LO INESPERADO

4.9K 214 79
                                    


CAPITULO III

Entro a recepción, no veo por ningún lado a Marta, creo que hoy se ha dormido un poco. De repente siento unos dedos alrededor de mis ojos, son un poco huesudos quiero pensar que es ella.

—¿No se supone que ya estamos un poco grandes para estos juegos... Marta?

—Creo que alguien se levantó de un humor de perros —me contesta en un tono un poco ofendido—. Vamos amargada es muy temprano para ese humor, por cierto buenos días.

—Que tal buenos días, lo que pasa es que no conozco mucha gente por aquí, así que la única que puede jugar a taparme lo ojos eres tú, básicamente es un juego muy fácil. Oye ¿sabes si ya llego el jefe?

—Reichell ¿si sabes que llegue después de ti verdad? —había olvidado, es imposible que sepa esa respuesta.

—Es cierto disculpa, estoy un poco nerviosa. Si después de que llegue Alejandro aún tengo trabajo te contare porque. Por favor apenas lo veas entrar me marcas a mi extensión.

—¿Qué pasa? ¿Por qué dices eso? No me dejes con la incertidumbre, adelántame un poco. Hablando de adelantos recuerda que me tienes que contar a donde fuiste ayer con Carlos y porque regresaron todos cansados dos horas después —el brillo en sus ojos me hace entender de inmediato su doble sentido, pero no le digo nada, esta medio loca—. En el almuerzo me tienes que despejar mis dudas, hoy no te me escapas —de repente cuando ha terminado de hablar se abre la puerta y entra Carlos, las dos nos ponemos muy rojas, aunque dudo que haya escuchado algo.

—Eres un poco mal pensada eh. No pasó nada de lo que piensas, ya te contare en su momento. Hoy quede con Carl para comer —me aferro al brazo derecho de él, a cambio, me regala una de sus bonitas sonrisas.

—Buenos días señoritas, así es Marta no la son saques que hoy come conmigo.

—Bueno, está bien, entonces nos veremos. Tomamos algo al salir, ¿te parece bien?

—Desde luego. Bueno ya sabes, por favor ponte pendiente a lo que te encargue.

—Claro no te preocupes yo te aviso.

—¿Subimos Reichell?

—Si vamos. Hasta luego Marta...¿Qué tal cómo has amanecido?

—Semi desnudo, un poco babeado y con los ojos cerrados.

—¿Pero qué pasa el día de hoy? Todos se levantaron con mucho humor —me pongo sería y con la voz un poco más grave de lo normal—. ¡Ja y ja! Eres muy chistoso.

—Disculpa amanecí bien, creo que tu humor es el de siempre —es un pesado, todavía tiene el valor de reír—. ¿Qué dices, dejamos nuestras cosas y bajamos a desayunar? Solo media hora no como ayer, para ver si tú humor cambia un poco.

—Gracias, pero ya desayune con Joaquín, ya sabes, un desayuno de hermanos —llegamos a nuestra planta y caminamos a la oficina. Carlos abre la puerta con su llave para que entramos. Ahí me informa que a diferencia de mí no ha desayunado y por lo tanto saldrá en un momento para ver qué se le pega.

Espero que en ese tiempo Alejandro llegue porque no quiero que me arme un lío con Carlos aquí. Moriría de vergüenza.

Él antes de irse se acerca a su escritorio, yo dejo mis cosas y me dispongo para salir por los documentos y facturas de las otras áreas. De repente escucho a Carlos lanzar una mala expresión.

—¡Maldición! ¿Qué demonios es esto? —veo que tiene en la mano una hoja tamaño carta, aun desconozco que sea como para que grite de esa manera. Cierro la puerta y me acerco a él.

GRUÑÓN PARTICULARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora