lo cambie. Sin importar lo que hagas.

Ana miró a su alrededor, con las manos temblorosas, con los ojos cristalizados. Se sentía tan vulnerable, tan débil, pero tan aliviada. Después de resguardarse a sí misma por tanto tiempo, ahora era el turno de alguien más de hacerlo por ella, después de toda una vida arriesgándose imprudentemente.

Todos los secretos y mentiras no existían más, se disiparon en el aire como el aliento que necesitó para hablar con ellos. Ahora Ana era transparente.

Bueno, no en su totalidad. No aún. Había una cosa que tenía que hacer. Una última cosa que sacarse del pecho.

Pietro se inclinó y besó su frente, comenzando una llama por su cuerpo donde sus labios tocaron su piel. Ella estaba flotando, más allá del séptimo cielo. El undécimo cielo, incluso.

Ana sostuvo su barbilla, para que pudieran hablar y estuvieran cara a cara. Él se veía perplejo, y el corazón de Ana latía tan rápido que estaba segura de que Pietro podía oír sus palpitaciones.

—Tenemos que hablar.

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¡Hola! ¡Aquí les traigo otro capítulo!

Un poco corto, pero bonito, ¿no creen? Todo está bien entre Ana y los Vengadores. Respecto a Pietro, pues... habrá que esperar hasta el siguiente.

¡Espero que les haya gustado! Déjenme sus comentarios, adoro leerlos.

¡Hasta pronto!

Supremacy | Pietro MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora