Capítulo 9: Ilusiones

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  Los X-Men y su universo pertenecen a la compañía Marvel, lo demás es de mi autoría. Andrew es un homenaje a mi amiga Prince Legolas, ya que usó ese nombre para un personaje en su fic de POTC "Against All Odds"

Capítulo Nueve: Ilusiones

Erik le había confesado a Charles su secreto para que lo entendiera y dejara de guardarle rencor, pero no imaginó el efecto terapéutico que le provocó el hablar y desahogarse. Después de esa noche se sintió liviano, como si se hubiera quitado un gran peso de encima, y que fuera Charles el depositario de su confesión le daba confianza. Charles no iba a traicionarlo con nadie y a partir de ahora, entendería el comportamiento de Erik durante todos esos años.

Después de la charla, Charles no parecía más enojado con él. Tal vez al fin lo había comprendido, o, quizás, el haber visto que de todos los lugares a donde podía haber acudido, Erik eligió su casa, le daba esperanza. La suya era una relación ambigua, pensó Erik, sí, como cualquier relación, solo que su deseo de venganza y su sentimiento de superioridad, habían entorpecido las cosas más de lo debido. No esperaba vivir el resto de su vida con Charles, no es que no lo quisiera, pero su vida, su pasado y su probable futuro lo distanciaban de quienes más le importaban.

Charles ya se lo había dicho: él le había quitado las personas que más amaba: a Raven, a Andrew indirectamente y él mismo lo había abandonado. Lo de Raven fue por una situación de ideales, lo de Andrew había sido un accidente que estaba dispuesto a revertir, y su propio alejamiento, bueno, era ese el verdadero problema. ¿Por qué Erik se había alejado de Charles? ¿Porque no compartían las mismas ideas? ¿Porque veían al mundo de manera antagónica? ¿O había una razón superior? ¿Y qué sentía realmente Charles por él? ¿Lo había buscado para que su hijo tuviera un padre, o por algún motivo más íntimo? ¿Por qué habían hecho el amor aquella vez? Porque no había sido solo sexo salvaje, sino que, a pesar de la feroz borrachera, había habido sentimientos en el acto sexual, o, al menos, así lo recordaban tanto el uno como el otro.

Tres días después de haber regresado a la mansión, Erik notó que era una noche clara y salió al patio. En los escalones del pórtico se encontró con Charles, que estaba sentado bebiendo whisky. No tenía la silla de ruedas cerca, lo que significaba que se había inyectado nuevamente, y se lo notaba relajado y alegre. Erik se le acercó y se sentó a su lado. Charles sirvió más whisky y le pasó el vaso.

-Estás acostumbrándote a inyectarte por las noches – observó Erik, y bebió de un trago.

Charles se masajeó las piernas.

-Andrew creció conmigo en silla de ruedas. Ahora podré llevarlo al parque, jugar y correr con él. Voy a necesitar mis piernas algunas veces.

-¿Estabas pensando en eso? ¿En lo que disfrutarás con tu hijo ahora que puedes caminar?

-Sí – suspiró, observando las estrellas -. Me devolviste la esperanza, Erik. Estaba pensando en todo lo que podré compartir con Andrew cuando lo encontremos, gracias a ti y gracias al suero. Pero no volveré a abusar de la medicación. No la necesitaré más, ahora que voy a recuperarlo.

-Volverás a ser feliz con él – aseguró Erik.

-También tú – contestó charles, ilusionado -. Podrás vivir aquí, con nosotros. Andrew necesita conocerte y crecer contigo, y tú con él.

Erik bajó la vista hacia su vaso.

-¿Le hablaste alguna vez de mí?

-No se presentó la ocasión. Tampoco tenía qué decirle. Pero ahora que estarás presente será diferente. ¿Por qué me miras así? – se interesó -. ¿Creías que te describiría como un monstruo ante nuestro hijo?

Erik sacudió la cabeza.

-Jamás, Charles. Supe que por más enojado que estuvieras conmigo, no harías algo así. Sin embargo . . .

-Sin embargo, ¿qué?

-Sin embargo, no puedo permanecer aquí y convivir con Andrew, aunque lo desee. El Gobierno me está buscando y tarde o temprano llegará a esta casa. Lo último que quiero es provocarte más problemas de los que ya te he provocado.

-No vivirás huyendo, Erik – dijo Charles -. Eso no será una vida, sino una existencia en soledad, siempre alerta, siempre corriendo. Aquí tienes un hogar.

-No te expondré al peligro por mantenerme oculto. Cuando Andrew regrese, habrá un niño viviendo aquí, si abres la escuela, habrá niños viviendo aquí. No es el lugar ideal para proteger a un fugitivo.

-Yo podría mantenerte oculto con mis poderes. Si alguien viniera a buscarte, si alguien te rastreara, lo engañaría. Tienes al mejor controlador de mentes dispuesto a protegerte y no es falsa modestia.

Erik no parecía conforme. Charles se disgustó.

-Entonces, estás decidido a marcharte.

-Créeme que si hubiera una posibilidad de quedarme sin causar problemas lo haría – confesó Erik con sinceridad.

-Te las estoy ofreciendo y no quieres aceptarla – refutó Xavier enojado.

Erik lo miró a los ojos intensamente.

-¿Te atreverías a arriesgar tu vida y la de tu hijo ocultándote aquí?

-Quiero que Andrew te conozca y crezca contigo.

-Charles – suspiró.

-Pero lo entiendo – continuó Charles resignado -. Quise obligarte a hacerte cargo de Andrew cuando para ti no fue más que el error de una noche – y calló, sintiendo que había hablado de más y había lastimado a su amigo sin necesidad.

Erik no se molestó, ni se sintió insultado. Por el contrario, sonrió.

-Estabas muy borracho esa noche cuando te me insinuaste, Charles. Yo estaba más sobrio que tú y, sin embargo, acepté tu propuesta.

Charles quedó de una pieza.

-¿De qué estás hablando?

-Sin tus poderes, tengo que ser directo para que me entiendas – bromeó Erik y se puso serio -. Me acosté contigo esa noche porque quería hacerlo, no porque el alcohol me impidiera pensar. No creas que quería usarte, lo hice porque te deseaba y aún te deseo.

Charles se quedó sin palabras y lo miró sin creer lo que escuchaba. Erik se le acercó y, sin titubeos, apoyó los labios sobre los suyos. Charles entreabrió la boca y le permitió que se la acariciara. Ambos habían probado otros labios, pero este beso les pareció el acto más dulce y puro que hubieran tenido. Se sintieron un par de adolescentes ingenuos, y fue esta inocencia lo que encendió su pasión. Erik se reclinó y Charles inclinó el cuello para que se saborearan mejor.

-Tenía que mencionarte algo – murmuró Erik, apartándose apenas -. Con Raven nunca pasó nada, jamás me acosté con ella, ni siquiera la noche que se presentó en mi recámara.

Charles sonrió con alivio pero contestó, un poco en broma y mucho en serio.

-No es conveniente mencionar a mi hermana en este momento.

Erik lo abrazó con vehemencia y lo empujó para que se acostara en el piso. La mansión tenía más de una veintena de habitaciones pero quería poseerlo allí, sobre los escalones y bajo la luna. Una idea demasiado romántica para un hombre que aparentaba no sentir nada por nadie. Dejó que Charles le atrapara los labios de cuenta nueva y que sus manos le masajearan la cintura. Sin embargo, algo no estaba bien: Erik . . . Charles . . . la noche . . . al fin juntos . . .

-Erik, espera – pidió con un jadeo.

Erik se apartó apenas, sin disimular la impaciencia.

-¿Quieres hacerlo realmente? – preguntó Charles.

-¿Estás bromeando?

-No – contestó Charles y apoyándose en los codos, se reclinó para sentarse -. Me refiero a que estamos a punto de hacerlo y aún no sabemos qué será de nosotros.

-Ya te lo he dicho, no puedo quedarme aunque lo quisiera – Erik lo soltó y con un suspiro frustrado, volvió a sentarse -. No sé qué ocurre con nosotros, Charles. No somos niños pero actuamos como tales. Tengo las ideas claras, sé lo que busco y lo que quiero pero cuando se trata de ti – suspiró.

-¿Qué ocurre conmigo? – lo incitó a concluir la idea.

-No buscamos lo mismo, Charles, eso es seguro. Tenemos miradas diferentes para con el mundo, será el pasado de cada uno, nuestras personalidades, nuestros deseos, no lo sé. Pero no pensamos igual. Si yo tuviera que pelear con una persona para defender lo que creo, sería contigo porque eres la única con el poder para hacerme frente. Al manejar los metales puedo destruir a cualquiera, sin embargo, tú tienes el poder de manipular y destruir mi mente. Eres el único que puede vencerme y debería odiarte – hizo silencio y sonrió con escepticismo -. Por el contrario, no puedo estar enfrentado a ti. Ya viste lo que ocurrió en el avión, discutimos y me acerqué con el juego de ajedrez para reconciliarnos. Cuando la bala penetró en tu espalda, sentí que el mundo se derrumbaba ante mí, y eso que he vivido la violencia en carne propia. Eres un misterio para mí, y siento que también lo soy para ti.

Charles quedó en silencio un buen rato, meditando.

-Es cierto. Representas un peligro para mis creencias. Busco la paz y tú luchas por destruir la convivencia pacífica. Podría meterme en tu mente y borrártela de un plumazo para hacer de ti la persona que desearía que fueras, pero te aprecio y admiro tal como eres.

-¿Cómo desearías que fuera yo? – se intrigó Erik.

-Desearía que fueras alguien que trabaje por lo mismo que yo.

-Me parece una respuesta incompleta – replicó disconforme.

Charles alzó una ceja.

-¿Crees que te estoy mintiendo?

-Creo que no me estás diciendo todo lo que sientes, Charles – lo miró intensamente como si fuera a devorarlo con la mirada -. Desearías que fuera un hombre tranquilo, que abandonara mis ideas para abrazar las tuyas, y lo más importante: que lo hiciera para vivir aquí contigo y con Andrew.

-No puedo pedirte lo que no puedes dar, Erik – negó, sacudiendo la cabeza.

-Pero puedes desearlo y sé que lo haces.

Incómodo, Charles atrapó el vaso para servirse más whisky.

-Está claro que no haces más que manipularme y jugar conmigo.

-Ese no es mi poder sino el tuyo, Charles.

-¡Pero lo haces! – afirmó Charles, enojado. Respiró profundo para tranquilizarse -. Viniste buscando ayuda porque estabas herido. Yo te acogí y me ofreciste ayudarme a recuperar a Andrew, me confesaste el secreto de tus hijos – tragó saliva, observando cómo Erik reaccionaba. El hombre simplemente bajó la mirada -. Con tu confesión, comprendí al fin lo que verdaderamente sentías cuando fui a contarte que estaba esperando, ahora te ofrezco protección en esta casa para que vivamos los tres . . .

-Me estás ofreciendo protección para que Andrew me conozca y tenga otro padre.

-¡Te estoy ofreciendo protección porque quiero vivir contigo! – confesó Charles, nervioso -. No puedes entenderlo, Erik. Nunca entendiste lo que yo sentía por ti – suspiró -. Sí, lo entiendes porque te valiste de eso recién para besarme.

-Estás actuando como un adolescente.

Charles tomó el whisky de un sorbo. Erik extendió una pierna en un peldaño.

-¿Qué sientes por mí, Charles? – Erik rompió finalmente el silencio -. ¿Por qué no me lo dices?

Charles no respondió y permaneció observando el vaso. Se suponía que no amaba más a ese hombre y, sin embargo, por dentro moría de amor. Lo peor era que Erik lo sabía.

-Si sabes lo que siento por ti, no hay necesidad de que te lo diga.

-No sé lo que sientes por mí, Charles. Pienso que te atraigo pero no sabes cómo llegar a mí. También tú me atraes, pero no sé cómo acercarme a ti sin lastimarte.

Charles lo miró con los ojos empañados. ¿Por qué los sentimientos debían ser tan complicados?

-No puedo quedarme – continuó Erik – porque no quiero que ni tú ni Andrew corran peligro. Sin embargo, no significa que desaparezca para siempre, puedo estar cerca de ustedes sin vivir en esta casa.

-Se nota que tengo una versión demasiado idealizada de lo que es una familia.

-No me veas como parte de tu familia, sino como parte de tu vida. Así te veo yo a ti y así te valoro. No imaginas lo bien que me hizo confesarte mi pasado la otra noche. Siento que de a poco podré sanar mis heridas y relacionarme más con Andrew.

-Eres mi familia, Erik – contestó Charles convencido -. Eres el padre de Andrew y por lo tanto siento que los tres deberíamos ser una familia.

-Pero no podemos vivir juntos.

-¿Por qué?

-¿Estás jugando a no entender o simplemente no comprendiste nada de lo que dije? – preguntó Erik hastiado.

-Te dije que puedo protegerte controlando las mentes de los que vengan por ti. Además, ahora que nos ven con otros ojos, habrá que esperar cómo la sociedad reacciona con los mutantes. Terminarán aceptándonos, estoy seguro.

Erik sacudió la cabeza.

-Eres demasiado optimista. Primero, ¿qué tal si traen a un ejército a buscarme?

-Y tú eres demasiado melodramático.

-¿Por qué? Raven redimió a los mutantes a costa mía. Yo soy el enemigo que intentó atacar al presidente y ella la heroína que le salvó la vida. Todo esto sin contar la condena injusta que me pesa por el asesinato de Kennedy. ¿Lo ves? No puedo quedarme.

-No puedes vivir huyendo tampoco.

-Estoy destinado a huir, Charles. Siempre lo he hecho.

-Nunca nos entenderemos – se dio por vencido.

-Pero no por eso deberíamos negar lo que sentimos.

Charles recogió la botella y se levantó.

-Buenas noches, Erik.

-Buenas noches, Charles.

Charles entró y Erik permaneció en los escalones, callado y pensando. En su recámara, Charles se sintió un niño desprotegido y lloró. Odiaba hacerlo pero su idealismo y sentimientos se estrellaban contra la triste realidad: Erik no cambiaría y tener a su lado a quien amaba era una vana quimera.


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Hank acababa de detener el coche y aún no quitaba la llave del motor, cuando Peter aplastó la cara contra el vidrio del lado de Erik. El metal del auto se sacudió por el susto de Magneto.

-¿Para qué me quieren ahora?

Erik abrió la puerta y el jovencito se hizo a un lado de un brinco.

-Necesitamos volver a entrar al mismo lugar.

-¿Vas a sacar a algún cómplice tuyo? – sonrió Peter con picardía.

-Necesitamos abrir un portal dimensional para rescatar al hijo de Charles, que lleva cuatro años encerrado allí – explicó Erik, poniéndose las gafas de sol -. Antes de que preguntes, no hizo nada malo: es un niño y se perdió a los siete años.

-Portal dimensional – suspiró el muchacho -. Ustedes son viejos pero saben entretenerse. Los ayudaré.

-¿Podemos entrar? – preguntó Hank, señalando la casa.

-Claro, mi madre y mi hermana salieron de compras – y desapareció en un parpadeo, dejando la puerta de calle abierta para que pasaran.

Para cuando Erik y Hank bajaron al sótano, Peter había jugado dos partidas de tenis de mesa y estaba recostado en el sofá mascando un chicle.

-¿Y bien? ¿Cómo es el plan?

Erik se sentó en la silla junto a la máquina electrónica de pin pon.

-Charles es telépata y puede controlar las mentes. Ahora está en Nueva York, conectado a una máquina que le permite llegar hasta nosotros. Él controlará a los guardias para que nos dejen acceder al aparato que abrirá el portal.

-Entonces – Peter se encogió de hombros -, ¿qué onda conmigo?

Hank tomó la palabra.

-Charles paralizará a los guardias hasta que abramos el portal. Luego deberá liberarlos para concentrarse en buscar a su propio hijo dentro de la dimensión. El portal permanecerá abierto apenas milésimas de segundo, y te necesitamos para que entres y, siguiendo las coordenadas de Charles, que se comunicará contigo telepáticamente, encuentres al niño y lo saques de allí.

-Entrar en una dimensión desconocida, encontrar a un niño y sacarlo de allí en milésimas de segundo – enumeró Peter, entusiasmado.

-Y todo dentro del Pentágono – añadió Hank para alimentar más su interés.

-¡Acepto! – proclamó el muchacho, y reventó un globo con la goma.

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Manipulando a los guardias y agentes, Charles les ahorró tiempo y energía. Llegaron hasta la cámara, un nivel más arriba de donde Erik había estado encerrado, se encerraron dentro de ella, y Hank activó la máquina. El portal se abrió y el telépata entró a rastrear a Andrew. Halló su mente como un punto débil, adormecido, y dio la ubicación a Peter. El muchacho entró, se dio el justo de ponerse los auriculares para que lo acompañara el tema "Time" de Pink Floyd, recogió al niño y salió antes de que el portal se cerrara.

Hank y Erik contuvieron el aliento cuando Peter regresó con Andrew en brazos. El pequeño estaba en coma y tenía el mismo aspecto de cuatro años atrás.

Erik se dirigió a la puerta para enfrentar a los guardias pero no fue necesario. Desde su mansión, Charles volvió a controlarles la mente y los cuatro pudieron salir y regresar la casa de Peter sin dejar rastros de su visita.

Dentro del jet, Hank acomodó a Andrew en uno de los asientos y le abrochó el cinturón. Erik se sentó junto al niño, mientras Beast iba a la cabina a poner en marcha la nave. Lo observó por primera vez con la mirada de un padre. Andrew parecía un ángel dormido. Tenía su nariz y su rostro anguloso, pero la boca y la forma de ojos eran de Charles. También la tez pálida y las manitas regordetas. Sin darse cuenta, jugó con su cabello ensortijado y le apartó un mechón de la frente. Por un segundo, recordó a los gemelos que había perdido y sintió que su odio hacia Shaw renacía. Pero la presencia inocente de Andrew le devolvió la calma, algo que nunca nadie antes había conseguido. De pronto, oyó a Charles dentro de su mente.

-Andrew también es hijo tuyo, Erik.

-Lo sé, Charles – suspiró.

Tras recordarle esto, Charles se quitó el casco para desconectarse de Cerebro, y observó la bóveda celeste: ya era una realidad, Andrew regresaba a casa.

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Cercanía y Distancia (Cherik)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora