Blanco y Negro

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Cinco años atrás.

- ¡Helga, corre! –gritó desesperado, luchando por soltarse del agarre opresor que lo mantenía inmóvil, lejos de una niña de once años, que había demostrado ser mucho más madura, valiente y amable de lo que él hubiese logrado imaginar.

Todo eso era una locura.

Pero se sentía afortunado por estar junto a ella.

- ¡Nunca! –la pequeña rubia, llevaba el cabello suelto, dado que había usado la cinta rosa para curar en el brazo de Arnold, por lo que a la par que se movía ágilmente lejos de los dos hombres que intentaban atraparla, su cabello se agitaba y ocultaba sus facciones la mayoría del tiempo- ¡Nunca te abandonaré! –juró, derrapando en el suelo, logrando evitar otro golpe con eso.

Helga le había repetido eso una y otra vez. En realidad, si no fuese por ella, su aventura en la búsqueda de sus padres no habría llegado muy lejos. Ya en San Lorenzo, habiendo logrado movilizar al universo para que le sonriera, Arnold no había logrado evadir la atención adulta y poder comenzar su búsqueda. Pero había sido Helga quien había acudido a su habitación del hotel, con Phoebe a su lado, ambas listas para partir, animando a Gerald y al chico a seguirlas en su cuidadoso plan de evitar la seguridad. Aun así, a mitad de su búsqueda en la selva, Phoebe se había herido gravemente y Gerald se la había llevado de regreso, dejando a Arnold y Helga solos. Al chico le sorprendió que la agresiva chica se mostrara seria y calculadora al momento de avanzar, demostrándole su entrega en dicha excursión. Si no hubiese sido por ella, no hubiese logrado sobrevivir la primera noche y posiblemente hubiese muerto de hambre a los pocos días.

- ¡Atrapen a esa niña! –La Sombra torció con más fuerza el brazo de Arnold, logrando que el chico soltara un pequeño grito.

Helga no tenía demasiado espacio para maniobrar, habían sido emboscados en un antiguo templo que pertenecía a la Gente de los Ojos Verdes. La Sombra los había seguido, expectante y ahora los chicos sabían por qué. Por todos lados de aquella construcción habían dibujos de un bebe con la cabeza en forma de balón y grandes ojos verdes. Arnold. La Gente de los Ojos Verdes habían creado un rito alrededor del bebe que habían creído sagrado, pensando que algún día volvería con ellos. La Sombra se había dado cuenta de ello y estaba seguro que si atrapaba a Arnold, los nativos harían lo que fuese para recuperarlo, aun y entregar su más valiosa reliquia: el Corazón.

Pero gracias a la alta tecnología que llevaba encima Helga, un regalo de su padre para que lo promocionara, la niña había usado su teléfono satelital para no solo tomar fotografías de La Sombra, sino grabarlo mientras confesaba sus atrocidades contra la Gente de los Ojos Verdes. Repentinamente, Helga se había vuelto de prioridad ante los ojos de aquel peligroso hombre.

- ¡Basta! –la rubia le dio una fuerte patada a uno de los secuaces de La Sombra, logrando tumbarlo al suelo y se subió sobre el mismo, enseñando su celular- Ya me tienes cansada, obsesivo enfermo. Suelta a Arnold ahora mismo.

- ¿O qué? –se burló La Sombra, agarrando de la muñeca al chico y levantándolo del suelo con un solo brazo- ¿Vas a pegarme?

- No. –Helga le dejó ver en la pantalla de su celular una de las tantas fotografías que había tomado- Esto es un teléfono satelital ¿Lo olvidas? Si aplasto un solo botón, enviaré toda esta información hacia Estados Unidos. Y créeme, Big Bob no será el padre del año, pero moverá a todo el mundo para encerrarte si cree que me hiciste daño. –la chica sonrió de costado, apartando su cerquillo de su frente- Ahora, si quieres seguir teniendo libertad, suelta a Arnold ahora mismo. –ordenó.

- Debes estar bromeando. –se rio La Sombra, pero aun así bajó lentamente al rubio- Eso es imposible.

- Rétame. Dame una razón. El único que saldría perdiendo serías tú.

What if...? [Cómame señor lobo] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora