VI.

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Afrodita escucha el eco retumbar en las paredes de mármol cada vez que sus propios tacones chocan secuencialmente contra el suelo de la habitación. La mujer va pisando con fuerza, casi haciéndolo apropósito, manos hecho puños y las facciones en su rostro se muestran más definidas que de costumbre, notoriamente enojada. Va mascullando algo por lo bajo y cuando llega hacia el lugar donde un gran y confortable sillón rojo se encuentra su caminar detiene. En el mueble yace una mujer en vestiduras blancas bastante tradicional, desentonando de inmediato con sus prendas propias llamativas y ceñidas al cuerpo; ésta, al notar su presencia, opta por incorporarse a medias y observarla de pies a cabeza.

—¿Otra vez vistiendo de esa forma, Afrodita? ¿Cómo es que siempre olvidas que eres una diosa?

Reprende ésta, y la melodía de su voz brota suave, escondiendo tras ella un sutil tono agrio. Sus redondos orbes claros, al mismo tiempo, juzgan a su acompañante con discreción. Afrodita suspira y se aguanta a poner los ojos en blanco.

—¿Desde cuándo he necesitado de tu aprobación, Artemisa?

La mencionada curva las comisuras de sus labios con gracia, y se encoge de hombros.

—Como sea, ¿qué te trae por aquí? ¿Necesitas algo de mí?

—Me sorprende que me lo preguntes cuando lo sabes muy bien.

Artemisa desvía la mirada y juguetea con las hebras onduladas de su oscuro cabello.

—Ah, debe ser eso... ¿Te ha molestado que haya presentado mi queja?

—Ya debes estar contenta, el asunto ahora está en discusión.

—Oh, ¿es así? —Afrodita ve a la impropia dejar libre sus cabellos y colocarse en pie, mismos que descalzos se pasean por la estancia dirigiéndose hacia una de las dos únicas mesas de madera, oscura y reluciente, ubicada en el centro. Allí se encuentra con un recipiente de agua, el cual tiene intenciones de sostener—. Me parecía una completa locura tenerte a ti precisamente como encargada de los doce. El por qué, cualquier dios, que no sea hombre, lo sabría. Debe estar alguien más capacitado, es lo que creo.

—¡Artemis! No se trata de cualquier cosa, me indigna que pienses que me lo vaya a tomar a la ligera.

—Quizás si... pero aún así, me niego. No puedes culpar mi preocupación.

—Ésto no sólo se trata de ti. Cada uno de nosotros tendremos nuestra oportunidad.

—Pero, la iniciación es importante.

—Eres imposible...

Afrodita no puede evitar admirar de reojo a la otra mujer, en propicio silencio. Artemisa posee en manos una hermosa copa de plata con delicados diamantes incrustados y tiene ambos luceros fijos en el agua que ésta contiene. Acaricia el cáliz con las manos, con tersura, como si fuera algo muy preciado para ella, y sus labios rosados sonríen llenos de sentimiento.

—Sólo quiero lo mejor para él... ¿acaso tú no?

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—¡Estoy exhausto! Y-Ya no puedo más.

Géminis se desploma sobre el suelo con la caja torácica bombeándole con fuerza; está respirando por la boca, y el sudor se le resbala por todo el rostro y brazos. Junto a él, Piscis, Libra y Leo comparten su estado.

Stellae Academy ( Zodiaco / BL )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora