UN EVENTO DESAFORTUNADO

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CAPÍTULO XIV

Ahora que tenemos el detalle de Joaquín y Marta solucionado regresaremos dentro de dos días a casa.

Por mi parte decido enfrentar mi más grande encomienda.

Aunque es una acción muy difícil para mí, hoy debo hablar con Alejandro. Necesito cumplir mi palabra.

Hago mis cálculos, si no estoy mal a las once de la mañana generalmente es la hora del primer café de mi ex jefe. Esa es mi oportunidad, es cuando él se encuentra relajado. Es ahora o nunca.

Llamo por teléfono a mi amiga para saber si mis sospechas son ciertas.

—Futura cuñada ¿sabes si esta Alejandro?

—¿Qué futura? Si ya soy tu cuñada, la única oficial hasta el momento.

—Jaja es cierto, es casi un hecho.

—Así es. Oye Alejandro está en la oficina por si sigue en pie tu idea. Sabes que no me parece conveniente que lo veas en la empresa. Sería bueno citarlo en alguna otra parte.

—Sí, pero no quiero que piense que vernos significa tener una reconciliación. No puedo hacer más daño, mejor en su despacho, en un ambiente que él conoce. Tampoco quiero que mal interprete mi interés.

—Respeto tu idea. Si quieres verificó si tiene libre esa hora para que no tenga pretexto de verte.

—Me parece mejor ¿en cuánto tiempo crees tener esa información?

—Pues cálculo en unos quince minutos. Márcame y te digo que pasa.

Quince minutos después lo hablo de nuevo un poco nerviosa, ella me afirma que Alejandro se encuentra sin reuniones o salidas hasta las tres de la tarde, tengo el tiempo suficiente para hablar con él.

Claro no es que piense estar todo ese tiempo a solas, solo digo que en caso de enojarse se podrá relajar antes de su reunión.

Decido ir a Tornels, no tengo ningún pretexto. A las doce del día me visto y me voy caminando, pensando que diré para hacerle entender que se está haciendo daño.

Diez minutos después me encuentro afuera de la empresa con los nervios a flor de piel, titubeando si entrar o no, creo que Marta me ve desde su ángulo porque me marca por teléfono a los pocos minutos.

—Nena ¿qué pasa, por qué no pasas?

—Eh... Si claro ya entro —gracias al empujón de Marta entro a la empresa, nos saludamos y sin más titubeo subo  al elevador marcando la treceava planta como último destino.

Ahora que solo la puerta de su oficina nos divide siento que no puedo, vuelvo a dudar, no me siento capacitada para sus intentos de seducción y si le sumo que ha pasado un mes sin verlo...

¡Dios estoy que muero!

Me armo de valor y toca la puerta, escucho su voz afirmando mi entrada. Mi memoria me traiciona y me viene un lindo recuerdo, esa apasionada y sexy voz susurrándome al oído la palabra te amo. Cuando nuestros cuerpos se unían, cuando nos complementábamos perfectamente, cuando...

«El beso Reichell, piensa en el beso con la otra mujer porque los buenos recuerdos no te ayudarán en nada»

—Alejandro buenos días ¿puedo pasar? —le preguntó asomando mi cara por la puerta, con miedo a su rechazo.

Al instante su expresión cambia y me mira con alegría, veo un destello hermoso en sus ojos. Creo que había olvidado lo bello que es este hombre  porque cuando lo veo me quedo petrificada como la primera vez.

Como dijeron sus hermanas está desaliñado, descuidado, su barba seguro lastima y su ropa, la palabra plancha no pasó por su mente.

Lo único rescatable es su cabello, se ve despeinado, pero le da un toque de juventud que hace que a pesar de todo se vea radiante. Su voz me saca del trance. Más que nada la manera cortante con la que me habla.

—Adelante señorita Montalbo puede pasar. ¿En qué puedo servirle?

—Hola este... bueno es que... —él sigue sentado en su escritorio, no me saluda o por lo menos no intenta, solo está serio, mirándome fijamente.

—¿Gusta algo de beber? —como calculaba todavía tiene algo de café en su tasa de las once.

—No gracias, de hecho vengo brevemente, no pienso quitarte mucho tiempo.

—Claro no se preocupe, le escucho.

—Amm ¿cómo inicio...?

—Por aquello a lo que vino me parece prudente para que le pueda entender —no me di cuenta de que esa pregunta la había hecho en voz alta, un poco roja por la pena y los nervios decido hacerle caso y doy inicio.

—Hace unos días me enteré —no pienso decir que sus hermanas fueron a verme especialmente porque las pondré en evidencia delante de él—, que tu familia está un poco asustada por el comportamiento que has tenido en el último mes, ellos dicen que... —me corta repentinamente, pero sin perder la cordura.

GRUÑÓN PARTICULARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora