Capítulo 12: Juntos Los Tres

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  Los X-Men y su universo pertenecen a la compañía Marvel, lo demás es de mi autoría. Andrew es un homenaje a mi amiga Prince Legolas, ya que usó ese nombre para un personaje en su fic de POTC "Against All Odds"

Capítulo Doce: Juntos Los Tres

Mientras que Hank seguía en el laboratorio trabajando en los estudios de Andrew, Charles revolvió el refrigerador para encontrar comida saludable para la cena de su hijo. No había verduras, ni carne, ni huevos, ni lácteos, solo comida enlatada de dudosa calidad y conservación. Antes de mortificarse, marcó el número de una pizzería y dio por solucionado el asunto. Se ubicó junto a la mesada a esperar y en eso estaba cuando Erik llegó del jardín con Andrew en brazos. Padre e hijo tenían una sonrisa que se les escapaba de la cara.

Charles se alegró.

-Parece que el encuentro fue un éxito – comentó, moviendo unas banquetas para que se sentaran con él.

-A Erik le gustaba columpiarse alto y rápido como me gusta a mí, papá – exclamó Andrew, entusiasmado.

-Puedes llamarlo también papá, Andrew – observó Charles.

-Erik está bien para mí – intervino Magneto. Se sentó con su hijo en brazos y lo acomodó en una rodilla -. Ya nos conoceremos mejor, ¿cierto?

-Sí – prometió el niño y con toda confianza enredó ambos brazos en el cuello de su progenitor -. ¿Quieres que te llame papá también?

-Te he dicho que puedes llamarme Erik, papá o padre. Tú eliges.

-Si te llamo papá, papá voltearía – observó Andrew -. Pero puedo llamarte padre.

-Ya te dije que no importa cómo me llames.

Charles dedicó a Erik una mirada. Sabía, sin necesidad de leerle la mente, que deseaba que su hijo lo llamara papá.

-Dile papá, Andrew, y si yo me confundo y volteo, nos divertiremos los tres.

-También jugamos al ajedrez pero no terminamos – siguió explicando el niño -. Tengo que acabar con su rey para ganarle.

-Podríamos terminar la partida mañana – sugirió Erik -. Además de volver al columpio – volteó hacia Charles -. ¿Hay algo de cenar?

-Las pizzas llegarán en cualquier momento.

-¡Pizzas! – sonrió Andrew.

-Por esta noche tendrás pizza y helado, Andrew – explicó Charles -. Pero a partir de mañana volverás a comer verduras, pastas y frutas como siempre.

-Pero hoy habrá pizza y helado – recordó Erik, mirando al niño con complicidad. Charles se echó hacia atrás en la silla, por un lado le agradaba que Erik quisiera consentir a su hijo, pero todavía no habían discutido el tema de los límites -. No me mires así, Charles. Hoy estamos de festejo.

-Vaya que sí – sonrió Charles.

En ese momento, sonó el timbre y Erik fue a atender con Andrew en brazos.

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En varias ocasiones, tanto Charles como Erik se plantearon si estaban viviendo la realidad o se trataba de un sueño. Los dos cenando alegres y distendidos con su hijo, entre bromas y risas. Parecía que después de tanto sufrimiento, el tiempo se hubiera congelado para regalarles este instante.

Andrew la pasaba muy bien con Erik. Era comprensible que no tuviera la entrega que tenía con Charles pero con el correr de las semanas, Erik podría ganarse su confianza. El niño jamás se había planteado por qué había vivido hasta ahora con un solo progenitor, y el descubrimiento de la existencia de otro más había sido una sorpresa, que estaba disfrutando. No se atrevía a llamarlo papá aún, porque ese apodo iba dirigido a Charles, el padre que lo había educado y protegido.

Más tarde, Hank bajó a la cocina pero no quiso interrumpir la velada familiar y tras servirse varias porciones en un plato, buscó una excusa para regresar al laboratorio. Finalizadas las pizzas y el helado, Erik se levantó y fue al lavadero. Charles comprendió el mensaje: en las ocasiones en que habían convivido, allá por 1962 y en esta última semana, Erik jamás se había encargado de ningún quehacer, apenas si preparaba su lecho por la mañana, pero quiso fregar los platos y vasos para darle la oportunidad a Charles de llevar a Andrew a la cama. Algo que padre e hijo se merecían después de cuatro años.

-Nos veremos mañana, Erik – lo despidió el niño, agitando la mano -. Perdón – rió bajito -, tengo que acostumbrarme a decirte padre.

-Erik está bien, ya te lo dije.

-Ve a darle un beso – ordenó Charles a su hijo con un pequeño empujón.

Andrew corrió y desde el fregadero, Erik se inclinó para que lo besara. Acto seguido, regresó con Charles, que lo cargó en sus rodillas en la silla. Así fueron a la recámara del niño, que se mantenía intacta como la última vez que había dormido allí. Había sido una orden de Charles, no tocar nada de esa habitación, y aunque jamás había tenido el valor de entrar en ella, Hank la limpiaba regularmente.

Entusiasmado, Andrew subió a la cama, mientras que su padre le corría la sábana y la manta. Se acomodó sobre la mullida almohada de costado y Charles lo arropó.

-¿Quieres que te lea algún cuento?

-No – Andrew sacudió la cabeza, con las manitas apoyadas debajo de la mejilla -. Quiero que me cuentes la historia de cómo tú y Erik se conocieron.

Charles sonrió suavemente. Tenía que aceptar que era un pedido justo.

-Fue hace muchos años, antes de que nacieras. Gente del Gobierno me pidió que lo ayudara a capturar a un hombre malo, y cuando fuimos a buscarlo, conocí a Erik, que también quería atraparlo por su cuenta.

-¿El Gobierno te pidió ayuda por tus poderes?

-Así es, Andrew.

-¿Erik tiene poderes? – preguntó, interesado.

-Sí – asintió su padre -. Pienso que es más poderoso que yo.

-¿Qué puede hacer? – Andrew era toda curiosidad.

-Puede mover metales, doblarlos, levantarlos. Tiene mucha fuerza.

-¡Wow! – exclamó el niño y se sentó en la cama.

Charles lo empujó para que se acostara de cuenta nueva.

-Mañana podrías pedirte que te enseñe – sugirió, mientras lo arropaba -. Mañana podremos hacer muchas cosas los tres y tal vez él también quiera contarte cómo nos conocimos.

-Papá, ¿por qué dormí tanto?

Su padre guardó silencio antes de responderle.

-No lo puedes recordar, pero mientras dormías, una persona que no nos quería ni a tu padre ni a mí, te alejó de nosotros sin que pudiéramos hacer nada para detenerla.

-¿Por qué hizo eso?

-Porque quería vengarse de tu padre.

-¿De Erik?

-Erik es tu padre, Andrew – le aseveró con suavidad -. Quería lastimarnos y por eso te envió a un lugar donde dormiste mucho tiempo. Afortunadamente una gran amiga mía, Raven, descubrió cómo encontrarte y pudimos traerte de regreso.

-¿La Raven de la que me hablaste, papá? – rememoró el niño -. ¿La que vivió muchos años contigo?

-Ella misma – Charles recordó la conversación que había tenido con su hijo -. Ella le explicó a tu padre qué hacer para que pudiéramos encontrarte y él vino a buscarme.

Abstraído, Andrew se hizo un ovillo. Su padre leyó lo que pensaba: el miedo de que otra vez lo alejaran de su familia, o que le hicieran daño a él o a Charles. Con cariño, le acarició la mejilla y el niño lo miró.

-Nada va a pasarte, Andrew. Ahora estamos tu padre y yo para protegerte.

-Y Hank.

-Y Hank también – asintió -. Nadie va a alejarte de nosotros. Te lo prometo.

-¿Por qué esa persona se quería vengar de Erik?

-Porque sentía celos de que tu padre se interesara en nosotros – creyó Charles conveniente decirle la verdad -. Sabía que si te perdíamos, sufriríamos mucho tanto él como yo. Pero, ¿sabes algo, Andrew?, debemos tratar de dejar atrás esos momentos tristes y pensar en los buenos que vendrán. Mañana vamos a divertirnos los tres.

El niño asintió. Charles esperaba tranquilizarlo de esta manera.

-Es hora de que descanses, hijo – finalizó -. Mañana será un nuevo día.

Andrew alzó la cabeza para que lo besara. Nuevamente, su padre lo arropó y se retiró tras apagar la luz del velador. Al observarlo antes de cerrar la puerta, Charles percibió que el tiempo no había transcurrido y esos años de tristeza se sintieron lejanos, como si pertenecieran a un pasado remoto.


••••••••••••••••••••••••

Charles regresó a su recámara, feliz como no se había sentido en mucho tiempo. Al pasar junto al taburete a los pies de la cama, encontró los frasquitos de suero y la jeringa. Entonces, recordó el sacrificio que había hecho. Era violento aceptar por segunda vez que no volvería a caminar, pero en esta ocasión la carga no se sintió tan pesada. Al volver a sentirse inválido no podría, entre otras cosas, cumplir su sueño de disfrutar como lo había esperado con su hijo, pero el hecho de haberlo recuperado lo aliviaba y hacía que su sacrificio hubiera valido la pena.

Recordó las innumerables noches, nada lejanas, cuando juraba que gustoso daría su vida por saber que su niño estaba bien, y que aceptaría cualquier dolor con tal de volverlo a tener en sus brazos. Hoy era inmune al suero pero su corazón estaba colmado al fin con el regreso de Andrew.

Fue hasta su mesa de cama para abrir el cajón. Dos días atrás había traído de su despacho las notas que había dejado inconclusas años atrás y con una sonrisa, sintió el deseo de continuarlas. Con los ojos empañados, las releyó después de tanto tiempo y se dirigió al escritorio, ubicado en un rincón de la alcoba, para seguir escribiendo.

"Pasé cuatro días en observación bajo el cuidado de Azazel. Erik no se presentó más a saludarme, hoy entiendo por qué había reaccionado así, pero en ese momento no, y su ausencia me molestó y levantó aún más el muro que había entre nosotros. Sin embargo, no permití que eso estropeara mi alegría y disfruté de Andrew. "

Cercanía y Distancia (Cherik)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora