CAPÍTULO XI (PARTE 1): Las Puertas de Jano

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CAPÍTULO XI: Las Puertas de Jano

¡Qué extraño sitio umbrío! El alto techo abovedado con frescos renacentistas, y espejos, muchos espejos dispuestos lado a lado a través de un largo corredor que termina en penumbras, mientra estoy parada en el medio de la nada. Me miro a mí misma en el espejo frontal, y de repente, creo gritar del susto ante la visión más impía y moribunda de mí. Mi rostro ceniciento con pigmentaciones oscuras que me carcomen la piel, y llevo un ajustado vestido negro, de manga larga que acentúa mi redonda panza despuntando y latiendo como un corazón vivo. ¡Santos cielos! Mi bebé todavía está aquí, dentro de mí. Inundada por la emoción, lo acaricio tiernamente. Sin embargo, mis movimientos no se proyectan, ni mis manos perciben algún abultamiento en mi abdomen. ¿Por qué me engaño a mí misma? Esto es una vil mentira. Él no volverá, nunca jamás por mi culpa. Casi rompo a llorar, pero los ojos oscuros de esa mujer, o sea los míos aunque en realidad son claros, no se humedecen por el contrario, poseen un brillo flamígero que supura abominación, malignidad. Y siento palidecer cuando mis labios amoratados lentamente se van estirando hasta sonreírme de la manera más putrefacta, perversa y diabólica que no reconozco en mí como si disfrutara verme morir de inquina. Sacudo mi cabeza, horrorizada, estremecida. No, yo no soy esa, no puedo serlo. ¡¿Por qué me atormentas?! Rujo enfurecida, empujando el espejo, haciéndolo mil pedazos, y todo se reconvierte en otra versión con matices dorados de mí... ¿desnuda? ¡Madre mía!

Pudorosamente, trato de cubrirme con mis brazos y mis manos sin éxito, pues permanezco como Dios me trajo al mundo aun cuando una mano pálida y muy larga como para ser la mía, sin duda, de un hombre, emerge entre los tirabuzones de mi melena dorada y mi hombro hasta sujetar mi cuello posesivamente, entonces otras más se le unen: sobre mis senos, arribando a mi ombligo, sujetando mi cintura, acariciando mi vientre plano de vuelta a la normalidad. En total son 6 manos. No hago nada por quitármelas de encima. Todas palpan y tantean las zonas erógenas de mi cuerpo como serpientes. Esto es tan jodidamente excitante. La última mano presiona descendiendo parsimoniosamente hacia mi pubis, se escabulle por mi entrepiernas y sus dedos resbalan hacia adelante y atrás a través de húmeda intimidad. Pongo los ojos en blanco. Hmm... se siente tan bien. Urde círculos sobre mi clítoris sin pausas. Más... más. Comienzo a quejarme con el ritmo de mi respiración adulterada, columpiando mis caderas por necesidad a ser llenada. Mis deseos tácitos son escuchados - un dedo me penetra. Gimo, reforzando esa mano con la mía justo donde veo que se encuentra, sobre mi monte de venus, pese a que no la tiento. Todo es un espejismo que me enloquece y estremece, acelerando sus irrupciones, un dedo más le acompaña. Grito y grito, acribillada. Oh, Dios, oh... oh...

Levantándome de golpe con los ojos desorbitados, aspiro una enorme bocanada de aire. ¿Qué diablos está sucediendo? Trato de distinguir el espacio en sombras, mientras jadeo - esta no es mi habitación - y me desinflo cuando logro ubicarme, tumbándome de vuelta a la cama. Todavía estoy en el Savoia. Con mis manos temblorosas, seco la ligera capa de sudor en mi frente. Calma, calma, fue sólo un sueño o... un sueño húmedo o... una pesadilla. ¿Cómo clasificarlo? Quizás ambas entremezcladas. Suelo sufrir de terrores nocturnos, pero nada que se le asemeja a esto en lo absoluto. Estoy muy confundida, ofuscada, mi cuerpo en brasas incandescentes crepitando desde el dedo gordo hasta el último pelo. ¿Tuve un orgasmo? ¿Otro? No lo sé... Aprieto los párpados, respirando profundo en un intento de serenarme. Necesito una ducha helada... urgente. Entonces se reactiva un recordatorio mental como una estridente alarma. ¡Oh, joder, no estoy sola en esta habitación!

Sobresaltada, miro al lado opuesto de la cama, que en realidad era el mío anoche. ¿Por qué desperté nuevamente en el de Nathan? Y gracias al cielo, lo único que encuentro es un gran vacío y sábanas ligeramente arrugadas - no me atrevo a imaginar las cosas que pude haber dicho dormida esta vez -, y más allá, en su mesita de noche, una nota de su puño y letra, una letra bonita y clara a simple vista, dos particularidades muy propias en él, junto al reloj digital, anunciando las 09:59 am. Vaya, por segundo día consecutivo duermo corrido y profundo, sin embargo, algo más acapara mis pensamientos: ¿Dónde andará Nathan? Me estiro para alcanzarla.

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⏰ Última actualización: Nov 08, 2014 ⏰

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