El Imposible

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El inicio de todo

- ¡Kimba! ¡El coronel está aquí y trajo compañía femenina! –la voz de su abuela resonó por toda la casa de huéspedes.

Arnold se levantó de su cama con algo de prontitud, salió de la habitación y miró por un momento hacia la puerta que llevaba al departamento de Helga, pensó en avisarle que Phoebe estaba ahí pero desistió cuando escuchó una suerte de gritos y risas desde el interior. Al parecer estaba ocupada ahí dentro y era mejor no perturbarla. Además, Helga lograba ser demasiado... intensa a veces y lo ponía nervioso aunque le alegraba el recuperar su amistad después de tantos años.

El chico bajó los escalones de dos en dos, llegó a la sala casi tropezando con una alfombra y su corazón se aceleró repentinamente. Él había pensado que Gerald se había encontrado con Phoebe afuera y esta iba a entrar por su cuenta, eso había estado pasando últimamente, meras coincidencias que habían integrado a la chica a su vida en pequeñas y animadas charlas sobre cultura general o política. O eso él creía. Le gustaba haber retomado también su amistad con Phoebe, la chica era completamente sorprendente de formas que él nunca hubiese esperado. En realidad, en los últimos días habían dejado de tener un intercambio tan pequeño de palabras, Phoebe parecía interesada en su conversación, con curiosas deducciones y miradas astutas cuando parecía leerle la mente. Ella era brillante y muy elegante. En realidad, ella podía ser el tipo de persona que al clavar su sabia mirada hacía que el afortunado este se sintiera importante. Arnold a veces lo sentía así cuando lograba que ella se riera, era como un premio curioso. También le había pasado con colegas de su padre, hombres y mujeres distinguidos y extremadamente inteligentes, pero Phoebe era de su edad, habían crecido juntos pero aun así ella lucía casi mística con esa profunda mirada oscura.

Por eso le sorprendió encontrarse con su mejor amigo besándola, sentados uno junto al otro en el sillón. Gerald deslizaba su mano por la pierna femenina y la chica se aferró a ese brazo. Ella parecía feliz así. Aunque se estuviesen besando, podía notarla sonreír y deslizar sus dedos sobre esos hombros. No había esperado eso, tampoco que algo extraño se estremeciera dentro de él y una mezcla de frustración y dolor asomara por su alma.

Phoebe fue la primera en darse cuenta que eran observados y empujó suavemente al chico, sonriendo apenada en dirección de Arnold. Este le sonrió apenas, levantando su mano en forma de saludo general.

- Oh hermano, lo siento. –Gerald sonrió apenado, aunque su respiración seguía agitada- Y yo que quería darte una sorpresa.

- ¿Sorpresa? –preguntó extrañado, cruzándose de brazos, sin entrar a la sala.

- Gerald y yo somos novios. –explicó Phoebe, acomodándose sus lentes.

La sonrisa genuina en la chica y la manera en que Gerald la atrajo a su pecho hizo que Arnold sintiera culpa por la frustración que surgió dentro de él. La cabeza de Phoebe estaba apoyada justo debajo de ese mentón.

- Felicidades... -murmuró y luchó por sonreír con más ánimo- Los veo felices.

- Si, por eso quería que fueras el primero en saberlo. –explicó Gerald, inflando su pecho de puro orgullo- Ustedes dos son las personas más importantes en mi vida y me alegra mucho que se lleven bien.

- Creo que Arnold y yo ya pasamos esa etapa de llevarnos bien y somos amigos ¿Verdad? –propuso Phoebe, ladeando ligeramente su rostro.

¿Era normal sospechar que ella había estado esforzándose por ser su amiga esos últimos días? ¿No había sido todo algo natural, normal y sin intenciones secundarias? La pelinegra le miraba fijamente y Arnold tuvo que admitir que dentro de su uniforme verde escoses se la veía increíblemente inofensiva y adorable. Todo eso hacía que las emociones dentro de Arnold se colmaran de confusión y culpa.

What if...? [Cómame señor lobo] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora