Prólogo

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Serena Tsukino estaba dispuesta a lanzarse contra cualquiera que dijera que el futuro era prometedor. Varias veces había tenido que contenerse para no salir a la calle y empezar a increpar a los obreros de la ampliación de la carretera. Otras veces deseaba simplemente elevar la vista al cielo y dejar que las lágrimas le resbalaran por las mejillas. Más tarde o más pronto tendría que afrontar lo que no deseaba afrontar: un futuro incierto. O peor, la negación de su pasado.

Su hermana, Minako, sus dos mejores amigas y ella estaban prácticamente solas en su bar, La Tentación, abrumadas por la carta que habían recibido del instituto de patrimonio histórico. Ellas habían pedido que su edificio fuera declarado monumento histórico para poder salvarlo de la demolición. Pero les habían denegado la petición.

El futuro no era prometedor para ellas. Nadie podría evitar que el ayuntamiento terminara con su negocio, que llevaba veintiún años funcionando. Y todo, porque otras empresas más nuevas, y que pagaban más impuestos, habían presionado para ensanchar la carretera, una obra innecesaria según Serena.

—Esto es el fin —dijo, todavía sin creérselo—. Sabía que los del instituto de patrimonio histórico no nos harían caso.

En realidad no se dirigía a las demás, simplemente pensaba en voz alta para poder soportar mejor su tristeza. Entonces vio que todas la miraban y decidió ocuparse en algo: prepararía el cóctel de la casa, el Cosmopolitan.

Minako y ella habían escogido ese nombre tres años antes, cuando su madre les había traspasado el bar. El nombre era irónico, ya que Kendall era un pueblo de Texas de lo menos cosmopolita.

Cuando Serena se dio cuenta de que se le había olvidado echar alcohol en la coctelera, que sólo había puesto el hielo, tuvo que admitir que estaba muy afectada por todo aquel asunto. Y corrigió rápidamente la situación añadiendo un buen chorro de vodka.

Todas parecían estar esperando a que ella dijera algo.

—El pueblo quiere una carretera más ancha, así que se terminó para nosotros —dijo todo lo suavemente que pudo—. ¿De verdad creíais que íbamos a conseguir algo?

Sirvió el cóctel y vio que las otras mujeres estaban esperando que ella las animara, que les asegurara que todo iría bien: Minako estaba a punto de echarse a llorar, Rei suspiró deprimida y Lita parecía más nerviosa que otra cosa.

Ninguna de ellas parecía sentir tanto como Serena la pérdida de aquella forma de vida que su familia había mantenido durante dos décadas. Serena estaba furiosa y destrozada a la vez.

Le sorprendía ver a Minako conteniendo las lágrimas. Su hermana nunca lloraba, era la roca de la familia, la estable... la antítesis de ella, en resumen. Su hermana, seis años mayor que ella, era inteligente, calmada y responsable. Era la buena chica.

Serena era todo lo contrario. Su pelo rubio y sus ojos azules podían hacerla parecer angelical al principio, pero su actitud y su increíble habilidad para meterse en problemas la convertían en un pequeño diablo.

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