Acción y Reacción

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El destino también cambia de opinión

Acto I: Inicia el primer día de tu vida

Helga se detuvo momentáneamente frente al aparador de un Starbucks, por un momento observó el delicioso Caramel Macchiato que una comensal se bebía mientras hablaba por celular. En ese sentido, la chica agradecía al universo entero que esa cadena de cafés llegara a su ciudad, después de probar una de sus deliciosas combinaciones se había vuelto adicta. Pero repentinamente le quitó importancia al asunto cuando reparó en su propio reflejo en el cristal. Le costaba reconocerse, los zapatos deportivos azules hasta sus tobillos, las medias tan pequeñas que no se veían y el largo camino de sus piernas descubiertas hasta llegar a los cortos y ajustados shorts que resaltaban sus caderas, el top de tirantes que cubría su torso de color azul y la coleta baja que caía sobre su hombro derecho, su cabello rubio delicadamente peinado, acomodado sobre su piel descubierta cayendo ligeramente a un lado de su escote y a un lado, a la altura de su oreja estaba un lazo añil saludándola, casi burlándose. Casi parecía Alice mirándose a través del espejo, en lugar de observar a Wonderland.

Y no solo eso, si notaba el cuadro en general, su mano había sido capturada por una mucho más grande y el dueño de esta le observaba con tranquilidad. Él llevaba una chaqueta de aviador café que resaltaba su ancha espalda y una camiseta blanca con el borde del cuello color roja, sus pantalones se ajustaban bien a sus tonificadas piernas. Si, Will, con su cabello revuelto, rostro alargado y mirada grisácea era, indudablemente uno de los chicos más atractivos que había conocido en toda su vida. Y desde esa misma mañana que le entregó el lazo añil que llevaba puesto, con dieciséis años, eran oficialmente novios. Un año atrás había estado suspirando por Arnold y en ese momento, sentía sus piernas temblar al percatarse que Will le observaba divertido, jalándola a él.

- Podemos venir otro día, pero Gretel ya nos está gritando. –le recordó, señalando a la alemana, que se había subido a la espalda de Wolfgang y los insultaba dos cuadras más adelante, pero curiosamente aún se la podía escuchar y entender perfectamente.

- Alguien debería ponerla en su lugar. –susurró, avanzando con el pelirrojo.

- Te sedo el honor. –bromeó el chico, ganándose un codazo de parte de Helga.

- ¡Que valiente! –ironizó la chica, sin poder evitar reírse por el rostro del chico- No te golpee tan duro, no seas llorón.

- Oh, esperaba despertar tu compasión, Pataki. –se defendió él y soltó una carcajada al notar el escepticismo en el rostro de su novia- Del cual no tienes nada, lo sé.

- Que bueno que estés bien enterado de eso, zanahoria.

- ¿Podrían dejar sus escenas románticas para después? –gruñó Gretel, aun sobre la espalda de Wolfgang y señalándolos de la misma manera en que lo haría una reina a dos condenados- Vamos a llegar tarde. Y oh... créanme, no quieren el castigo que estoy planeando para ustedes si eso ocurre.

- No se quiere perder la cara de tus compañeros cuando te vean. –explicó Wolfgang, en tono confidencial pero lo suficientemente alto para que la alemana lo escuchara.

- Exacto, te vamos a dejar en el coliseo para la bienvenida a los novatos. –Gretel sonrió de lado pero repentinamente su sonrisa se borró al mirar al grupo, completamente asqueada se bajó de la espalda de su novio y dio un par de pasos hacia atrás, con resentimiento, levantando sus manos.

- ¿Qué? –preguntó Helga, cruzándose de brazos.

- ¡Somos novias de capitanes de equipo! –gritó de manera casi chillona y dio una patada al suelo frustrada- ¡Del quarterback y del capitán del equipo de béisbol!

What if...? [Cómame señor lobo] «Hey Arnold!»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora