Capitulo no.5

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- ¿Lo extrañas?

- ¿A quién cariño?

- A Sebastián.

Y ahí estaba Daniella, siendo interrogada por una niña de siete años. Realmente Susana era una grata compañía, era muy alegre y siempre tenía ocurrencias que te hacían reír de alguna manera en particular, lo que más disfrutaba de su presencia, era que ella tiende a ser muy pura, te dice lo que piensa de manera espontánea; sin filtro. Claro, es de esperarse, es solo una niña, pero a pesar de su poca edad, era de pensamientos muy claros e inteligentes; quizás por lo que se ha visto en necesidad de superar; simplemente la vida la enseñó a hacerse fuerte de manera rápida.

Daniella no sabía exactamente de qué manera decirle a una niña como Susana, llena de vida y esperanzas, que se estaba hundiendo y ahogando en su propio existir cotidiano. Por lo que decidió simplemente omitirlo y tratar de con su respuesta darle un poco de consuelo. Algo que con el tiempo ha aprendido, es que nadie dice del todo como se siente, y que no todo el mundo pide ayuda de la misma manera; no siempre se está tan feliz como uno aparenta estarlo, o como desearía.

- Pues, me hace falta sí. No me acostumbro todavía a su ausencia, ¿pero sabes?, sé que me cuida mucho. A veces escucho su risa a lo lejos y sonrío porque lo recuerdo. Y cuando lo extraño considerablemente, voy a su restaurante favorito y me como el plato que a él más le gustaba. Incluso compré un perro y lo llamé justo como él quería.

- ¿Cómo él quería que se llamara el perro?

- Alberto – dijo riendo

- ¡Mal nombre para un perrito!, debió ser Rufus.

- Lo sé, siempre dije eso. Pero cuando falleció me sentí muy sola y compré el perro que él siempre quiso y lo llamé como quiso.

- Yo tengo recuerdos muy borrosos de mis padres y abuelitos, pero hay algo aquí -Dijo señalando su cabeza – aunque lo más importante es lo que hay aquí -dijo tocando su pecho – Me enseñaron bien.

Aunque no fuese muy creíble para muchos, Susana era como una inspiración para Daniella. Ella se repetía a sí misma que si Susana podía mostrase alegre y proactiva, ella también podía. Entonces fue ahí que se dio cuenta de que lo que deseaba hacer era formar parte del proyecto de Edwin y poder canalizar su dolor de una manera diferente; tal cual Edwin le había dicho.

Se despidió de Susana y fue directo a su oficina, pues tenía papeleo que hacer. Lo que más disfrutaba de la misma era que podía trabajar desde su casa e ir a la oficina cuando tuviese que hacer algún trabajo puntual, pues era su propia jefa.

Se sentía bastante cómoda dentro de su ambiente laboral, a razón de que sus compañeros de trabajo siempre habían sido muy amables y corteses con ella. Todo esto iba más allá de la relación jefa y empleado, pues Daniella siempre ha sido muy dulce con todo el personal, sin importar su función dentro de su compañía.

A pesar de todo el papeleo y las llamadas que debía realizar y contestar, gracias a su ausencia muy seguida en los últimos meses, se dedicó a hacerlo de manera eficaz y con buen estado de ánimo. El teléfono de su oficina no paraba de sonar y por lo tanto, Daniella no paraba de hablar y la mano de sí misma no se quedaba quieta gracias a todas las firmas que debía hacer; manejar una compañía de tal magnitud no era cosa sencilla. En sus inicios la compañía era del padre de Daniella, pero cuando el enfermó decidió dejarla en manos de sus hijos. Ernesto, el hermano de Daniella, decidió que era mejor que solo la manejara ella puesto que él deseaba con todas sus fuerzas emprender su propio centro médico, y gracias al financiamiento y asesoría de su hermana, pudo sacar adelante su proyecto.

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