El destino también cambia de opinión

363 15 1
                                    

Acto I: Del día en que estrellarse significó conocerse.

Helga tamborileó rápidamente contra el pasamano del autobús preguntándose si existía alguna posibilidad de que este fuese más rápido. Ese era un día que no podía empeorar. Como nunca se había quedado dormida y cuando salió corriendo a la ducha Big Bob se había apoderado de la misma. La chica esperó hasta que se percató que su padre estaba usando el lugar para practicar frente al espejo para una entrevista que le harían por la noche. Helga maldijo por lo bajo y comenzó a aporrear la puerta para que el hombre saliera y después de otros tantos minutos se encontró bañándose a la velocidad del sonido y apresurándose a tal manera que al salir de la ducha resbaló y cayó sentada, ahogando un grito cuando la baldosa fría hizo contacto contra su piel desnuda.

Ya sin poder creer que algo peor pudiese ocurrir, recogió su ego destruido y se fue a su habitación para encontrarse con su madre parada en medio de la misma y tendiéndole el teléfono con urgencia. Sin comprender lo que ocurría, lo tomó y sacó a su madre de manera apresurada ¿Cuál fue su sorpresa al descubrir que era Olga en la línea? Helga observó el techo con frustración, escuchando a su hermana hablarle de la maravillosa idea que tenía para celebrar que se graduaría de la Educación Media. La chica no le escuchaba, solo se dedicaba a vestirse rápidamente y hacer maromas mientras se ponía los jeans gastados, las medias largas y las zapatillas deportivas descoloridas color rosa. Al final, terminó abandonando el teléfono sobre la cama y se puso una camiseta que posiblemente era una o dos tallas más grande. Sin mirarse en el espejo se peinó y recogió su cabello en dos coletas, se hizo un perfecto lazo rosado y encima se puso una gorra de béisbol.

Helga tomó rápidamente su mochila, sacó su celular de la misma y notó que apenas tenía diez minutos para llegar, colgó a su hermana sin despedirse y salió apresuradamente escaleras abajo. Aprovechando la velocidad se dirigió a la puerta principal y sin detenerse movió la perilla para que se abriera. Pero justo ese día su padre había puesto seguro al salir y Helga lo único que obtuvo en ese gesto fue darse de narices contra la madera y clavarse la perilla en el vientre. Una vez más tomó su orgullo del suelo, lo sacudió, sacó sus llaves, salió dignamente de la casa y volvió a correr a toda velocidad, subiendo al autobús sin necesidad que este tuviese que detenerse.

Pero igual iba a llegar tarde... Rápidamente buscó en su celular, casi con una sensación masoquista y volvió a revisar el mensaje que le había llegado en la noche.

Gretel: No me importa si es tu fin de semana con Phoebe. Te quiero mañana a las 11:00AM en mi departamento. Hay algunos cambios urgentes en nuestro viaje.

Eso era casi un memo. Los memorándums no se responden, solo se acatan. Por lo que canceló sus planes con Phoebe y se preparó para las noticias ¿Qué habría pasado? La última vez que recibió un mensaje así, hace dos años, se había tratado que justo en las fechas en que iban a llegar a Alemania, el tío Klaus había sido enviado de comisión a Italia y dado que Gretel era fácil de perderse, Helga había tenido que coordinar los trenes que tendrían que tomar el día de su llegada y luego estimar su hora de llegada para ser recogidas por una lancha de la Naval y continuar el resto del viaje hasta Sicilia en la misma. Pero a Gretel no le gustaban esos cambios a último momento y se ponía de terrible humor porque detestaba hacer largos viajes constantes. Así que era mejor tratarla con pinzas o todo terminaría como cuando habían arribado a Sicilia: Un mechón de cabello arrancado, arañazos en el vientre, la camiseta desgarrada y un moretón en su mejilla que tardó días en desaparecer.

Por eso, llegar tarde era lo peor que le podía pasar en ese momento y para su mala suerte su celular estaba casi sin batería desde la noche porque se había dejado donde, casualmente, Gretel, el cargador y si intentaba llamarla era muy posible que la batería se muriese.

What if...? [Cómame señor lobo] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora