Capítulo 6 - Camelot

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Su habitación blanca dejó de reflejar luz, hace minutos sin que nos diéramos cuenta.

— Perdón por quemarte, no me di cuenta... — Susurró, lamentando, mientras ponía bolsas de hielo en mi espalda.

— Está bien, no es necesario, mirá.

Tomé a Dagaz, y aceleré el proceso de regeneración en mi espalda.

— Eso podría haberme sido útil hace unos años...

Aleko se terminó de vestir y se levantó. Encendió una llama, y fue tomando forma mientras hablaba.

— Descubrí mi habilidad a los 8 años, y mi hermano tenía 6... Novak y yo estábamos peleando, como era costumbre, y aunque no éramos muy brutos, me enojé mucho cuando tiró mi cámara analógica. Sentí por primera vez el fuego nacer y salir de mí, cuando le pegué una cachetada, lo más fuerte que pude.

Las llamas, que mostraban el rostro de un niño, formaron la marca del golpe.

— Su cicatriz quedó, mis padres casi se mueren cuando lo vieron, y él no dejaba de llorar. Mi mamá me agarró, mientras discutía a los gritos con mi papá, que llevaba a Novak entre sus brazos. Mucho no escuché de lo que decían, pero sin siquiera dejarme llevar mis cosas, ella me metió en un taxi, sacó los pasajes de un tren y subimos lo más rápido que pudimos.

— ¿A dónde fueron?

— A Alemania. Desde ese día no volví a Suecia, pero eso no es lo peor. Al pasar los años me di cuenta de que mi mamá me llevó porque el gobierno nos persigue, porque nos consideran peligrosos para la sociedad, o porque no soportan que seamos más poderosos que ellos. A mí no pudieron a encontrarme, pero creo que mi hermano... por lo que sé, no volvió a casa. Supongo que se quedaron con él para examinarlo, por si tenía habilidades como yo. Ni siquiera sé si sigue vivo.

— Lo siento... — respondí, con un nudo en la garganta. — Podemos viajar y retroceder el tiempo, quizá algo podemos evitar, no sé...

— No, Aiden, está bien. Esta es mi lucha.

Noté un gesto raro en él. Realmente quería llorar, pero no podía.

— Si querés, podés acompañarme a la edad media, a buscar un herrero que construya mi guantelete...

— Primero descansemos un rato, ¿te parece?

Se acostó a mi lado, aunque la cama haya sido de una plaza, y llevó mis manos a abrazarlo. Aunque su cuerpo se haya sentido fuerte y caliente hace unas horas, ahora era frío y débil.

Por un lado, sentí que no podía dejarlo tan vulnerable, necesitaba mi ayuda, porque sólo a mí podía confiarme su historia, pero... tampoco podía hacerme cargo de sus problemas. También tuve miedo de que por este intercambio crea que nuestra relación puede llegar a algo más allá de lo casual, aunque no parece ser ese tipo de chico. Quizá, yo era quien tenia miedo de cree que era algo más que casual.

Aún con los ojos cerrado, sentí su mano acariciar mi mejilla.

— Sos tranquilo hasta cuando dormís.

— Estaba cansado. — respondí, apretando su mano contra mi cara.

— Nunca pensé que íbamos a estar así, una semana antes, cuando te vi por primera vez.

— ¿Y vos pensás que yo sabía que me iba a pasar esto con el chico que bota fuego?

Me di cuenta de que nuestras piernas estaban muy cruzadas, de una manera que parecía imposible de resultar cómoda, pero lo era.

— Te voy a extrañar.

— Pero todavía no me voy, y tenemos una eternidad si así lo querés.

EónWhere stories live. Discover now