CAPÍTULO VII: Nulla Poena sine Culpa

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CAPÍTULO VII: Nulla Poena sine Culpa 

¿Por qué todo está tan oscuro como boca de lobo? Tan solo percibo un frío que se cala en mis huesos, demasiada humedad condensada en el aire. Tratando de reconocer mi ubicación, comienzo a caminar descalza a través de… una cueva o un pasadizo tal vez, sin ningún rastro de claridad. Y a lo lejos, advierto resonantes pisadas acercándose vertiginosamente. Alguien viene pisándome los talones. Miro hacia atrás y permanezco ciega en la negrura. Entonces escarmiento un espeluznante escalofrío levantándose por mi médula espinal. Nada bueno se avecina. A toda prisa, aprieto el paso, y como eso me persigue, cada vez corro más y más rápido, patinando sobre el suelo mohoso, resbaladizo. ¿Por qué no se detiene? ¿Qué quiere de mí? Súbitamente, una sensación tan gélida que quema la piel de mis pies, me atrapa, haciéndome desmoronar dentro de decenas de decenas de manos, todas a mi alrededor, trayéndome desmesuradamente hacia abajo con ellas. En un intento de liberarme, batallo desesperadamente, arrancando cada mano sorbiendo mi propia luz como ávidas sanguijuelas. No, no, aléjense de mí. Déjenme ir. No puedo con todas a la vez; son demasiadas. Y frente a ellas, resplandece otro par de blancos pies descalzos. Aturdida, busco divisar su figura, pero es incorpórea. Solamente hay una embrujada máscara tribal como de un horrible demonio girando 180° grados a contracara, y finalmente se revela quién es. ¡¿Oh, Gianni, eres tú?! ¡Ven a ayudarme por favor! Imploro recubierta casi en mi totalidad por el frenesí de manos enterrándome viva. Mis ojos tan sólo consiguen contactar los suyos, lucen tan aterradores con una flama endemoniada interiormente. Sus labios pronunciando mi nombre, Liz, Liz… Oh no, esa no es su voz. Necesito tocarlo, saber si es real. Trato de alcanzarlo; el efecto es todo lo contrario, arrastrándome hacia atrás, hundiéndome más… más. No…

―Liz, vamos, despierta… despierta… ya – alguien batuquea mi rostro.

Abruptamente, abro mis ojos fuera de sus orbitas oculares, y aspiro una intensa bocanada de aire, llenando el vacío dentro de mis pulmones. Ojos despejados, limpios brillan hacia mí en medio de la tenue oscuridad donde yazgo agonizando.

―Está bien, bella. Sólo fue un mal sueño – un hombre dice en tono aplacador, secando la ligera capa de sudor en mi frente con su mano.  

―No, no… es… – balbuceo, mirando a todos lados totalmente perturbada. ¿Dónde están esas manos? Ellas me querían muerta. De nuevo, vuelvo mis ojos a ese rostro pálido y desconocido como la única luz entre las sombras, y desesperadamente busco refugio en ella, abrazándolo con todas mis fuerzas. Trayéndome entre sus brazos, se endereza sentado en el borde de la cama.

―Calma, calma. No sucede nada. Yo estoy aquí… contigo – dice en voz baja, su respiración tibia se estaciona en mi sien, rozándola con la punta de su nariz a la vez que asienta su mano en la parte posterior de mi cabeza, sobrellevándola hacia su hombro, y me mece continuamente como a una niña medrosa.

Por un momento, nos mantenemos de esa manera, sus brazos a mi alrededor se sienten tan bien, reconfortantes, acogedores, seguros como una muralla inquebrantable. Entretanto mi agitada respiración se va normalizando poco a poco así como mi cuerpo comienza a reagruparse con mi mente. ¿Mi Dios, hasta cuando mis malditas pesadillas me despertarán todos los días sin excepción? ¿Acaso nunca saldrá el sol para mí? Angustiada, aprieto mis párpados, acurrucando mi cabeza en su hombro, y la bruma se dispersa fuera, dándole paso a un carrete de difusas imágenes del día anterior que remotamente me ubican en el ahora y el presente con… Oh-oh.

A hurtadillas, abro un ojo, y tratando de corroborar mi último recuerdo, una intentona de beso no-bienvenido en lo absoluto, miro de refilón a las puntas curvadas hacia arriba de su abundante cabellera negra al lado de mi cabeza. ¡Santa, santa mierda! De vuelta a la cama, me tumbo, escondiendo hasta mi cabeza por debajo del edredón. Honestamente, todo esto es tan, pero tan engorroso que todavía no logro diferenciar qué fue lo peor en presencia de este hombre: Nathan viendo por sí mismo el inmenso poder destructivo del que nunca me creí capaz, o… tratar de besarlo a la fuerza cual acosadora demente. Rayos. ¿Por qué no desperté en un manicomio?Al menos allá, sería genial compartiendo la misma onda cerebral.

Millas de Vuelo al SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora