Capítulo 6: Ayuda Inesperada

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  Los X-Men y su universo pertenecen a la compañía Marvel, lo demás es de mi autoría. Andrew es un homenaje a mi amiga Prince Legolas, ya que usó ese nombre para un personaje en su fic de POTC "Against All Odds".

Capítulo Seis: Ayuda Inesperada


-Andrew. Responde, hijo.

Andrew se dio cuenta de que estaba flotando en un cielo negro, plagado de estrellas centellantes. La cabeza ya no le dolía y pronto comprendió que nada le lastimaba porque no podía sentir más su cuerpo. Se observó los brazos y las manos: estaban traslúcidos, su piel y sus músculos se habían convertido en un velo transparente. De repente oyó muchas voces, infinitas, algunas lejanas, otras cercanas. Las estrellas titilaron con más fuerza. Notó que el sonido le llegaba de aquellos astros y sin saber cómo, comprendió que se trataba del cerebro de las personas. Aquellas luces eran las mentes de la gente y él podía oír qué pensaban. Desorientado, recorrió el espacio con la mirada pero estaba solo en medio del universo. Nadie iba a ayudarlo. Andrew comenzó a desesperarse y tuvo miedo.

--Andrew – oyó que su padre lo llamaba desde lejos.

-¡Papá! – se alivió.

-Estoy cerca de ti, hijo mío. Sigue mi voz.

Andrew volteó hacia donde le llegaba el llamado y comenzó a mover los brazos y las piernas, como si nadara, para acercársele.

-¿Dónde estás, papá?

-Sigue mi voz. Ya estás llegando.

Andrew voló a más velocidad, y a medida que lo hacía, notó que volvía a sentir su cuerpo y a ver su piel. Al cabo de un rato, el cielo oscuro se iluminó y el niño se encontró dentro de un corredor de un blanco pulcro y resplandeciente. Al final del pasillo, estaba su padre de pie.

-¡Papá! – quiso correr hacia sus brazos pero se detuvo en seco, en actitud suspicaz -. ¿Puedes caminar, padre?

-No, hijo – le explicó Charles suavemente -. Este corredor es tu memoria y estoy aquí como una representación en tu mente. Mi cuerpo no es real pero mi voz sí lo es. Ven conmigo. Vine a buscarte para ayudarte a despertar.

Entusiasmado, Andrew corrió hacia él y lo abrazó.

-¿Estás bien? – preguntó su padre.

El niño asintió.

Charles lo tomó de la mano con firmeza para guiarlo hacia la salida. De pronto, Andrew sintió que una energía invisible y violenta lo jalaba para separarlo de su progenitor. Entró en pánico y se aferró a su brazo con ambas manos.

-¡Andrew! – exclamó Charles y se plantó en su sitio para sujetarlo -. ¡Resiste!

El niño presionó el agarre con toda su fuerza pero fue inútil. Sus dedos se deslizaron, se soltó y su padre no pudo asirlo.

La energía succionó al pequeño como un embudo y lo separó de su progenitor.

-¡Papá! – aulló desesperado -. ¡Auxilio!

Su padre desapareció junto con el corredor y Andrew volvió a encontrarse en el espacio oscuro. Ya no había luces ni voces, y el silencio le provocó más miedo.


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Hank y Sean observaron al profesor, que dejó de concentrarse, apartó la mano de la frente de su hijo y abrió los ojos. Andrew seguía inconsciente, acostado boca arriba en la cama.

-¿Qué podemos hacer? – preguntó Sean ansioso.

Charles no les respondió. Estaba triste y lejano, y solo su habilidad para conservar la calma impedía que entrara en pánico.

-¿Profesor? – apremió Hank -. ¿Cómo podemos ayudar?

-Intentaré despertarlo más tarde – contestó Xavier finalmente -. No es conveniente perturbarlo ahora – movió la silla hacia atrás -. Por favor, necesito quedarme con él a solas.

-Claro – respondieron los jóvenes y cerraron la puerta.

Charles suspiró. Se sentía impotente. Comprendía que Andrew estaba desarrollando poderes semejantes a los suyos pero aunque él también había experimentado los cambios a esa misma edad, no recordaba que hubieran sido tan drásticos. Tal vez el hecho de que su otro progenitor también fuera mutante, podría tener relación con la intensidad de los poderes de su hijo. Como le había explicado a Hank, no era conveniente entrar tan pronto a la mente del niño y no le quedó más opción que esperar.

Después de un rato levantó la mirada y se encontró con una niña de unos doce años, de piel morena y cabello blanco.

-Disculpe, profesor – interrumpió la pequeña en voz baja -. Me dijeron que Andrew se había enfermado y quería verlo.

Charles la miró directo a los ojos.

-No necesitas esconderte de mí, Raven – ordenó con firmeza.

Con una sonrisa cómplice, la niña creció y su tez y cabello mutaron hasta convertirse en Mystique.

-Fue sencillo colarme en la mansión, Charles – admitió con falsa modestia -. Vi a la niña en el jardín con otros estudiantes, escuché que la llamaban Ororo, y que comentaba que no había visto hoy a tu hijo, y decidí tomar su forma para entrar. Engañé a todos y como conozco este lugar como a la palma de mi mano, vine directo a tu recámara. Sabía que estarías aquí con él.

-¿Qué es lo que buscas, Raven? – demandó Charles, yendo directo al grano.

-Magneto me ordenó que te entregara esto – Mystique le extendió un cofre, que había tenido escondido en el puño cerrado -. Dijo que curará a tu hijo.

Charles lo abrió. Adentro había una jeringa que contenía un líquido azul fosforescente.

-¿Qué sabe él de la salud de mi hijo?

Raven me miró a los ojos. No tenía más opción que confesarle la verdad, si él podía leer su mente.

-Fue Emma Frost quien anduvo indagando mentalmente a tus amigos sin que se dieran cuenta. Lo ha hecho con frecuencia desde que Andrew nació porque Magneto se lo ordenó. Él nunca ha usado la información para combatirte sino para saber cómo se encontraban los dos y para ayudarlos, como en este caso.

Charles no necesitó leerla para saber que estaba siendo sincera. Recordaba a la antigua Raven y todavía quedaban en Mystique rasgos de ella. Así que después de abandonarlos y desinteresarse durante seis años, Erik aún se preocupaba por Andrew y por él. En silencio, guardó el cofre con la jeringa en su bolsillo.

-Pediré a Hank que estudie el líquido – anuncié fríamente -. Si es una cura como dices, se la inyectaré a mi hijo.

-Tu hijo está sufriendo – reclamó Raven, enojada -. ¿Por qué eres tan desconfiado?

-Porque se trata de mi hijo – respondió Charles con dureza. Enseguida, sintió remordimientos por tratarla así y suavizó el tono -. Gracias, Raven. Disfrázate de nuevo para salir de aquí. No creo que todos se alegren de verte rondando por la mansión.

-Hay algo más – guardó silencio -. Magneto desea que cuando Andrew despierte, vayas a la planta nuclear a platicar con él. Tiene algo que enseñarte.

-Entonces, su ayuda no es desinteresada – observó Charles, enarcando una ceja.

-Dice que lo que te mostrará salvará tu vida, la de tu hijo y la de todos nosotros, los mutantes.

-No sigo órdenes de nadie.

-Tampoco yo – contestó Raven -. Pero sé cuando escuchar si mi vida está en peligro.

Sin más que agregar, Mystique tomó una vez más la apariencia de Ororo Munroe. Saludó a su antiguo amigo asintiendo, y se retiró.

Al quedar nuevamente solo, Charles estudió el recipiente y observó a su pequeño. Andrew sufría con miedo y angustia. Hank podría demorar horas en estudiar el líquido y muy dentro de su corazón, sabía que Erik no lo engañaba. ¿Qué motivos podría tener para lastimar a su propio hijo sabiendo, además, que era mutante? Erik podía ser cruel, muy cruel, pero no se metería con uno de los suyos.

Charles necesitaba confiar en él, y con la esperanza que nunca había perdido, desnudó el hombro del niño y le inyectó la jeringa. Pasaron cinco minutos, que le parecieron eternos. De repente, la respiración de Andrew se hizo más profunda, su pecho comenzó a henchirse y aplanarse, hasta que tosió y abrió los ojos. Se encontró con su padre, que lo miraba con una sonrisa relajante.

-¡Papá! – gimió y Charles lo abrazó contra sí.

-Tranquilo – susurró -. Ya estás a salvo, Andrew – y la voz se le quebró.

El niño abrazó a su padre con más fuerza, volvía a sentirse en casa y volvía a sentirse seguro. La soledad, el miedo, las voces y la oscuridad se habían alejado y estaba junto a su progenitor. Lloró. Charles deshizo el abrazo para observarlo. Consideró que era demasiado pronto para entrar e indagar su mente, pero los ojos inocentes y alegres, y la emoción en su sonrisa le indicaron que su niño estaba bien.

-¡Papá! – exclamó Andrew ansioso -. Todo era oscuro. Yo estaba en el espacio con muchas estrellas. La gente hablaba y podía oír a todos a la vez.

-Cálmate, hijo – pidió Charles -. No debes excitarte, es conveniente que te relajes y descanses.

-¡Pero podía oír lo que la gente pensaba! – explicó el niño.

-¿Podías oír los pensamientos de los demás? – interrogó su padre interesado.

-Sí, papá – se sentó, sobrexcitado -. Igual que tú.

Maravillado, Charles permaneció en silencio. Al fin comprendía la habilidad de su hijo: sería un telépata como él. De esta manera quedaban explicadas las migrañas y las pesadillas.

-Ahora que sabemos lo que puedes hacer, podré ayudarte – aseguró Charles, secándole las mejillas -. Tendrás mi misma habilidad, serás como tu padre – afirmó con orgullo.

Andrew asintió. Charles lo empujó para que se acostara de cuenta nueva, y lo arropó.

-Debes descansar – continuó -. Más adelante, cuando te sientas mejor, comenzaremos juntos a desarrollar esto.

-No quiero tener pesadillas otra vez – sollozó.

-No las tendrás.

-¿Estarás aquí conmigo cuando despierte?

-No me apartaré de tu lado – le aseguró Charles con confianza.

Andrew se acomodó de lado con las manos debajo de la mejilla. Estaba exhausto y cerró los ojos.

-Papá – murmuró casi vencido por el sueño -. Cuando eras niño, ¿también te pasó lo mismo que a mí?

-No – susurró -. Lo mío se dio de un día para el otro, fue instantáneo. Una mañana descubrí que podía escuchar lo que los demás pensaban. Era unos años mayor que tú cuando me sucedió. Al principio me asusté, y a diferencia de ti, no quise contarle a nadie. Mi padre ya había fallecido y no confiaba en mi madre como tú en mí – suspiró, acordándose de su progenitora, fría, distante y sufrida -. Aprendí a concentrarme para controlar mi don, y sentí que era el único de mi tipo hasta que conocí a otras personas que también tenían poderes especiales.

-¿Quién fue la primera persona que conociste?

-Se llama Raven – Charles pronunció su nombre con nostalgia -. Éramos niños cuando nos vimos por primera vez. Ella vivió muchos años conmigo.

-¿Dónde vive ahora? – bostezó Andrew.

-Algún día la conocerás.

-¿Crees que conozca más niños como yo?

-Sí, y los conoces, Andrew. Está tu amiga Ororo.

-Pero ella tiene más años que yo.

-Te refieres a niños de tu edad específicamente – comprendió Charles -. Deben existir y seguramente los conocerás cuando ingreses en esta academia. Pero ahora ya debes dormirte.

Y dicho y hecho, el cansancio ganó la batalla contra su mente agotada y el niño se durmió.

Charles permaneció velando su sueño y pensó que en cuanto despertara, visitaría a Erik en la mismísima planta nuclear. Quizás, aunque sus medidas parecieran drásticas, su antiguo amigo tendría buenas razones para haberla tomado.

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Cercanía y Distancia (Cherik)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora