Capítulo 9 - Placer de matar

2 0 0
                                    

— ¿Elian?

— ¿Ya te olvidaste de mí?

— Intenté. Volví semanas sólo para ahorcarte mientras dormías.

— ¿Por qué no lo hiciste?

— Porque no te encontré. ¿Por qué no te encontré?

— Mirá, aprendí un par de trucos.

Elian sacó una espada de la montura del lobo, demasiado elegante para estar en sus manos, que incluso tenía resplandor propio.

— La ves... — La tiró lo más lejos que pudo antes de que yo responda algo. — Y ahora no la ves.

— ¿Qué hiciste? Pensás que voy a retroceder el tiempo sólo por una boludez?

— Dejame terminar.

Cerró los ojos, extendió la mano y, apretando los labios con un gesto raro, la espada volvió.

— No entiendo.

— Tu poder, yo también lo tengo. No sos tan único como creías. — Contestó, riendo, como si fuera un chiste.

— Lamento interrumpir, chicos, pero no hay tiempo para esto. ¿Ven esa luz?

Ambos miramos al norte, hacia las montañas y, de aquel lugar escapó un fugaz resplandor carmín, intentando llegar a la luna.

La atracción hacia el norte se intensificó, y mientras estábamos subiendo al cerro, Elian rompió con el silencio incómodo.

— Esperame, me olvido el parlante.

¿Es realmente posible manipular el tiempo sin Dagaz? No entiendo cómo puede hacerlo. No quiero verlo y mucho menos tenerlo cerca sabiendo que puede morir.

— ¿En serio trajiste un parlante? — Preguntó azul, cuando Elian volvió.

— Sí. Bah, lo robé, pero no importa.

— ¿La ropa también?

Asiente con la cabeza.

— Si voy a morir, tengo que tener onda.

— ¿Ves, Aiden? Él me entiende.

— Me gusta cómo están vestidos.

No puedo evitar detener el tiempo.

Me paro justo frente a él, y comienzo a hablar, mirándolo a los ojos.

— No sé si que tengas esta habilidad de mierda es mi culpa o no, pero no me gusta. No quiero que pases por lo mismo que yo, más que una ventaja, es una maldición, no vale la pena. — Intenté no excederme en emoción, pero no resultó. — No quiero que te pase nada, todavía estás a tiempo de escapar, andá, sé feliz en otro lado, con otras personas. Me hablaste muchísimo sobre cómo extrañabas la gran ciudad, y cómo tu vida era perfecta. Acá tenés la excusa perfecta para irte, porque claramente no vas a estar conmigo.

Me empujó con su hombro al adelantarse.

— Seguís sin conocerme.

Y el tiempo siguió corriendo.

Llegamos justo para escuchar un gran rugido a menos de 200 metros de nosotros.

Elian conectó el parlante con mi celular que no sé cuándo sacó, y se sentó en el piso, mientras su lobo me miraba mal.

— ¿Me dan unos minutos mientras hago una playlist?

— No. — Respondió Azul.

— Aiden, quedate arriba. Nosotros vamos a la ofensiva y si necesitamos ayuda te vas a dar cuenta por las águilas.

EónWhere stories live. Discover now