Era una noche calmada. Todo sonido había sido tragado. El silencio reinaba. El frío aliento de la oscuridad entraba por la ventana abierta y reposaba en la cama bañada por el calor corporal de Ambrose. La mujer estaba recostada de lado con sus brazos por encima de la cabeza. Se podía decir que estaba en la línea entre la muerte de la vigilia. Por entre las sabanas un pesado puño se movió y acertó en sus costillas. Ambrose se despertó jadeando. Algo andaba mal.
— ¡¿Franco?! —llamó—. ¡Amor?! ¿Estás en casa?
Los latidos de su corazón se aceleraron. Algo estaba a punto de suceder. La puerta justo enfrente de la cama se abrió de golpe. Un médico apareció en el umbral.
— ¿Amor eres tú?
No tardó demasiado en darse cuenta que aquel no era su esposo. Tantos años junto a él podría reconocer la contextura de su cuerpo. Se mantuvo en silencio por unas milésimas de segundo, hasta que este dio un paso hacia el frente y caminó hacia ella de manera agresiva.
—¡SUELTEME! ¡¿QUIÉN ES USTED?! ¡DEJEME IR! ¡AYUDA!
La mujer bramaba mientras el medico la tomaba por el cabello, ponía su cabeza hacía atrás he introducía unas grandes pinzas por su vagina.
Ambrose escupía sangre. Maldijo al mundo que la dejo morir sola.
—¡Mi hijo! —sollozaba entre sudor y lágrimas. Las sábanas blancas de la cama estaban cubiertas en sangre al igual que sus manos. No había nada que pudiera hacer. Había usado todas sus fuerzas. Sus ojos se fueron para atrás y la habitación se desvaneció.
A la mañana siguiente, el dorado sol alumbraba el cuarto. Ambrose se encontraba sola en cama. Abrió los ojos lentamente. Aún podía sentir el peso del sollozo en su rostro. Intentó moverse y sintió un dolor donde menos lo esperaba. Sus muñecas ardían. Pensó que tenía los huesos rotos, soltó un pequeño alarido pero al examinarse se dio cuenta que estaba "bien". Movió sus piernas con temor al dolor. Deslizo lentamente la pierna izquierda entre las sabanas. Nada. No sintió dolor alguno, y en la otra tampoco. Aquello le extrañó. Tenía que mirar para saber lo que sucedía. Recordó los malos tratos del misterioso sujeto en su casa y como la tomó por las muñecas, forzándola a hacer cosas... tenían que mudarse, tenían que irse, una gran paranoia la invadió. ¿Cómo sabía que seguía sola? ¿No iba a estar nunca más a salvo? Sin darse cuenta ya está sentada en la cupay se había tapado con las sabanas hasta el cuello. Y ninguna de ellas tenía sangre. Observo desde el pie de la cama hasta arriba. Luego sus mano, ni una gota de sangre y cuando levanto el edredón para contemplar sus piernas la puerta se abrió de par en par.
—Estas despierta —dijo una familiar voz—. Te traje el desayuno.
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Los Crímenes de la Casa de Cera
HorrorUn esposa apasionada por el arte decide empezar su museo de cera en un pueblo olvidado, en el cual inició una nueva vida junto a su esposo. Deseando borrar y recuperarse del pasado tormentoso que ambos tuvieron , optaron por hacer una nueva vida. Un...