— Despertate. — Susurré al empujarlo con mis pies.
— ¿Qué hora es?
— Las 6:45.
— Hmmm. — Gruñió, abandonando mi pecho para taparse la cara con la almohada.
— Dale, que tengo que ir a la escuela.
No reaccionó. Incluso cuando intenté quitarle la almohada, se rehusó, molestándome con su pie.
— Dejame dormir.
Intenté molestar su cara con mis dedos, pero lo único que logré fue hacerlo sonreír.
— Quedate.
Y no hay cosa que haya querido más, pero algo en mí dudó en hacerlo, por lo que, con Dagaz a mi costado, me acosté detrás de él. Mi corazón era un grito de guerra anticipado, la tensión recorrió todo mi cuerpo y me mantuve estático, hasta que su mano llevó a la mía a rodearlo por la cadera, recorriendo su torso el el proceso. Apoyé la frente de mi cabeza sobre la suya y, en un descargo de aire masivo, cerré mis ojos. Él no dejaba de jugar con mi mano; apretaba, cosquilleaba y reía en un tono casi imperceptible. Mi única reacción fue acariciar su cuello con mi nariz, aunque luego pasaron mis labios.
Nunca creí que ese momento llegaría. Cuando Elian se dio vuelta para quedar frente a mí, fingí estar dormido, y él se acercó tanto a mí que sentía su cálida respiración sobre mi boca.
Quería besarlo, pero no pude hacerlo.
Sus dedos se deslizaron por mi cabello, como lo hace el aire sobre el césped todos los días, mientras que el magnetismo entre nuestros cuerpos nos unió. Aún entre capas de ropa, sentí que estábamos desnudos, no a un nivel físico, sino personal.
Fui yo quien lo abrazó, y aún conociendo su mirada de memoria, la vi de manera diferente. A pesar de tener 17 años, como yo, parecía un niño. Su inocencia era lo que más me gustaba.
— Estás muy flaco. — Susurró, casi chocando sus labios contra mi boca.
Estábamos a menos de un centímetro.
— Tengo que irme.
Me levanté, sostuve a Dagaz y, aún cuando nada parecía moverse, él dio su último susurro.
— Perdón...
En las calles, nada parecía tener vida. Olvidé el hecho de que congelé el tiempo. ¿Cómo entonces Elian pudo hablarme?
Dejé que todo siga su curso, con el reloj en mano, hasta que el impacto de un auto me tiró al suelo, dejándome inconsciente.
— Aiden Ó Loingsigh, 17 años, hijo de Elizabeth y Charles. ¿Es correcto?
Nunca antes escuché esa voz, femenina, un poco apresurada, pero dulce a la vez.
— ¿Dónde estoy? — A mi alrededor era todo un destello de luces, pasando luego a ser borroso, y ver alguien frente a mí del otro lado de la mesa.
— Estás en la seccional primera, como sospechoso de homicidio agravado de Oscar Wells.
Sus delicadas manos dejaron tres fotos sobre la mesa. Un primer plano, resaltando la herida, una de más lejos, mostrando su cuerpo sobre un pequeño charco de sangre, y una tercera, de su cuerpo extendido sobre el lugar.
Si esto era real, tenía que pensar demasiado lo que iba a decir, por lo que preferí callarme.
— ¿Reconocés a este hombre?
— Creo... me parece conocido. Hace alrededor de un mes me paró para pedirme un cigarro, pero no fumo.
— ¿Eso es todo lo que recordás?

YOU ARE READING
Eón
Algemene fictieAiden es un joven de 17 años que puede controlar el tiempo, lo que lo lleva a lidiar con lo absurda que se volvió su vida desde que obtuvo sus habilidades, hasta que resurgen sus pesadillas.