cuatro

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Paulo

Miré a aquella chica desde el umbral de la puerta con una sonrisa, sus abuelos estaban muy cansados y decidieron irse a dormir.

—Así que...te llamas Lola—hablé aún mirándola, estaba de espaldas limpiando los platos. Tenía un buen cuerpo y era bastante linda. Escuché su risa y se dió la vuelta.

—No me llamo Lola campeón—me guiñó un ojo y se volvió a dar la vuelta para seguir limpiando. Fruncí el ceño sin entender—Es un apodo que me dicen mis abuelos.

—¿Y entonces como te llamas Lolita?—me animé a preguntar de manera divertida.

—¿Y entonces cuando me vas a arreglar o pagar la valija?—contrapreguntó y yo sonreí.

—Es de mala educación contestar con otra pregunta.

—Si vos decís—se encogió de hombros y enjuagó los platos para después dejarlos a un costado.

—Osea que... ¿Te tengo que arreglar la valija para que me digas tu nombre?—me acerqué a ella y me apoye en la mesada al lado suyo. Levantó la vista y desvío la cara para verme y a continuación asentir—No me convence, quiero tu nombre primero.

—Lástima porque no te lo voy a decir—sonrió falsamente mientras se secaba las manos—Primero la valija y después el nombre futbolista.

Entrecerré los ojos y ella se rió a tal punto de que se le achinaban los ojos, era hermosa.

—Bueno, entonces dame la valija que la intento arreglar en casa y sino te compro otra—comuniqué, ella se dejó de reír y me miró con los ojos abiertos de par en par.

—¿En serio?—preguntó asombrada haciéndome sonreír y después de unos segundos asentir—¡Ay gracias!

Sonreí al ver como sus semblantes cambiaban de un momento para el otro.

No le iba a preguntar por su nombre porque se me había ocurrido una idea y me quería divertir un rato con ella.

—¿Querés comer helado?—preguntó mirándome, con los focos de la cocina se podía observar que tenía ojos verdes solo que eran más oscuros que los míos pero eran lindos, ella en sí, era linda. Negué, ella se acercó al freezer y agarró los potes, no puede evitar bajar vista—Bueno, vos...

La miré nuevamente a los ojos y se empezó a reír negando con la cabeza, en ese momento le sonreí de oreja a oreja como si no hubiera pasado nada.

—Vos te lo perdés—me sacó lengua como una nena chiquita, me reí y abrió los potes para empezar comer.

—Me tengo que ir que mañana tengo entrenamiento—avisé, ella asintió—¿Me das la valija?

—Ah sí, perdón—se levantó mientras comía una cucharada de helado y se iba al living. Yo la seguí y cuando llegue ya estaba con la valija—Tomá.

Me acerqué hasta ella para poder agarrarla con mis brazos y caminar hasta el auto con la valija.

—¿Me podés abrir la puerta y el auto?—pregunté, ella asintió con una sonrisa y me ayudó.

Una vez metí la valija en el baúl, me acerqué para saludarla, ella gustosa lo acepto y se despidió para volver a dentro.

Lo que ella no sabía es que yo nunca  le iba a arreglar la valija y sumemosle que la valija estaba llena de ropa suya, sin duda me la iba a pasar bantante bien cuando se diera cuenta de que le faltaba ropa.

heal ; paulo dybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora