Un Nuevo Comienzo
Las nubes grises bailaban en lo alto del cielo, impidiendo que la luz dorada del sol bañara la ciudad otorgándole a las carreteras y edificios una atmosfera de frialdad, con una amenaza de que pronto llovería. Para algunos esto podía un final fresco después de semanas con oleadas de calor. Para dos individuos que salían abruptamente de un hotel, únicamente con un par de maletas entre manos aquella glacial tarde eran las pases que ellos dos habían hecho con la vida. Era casi pacífica y envolvente la libertad que los invadió. Había sido todo, todo había terminado. Los habían atrapado.
La mujer se subió tras su esposo y cerró la puerta del taxi tras sí.
Por un momento quiso llorar, otro deseó ser fuerte, pero aguantaría y resistiría, No podía mostrarse nerviosa frente al chofer. Tenían que aparentar que sólo irían de viaje. Lo que habían hecho, lo hicieron para poder sobrevivir, para poder comer y darse una vida honrada era lo justo –pensaba ella- tomaban un gran riesgo y ahora debían pagar el precio. Miró a su esposo. Un larga nariz y una mirada simple, nadie podía leer lo que aquellos ojos de sabueso escondían, pero ella sí, los había descifrado un montón de veces y leyó sus recuerdos con el trazó de un lápiz. Aparentaba ser fuerte para brindarle seguridad a su amada.
¿Qué pasaría con sus vidas de ahora en adelante? ¿Y su alguien los había visto dejar el hotel? ¿Los estaban persiguiendo? La mujer tuvo que contener las ganas de girarse en su asiento y mirar hacia atrás. Sólo esperaba que el taxista siguiera las instrucciones que le habían dado.
Llegaron al sur de la ciudad en media hora. Recibieron las maletas y pagaron al taxista, antes de entrar al taller, la mujer inspecciono la calle, al parecer nadie los seguía. Allí recibieron su auto, con un nuevo color de pintura y nuevas placas, si los de tenia la policía de caminos, estaban en serios problemas, pero era un riesgo que ambos estaban dispuestos a correr... ahora no tenían nada que perder.
Pusieron las maletas en el asiento de atrás. El señor encendió el vehículo, ella se mojó los labios pintados de color carmín. Pasó saliva mientras se introducían en la carretera.
El trayecto fue largo, las horas de miedo bastantes pero por fin habían llegado a su destino. Un pequeño pueblo alejado, ubicado en la nada. Justo lo que necesitaban para pasar desapercibidos, o mejor, desparecer del gobierno por unos años. De por vida.
El camino de entrada era de tierra lleno de pequeñas piedras.
—No es un muy buen recibimiento —comentó la mujer tratando de ver más allá.
—El camino mejorara.
Pronto comenzó el camino de asfalto. Y sin darse cuenta estaban entrando en la calle principal. Era de noche, casi la madrugada.
—Al parecer todos están durmiendo.
—Lo dudo, esto es un pueblo, seguramente alguna anciana estará observando a través de la ventana sin nada mejor que hacer... además el ruido del motor de este carro es fuerte. Creo que ya nos conoce medio pueblo.
No había muchas calles, escogieron una de las más apartadas y estacionaron la calle sobre el pasto, escondiéndose detrás de un par de árboles. Luego se pusieron sus abrigos encima, se recostaron en los espaldares y durmieron tomados de la mano, su primera noche en aquel pueblo desconocido.
A primera hora de la mañana el Señor Gallardo bajo del auto.
—Está en la maleta café, amor —señaló su mujer.
El hombre se cambió la ropa en el asiento de atrás por algo más formal. Vistió un elegante traje con una corbata sencilla. Ella por su parte repinto sus labios rojos. El hombre giró la llave y nuevamente se pusieron en marcha. Eran las seis y media de la mañana. Volvieron al inicio del camino de asfalto por donde hace unas horas habían pasado. Las personas parecían salir de sus casas para ir a trabar o abrir las tiendas locales. Varios de los pueblerinos se giraban al ver el coche nuevo que desfilaba pro entre las calles, de seguro todos se conocían entre ellos, y volteaban a mirarlos para ver quien había decidido comprar carro pero al ver que se trataba de rostros nuevos, se quedaban mirándolos. Era extraño.
En una de las intersecciones un bajito y gordo hombre se les acerco.
—Muy buenos días, Señor y Dama ¿Cómo amanecieron? es muy extraño ver rostros nuevos por este pequeño pueblo, si me disculpa la intromisión ¿Qué buscan?... ¿En qué les puedo servir?
Era la oportunidad que estaban buscando.
El esposo habló:
—Nos cansamos de la vida de la ciudad. Bullosa y rápida, una vida que no espera por nadie e iba a terminar por consumirnos. A esta edad, mi esposa y yo solo deseamos algo de paz, un ritmo de vida más lento, pasar tiempo de calidad uno con el otro, sin tener que preocuparnos por demasiados gastos... usted sabe, la vida en la ciudad puede ser muy costosa... y tal vez porque no ¡Concebir!
»Disculpe señor ¿Conoce usted una pequeña casa para dos?
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Los Crímenes de la Casa de Cera
TerrorUn esposa apasionada por el arte decide empezar su museo de cera en un pueblo olvidado, en el cual inició una nueva vida junto a su esposo. Deseando borrar y recuperarse del pasado tormentoso que ambos tuvieron , optaron por hacer una nueva vida. Un...