Capitulo 5

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Madeline se acerco a su hija con cautela. Alex no dejaba de llorar y profundizar una de sus heridas. La sangre parecía salir a borbotones alarmando a la mujer.

—Alex dame lo que tienes en la mano...— Pidió amablemente poniéndose en cuclillas delante de ella.— Alex por favor.

Alex apenas alzó la mirada hacia ella. Estaba cabizbaja con todo el cabello revuelto sobre su rostro y los ojos hinchados e inyectados en sangre. Madeline no podía creer que esa era su hija, la chica que siempre mostraba esa personalidad seca y amarga.

¿Cuantas cosas estaba reteniendo en su interior?

—Alex por favor... Dame eso.

Lar..ga.. Te..—Mascullo Alex entre dientes y le lanzo una mirada de odió a su progenitora.

—No voy a irme y a dejarte en esa condición.

—¡LARGATE!.— Grito con más fuerza y madeline retrocedió. Alarmada miro como su hija volvía a apuñalarse la pierna una y otra vez.— ¡Largate! ¡Largate! ¡Largate!.— Sollozo.— Déjame sola.... Te odió... Los odió... ¡MORID Y DEJADME EN PAZ DE UNA VEZ!

Otra puñalada... Madeline miro a su hija con susto, preocupación y dolor. Ella estaba fuera de control, no podría dialogar si quiera con alguien así.

—Si me voy...¿prometes que dejarás de hacerte daño?— Alex no contesto.— ¿Me lo prometes?

—Largate.— Gruño Alex

—Esta bien, me iré... — Dijo la mujer con voz quebrada y sin más se marchó, tanto de la habitación como de la casa.

Alex no se sintió del todo tranquila hasta que escucho como azotaban la puerta principal. Una vez sola, lloro. Lloro a mares como si fuese una niña pequeña.

Se abrazo a si misma desconsolada y dolida. Se sentía vacía, sola desesperada. Quería morir pero era una cobarde como para hacer algo así.

Deseo no estar tan sola, deseó que alguien estuviera ahí, la abrazara y le dijera que todo iba a estar bien.

Deseo que esa persona fuera Remington, pero ella sólo tenía sus propios brazos para reconfortarse en medio de esa pesadilla.

Escucho como su teléfono sonaba con el tono de llamada sobre la mesa de noche. Eso la hizo despabilar y gateo dejando el rastro de sangre en el piso.

Abrió una de las gavetas y sacó una navaja de afeitar que le había robado a su padre hace años antes de que el abandonara esa casa y se fuera con otra mujer.

Volvió a su posición inicial sin importarle que el teléfono estuviese sonando una y otra vez. Comenzó a cortar su piel. Sus brazos, sus piernas. Las heridas no eran profundas pero si dolorosas, emocionalmente hablando.

Cada herida le causaba más dolor en el pecho, mientras que físicamente parecía no sentir nada y no sentiría nada hasta que se tranquilizara.

Ya luego se regañaría a si misma por su estupidez, pero por el momento nada le importaba y si tenía suerte, tal vez, sólo tal vez lograría hacerse una herida lo suficientemente profunda como para matarla.

El tiempo parecía haberse detenido. Ella lloraba y se cortaba, maldecía al mundo y repetía el proceso. Así fue por un rato, hasta que..

>>Ring, ring ring<<

Se escucho que alguien llamaba a la puerta. El timbre sonaba como si alguien desesperado por entrar lo tocase sin parar con el objetivo de obtener respuesta.

Alex se alarmo, su cuerpo tembló pero ella se levantó taciturna y con su cara de neutralidad.

Soltó la cuchilla y se encaminó hacia la puerta sin importarle el desastre que había hecho sobre su cuerpo. Miro por el pequeño agujero de la puerta reconociendo un cabello de pinchos lo suficientemente despeinado y negro como para sólo pertenecerle a una persona.

•Save Me•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora