La noche estaba oscura y Daniella lloraba hasta más no poder, se sentía triste y desolada. ¿Desde cuándo perder a alguien se había vuelto tan difícil?, ya era la séptima noche en la cual ella se dormía en su mar de lágrimas por la pérdida de su hijo Sebastián; algo que nunca se supera, no del todo.
Su vida se había vuelto una rutina y no de esas que quieres repetir por el resto de tu vida, sino de esas en donde prefieres que simplemente no haya más vida. Días oscuros y noches aún más oscuras, acompañadas con un perfecto y fuerte dolor punzante que no da tregua alguna dentro de su corazón.
Ella solía escribirle cartas a su pequeño angelito que ya no la acompaña, cartas que quemaba con su encendedor mientras lloraba sin control, ya que así sentía que de alguna forma poco razonable ante los ojos de cualquier ser humano, sus mensajes le llegaban a Sebastián. ¿Demencia?, no lo creo; ser madre nunca ha sido sencillo, y dejar de serlo aún menos.
- Daniella Rominson. –comentó la secretaria.
- Si, aquí estoy. –dije cabizbaja.
- La están esperando.
Desde que Sebastián había fallecido, Daniella había asistido de manera frecuente donde psicólogos en busca de consuelo, de consejos, de escucha. Era sumamente difícil para ella poder pretender que era una mujer fuerte cuando sentía que su mundo se caía a pedazos y que ella se ahogaba en gritos de silencio. Solo deseaba dormir y dormir hasta que ella se convenciera de que solo era un sueño, donde había un fuerte trago, muy amargo; pero no lo era.
- ¿Cómo has estado? –preguntó la Sr. Sánchez.
- He soñado con él casi todas las noches –se aguaron rápidamente los ojos y empezó a sollozar– ayer soñé que me gritaba que lo ayudara mientras se alejaba corriendo, trataba de perseguirlo, pero el corría muy rápido. Después lo perdía de vista y comencé a llorar, preguntaba dónde estaba, gritaba su nombre hasta más no poder, pero él nunca aparecía.
- En los últimos días has soñado lo mismo de manera constante, misma descripción, misma reacción. Daniella nunca he experimentado lo que es perder a un hijo, y espero que nunca lo experimente. Pero creo que lo que debes hacer es soltarlo, sé que a una madre se le hace imposible seguir su vida de manera habitual sin su hijo a su lado, pero debes buscar una manera de que tu dolor te permita seguir adelante. El ser humano solo avanza por dos razones; se cansó de permanecer en el mismo sitio, o simplemente le duele demasiado estar estancado.
*Narra Daniella*
¿Seguir adelante?, ¿Qué clase de persona le dice a una madre a la cual se le murió su hijo que debe seguir adelante?, nadie sabe cómo me siento. Mi hijo era mi responsabilidad y yo no fui capaz de impedir que perdiera la vida. Tan solo recordar lo sucedido me hace perder la capacidad de respirar, su me arma un nudo insoportable en la garganta y siento que se me succiona la vida.
Si tan solo no hubiese sido tan descuidada mientras se bañaba en ese río, debí sacarlo en cuanto noté que la corriente se había tornado un poco más agresiva de lo usual. No puedo perdonármelo, no puedo vivir bien sabiendo que yo lo pude haber evitado todo.
Vi el reloj y no era tarde, en casa daban las nueve y media de la noche. Dolía tanto, la casa estaba invadida por un silencio tan fuerte, lo único que podía distinguirse era el sonido de mi respiración. Busqué la botella de ron y la destapé, estaba nueva; intacta. Serví un poco del licor ardiente en el vaso y lo bebí hasta que no quedó una gota dentro de él. Y así lo repetí hasta que perdí la cuenta de los tragos y empecé a ver las cosas borrosas.
Lloraba, lloraba tanto, hasta que los ojos me lo permitieran y mi subconsciente siguiera despierto. Dolía estar despierta, dolía estar dormida, dolía abrir los ojos; dolía respirar.
El timbre de la puerta sonó, lo que provocó que yo me despertara y con mucha pesadez me levantara, para de forma muy calmada y desganada, fuese a abrir la puerta.
- ¿Y ese aspecto tan horrible?
- Mamá, no estoy de humor para que empieces a criticarme como luzco.
- Lo sé, disculpa amor –dijo entristecida– ¿Cómo estás?
- Dime tú como crees que estoy.
- Hija, ya no está.
- ¡Mamá tenía solo cinco años!
Cinco años de edad, ¿acaso eso es vida?, se perdió de su graduación, su primera novia, de casarse, se perdió de tener hijos; me perdí de disfrutar con él todo eso. No dejo de culparme, no dejo de atormentarme; ojala hubiese sido yo, ya una señora mayor, una mujer que vivió demasiado y disfrutó bastante, ¿Por qué tenía que ser el?, ¿Por qué mi bebé?
- ¿Has sabido algo de Arturo?
- No, desde que Sebastián murió no he sabido nada de él. No aparece, no contesta mis mensajes, no responde mis llamadas; me dejó sola.
- ¿Vanessa sabe algo del?, ¿la has llamado?, lo digo porque es su novia, algo debe de saber. –dijo mi madre desesperada.
- Mamá, ¿crees que no lo intenté?, lo intenté todo.
Arturo y yo nunca hemos tenido una relación buena a decir verdad, y todo eso viene de que el decidió serme infiel aun sabiendo que estaba embarazada de Sebastián. Su infidelidad me dolió bastante, fue capaz de arruinar a nuestra familia por estar perdiendo su tiempo con mujeres en un prostíbulo, en vez de cuidar de nosotros.
No han sido definitivamente nuestros mejores años, sobre todo porque mi embarazo fue de alto riesgo ya que desde que empecé a salir con Arturo me vi sumergida en el mundo de las drogas y del alcohol; nuestro hijo fue todo un milagro.
Mi madre se fue a su casa, papá estaba enfermo y la verdad es que prefería que lo atendiera a que me viera llorar y beber mientras sufría la pérdida de mi hijo. Estaba cansada de mi rutina y del dolor atroz que sentía las veinticuatro horas del día, las sentía eternas.
Decidí amarrar mi cabello en una colita de caballo bien alta y desnudarme por completo. Entré a la bañera y abrí la llave que deja salir el agua caliente, y lloré mientras mojaba el jabón que tenía entre mis manos. Lo deslizaba por todo mi cuerpo, admiraba en silencio las espumas que tenía mi piel y con mucha agua las eliminaba de mí. Salí del baño y envuelta en mi toalla color marrón, lo dejaba empapado del aroma que dejaba el excesivo uso del jabón que tenía.
Me coloqué de frente al armario que estaba en mi cuarto y decidía que ponerme, buscaba en realidad un conjunto que tenía en mente desde minutos atrás. Encontré mis jeans negros apretados, que tanto ansiaba por encontrar y mi blusa de escote color negro, me puse unos tacos color crema y me senté en una silla frente al espejo. Me empecé a maquillar con calma, decidida a salir e impactar; comencé con la base y después me coloqué en la cara el polvo, me puse un poco de rubor, sombra y rímel, para como último paso ponerme el pintalabios color rojo.
Busqué las llaves, me monte en mi auto y salí decidida a irme a disfrutar la noche. Llegué al Kamarash club y me parqueé. La noche estaba fría y yo estaba decidida a olvidar al menos un par de horas todo lo que tenía en mi subconsciente.

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MI RENACER
Genç KurguSola, cansada, herida. Tras la muerte de la única persona que Daniella amaba sobre todas las cosas, tuvo que aprender a ser fuerte. Cometió errores en el camino, y fue con la llegada de Edwin, que pudo canalizar su dolor e ira de una manera benéfica...