"Un poco de tortura no hará tanto daño"
Era jueves y estaba lloviendo.
Perfecto.
Estaba en el bus, nada fuera de lo común, hasta que Max se sentó a mi lado.
-Holi crayoli - se recargó en mi hombro sin pena alguna, yo tenía un leve sonrojo, bueno... Estabamos en el colectivo donde la mayoría son estudiantes de mi escuela. Nadie sabe que soy gay.
Aunque no los culpo.
Yo tampoco lo sabía, o no que recuerde, no recuerdo haber pensado en las etiquetas que me tocaría ponerme al besar a Max, tocarlo, mirarlo con amor.
Cosa que se había acabado desde hace un tiempo para acá.Aunque el sexo era algo que ya no me importaba perder; una noche de viernes lo intenté con Zack, pero descubrí que se siente mejor cuando lo hago con amor. Esa noche le pedí disculpas por dejarlo solo en el baño de ese bar.
Desde hace una semana que no lo veo.
-¿qué tanto piensas, lindo?- tomó mi mano, siguiendo su pequeño momento romántico.
-Nada.- su mano era más suave de lo que recordaba, sin darme cuenta ya estaba jugando con su mano.
-¿seguro? Me gustaría acompañarte a tu escuela, para saber que tanto sucede ahí - podría jurar que el se veía muy frágil y adorable.
-Zack ya no me habla- dije sin pensar - tienes el camino libre de nuevo- Sonreí con sorna.
-me alegra- Mordió su labio. - hace mucho que no hacemos... Eso- dijo esto último en susurros.
-Ya sé, se me han ido las ganas de pronto... Cuidate Sock- di la parada y me bajé.
-¡hey, espera! - bajó corriendo para alcanzarme, pero tropezó y atravesó el autobús.
No supe cómo, ni por qué; pero ahí estaba Sock, flotando, de nuevo.
Aún no sé si eran lágrimas, o las gotas que caían del cielo, pero su cara estaba mojada, y cuando intenté secarlo, ya no podía tocarlo.
Mi corazón dolía, ¿por qué? Ni yo lo sabía. Pero dolía como un montón de cuchilladas en todas partes.
Mi cabeza daba giros, mareado y confundido, pero retomé la compostura al pasar de 4 minutos, y me dirigí a la escuela.
El me siguió, pero el camino era silencioso, con pequeños gemidos de dolor de parte del castaño, junto a las lágrimas que deberían de haber caído al suelo, más sin embargo, desaparecían. Al igual que mi odio al castaño, de nuevo.
-¿Adivina quien puede acompañarte a la escuela ahora?- habló Sock, intentando animar el ambiente frío y vacío de el aula.
-Tú - le dediqué una pequeña sonrisa.
Y aunque el se fue minutos después, sentía que él seguía conmigo.