Capitulo 9

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La mañana del jueves, Serena se dio cuenta de que el pedido que había hecho a su proveedor de bebidas no había llegado. Había estado tan ocupada, que no se había dado cuenta hasta entonces. Aparte del asunto del bar, había comenzado a preparar la mudanza de su apartamento y a buscar uno nuevo. Como había vivido en Kendall toda su vida, sabía bien dónde quería vivir y con un par de visitas encontró uno que le gustó.

El proveedor tenía que haberse presentado el lunes para reaprovisionar al bar después del fin de semana. Llevaba trabajando con el mismo hombre tres años y siempre era puntual a su cita de los lunes. Pero Serena había estado tan atareada, que no había caído en la cuenta de que no había aparecido. Hasta la noche del miércoles, en que un público bastante numeroso había acudido al bar y había sido evidente que estaban quedándose sin suministros.

Serena supuso que la multitud era resultado de que el bar iba a cerrar el siguiente fin de semana. Parecía haberse corrido el rumor, y antiguos clientes estaban pasándose por el lugar para despedirse. Serena vio caras conocidas que no habían vuelto desde que habían comenzado las obras de la carretera.

A causa de todo lo que habían bebido, sólo le quedaban dos barriles de cerveza y muy pocas botellas del resto de bebidas alcohólicas.

Serena estaba a punto de llamar al proveedor y poner el grito en el cielo cuando el teléfono sonó.

—La Tentación, ¿dígame? —contestó ella.

—He hecho una locura.

Necesitó un momento para reconocer la voz de su hermana, porque Minako y la palabra «locura» no solían ir juntas.

—¿Una locura, tú?

—Me he prometido.

Serena se quedó tan atónita, que se le cayó el auricular de las manos. Lo recogió torpemente y se lo colocó de nuevo junto al oído.

—¿Con quién? —preguntó, sin poder creerse aquella inesperada noticia.

—El chico con el que estuve saliendo hace años cuando pasé el verano en casa de tía Jen. Se llama Steve. ¿Quieres venir a una boda el sábado?

¿El sábado? Caramba, su hermana no sólo iba a casarse, ¡además iba a hacerlo repentinamente! Aquélla no era la Minako de siempre. Pero la vida de Serena también estaba siendo un poco inusual durante las dos últimas semanas.

¿Quién iba a decirle que iba a enamorarse como una tonta de un músico desheredado?

Entonces advirtió que Minako estaba esperando que contestara a su invitación. Serena carraspeó.

—Claro, allí estaré. ¿Quién si no iba a ser tu dama de honor?

—¿Lo dices en serio?

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