~IV~

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Ya habían pasado seis desagradables años desde que no la veía. No había dejado de buscarla, la amaba y no la dejaría ir tan fácil, podía ser egoísta, pero era así; y ella con todos sus defectos lo quería. Recordaba tan bien todo lo que habían pasado juntos: sus escapadas ocacionales de fin de semana cuando Astoria se quedaba con sus padres y su madre entretenía a su padre para poder encontrarse, mientras que Weasley se iba a la madriguera con sus padres todo el fin de semana y ella se quedaba a "adelantar trabajo". Joder la extrañaba tanto.

Su madre sabía algo. Desde que volvió cuando su tía enfermo hasta día de hoy seguía actuando de forma extraña, sin falta cada Viernes se desaparecía por horas, en ocaciones volvía al día siguiente o a los dos días de haberse ido; se excusaba diciendo estar con Andrómeda y Teddy, era agotador; tener las respuestas tan cerca y tan lejos.

Aún recordaba cuando la desaparición de Hermione era reciente.

Narcissa sabía algo sobre el paradero de Hermione, de eso estaba seguro. En repetidas ocasiones había tratado de usar su don de la  legeremancia sin necesidad de varita con su madre, resultado de sus intentos fallidos: guantazo en la nuca y reprimenda por "abusivo", un bolso volardor en la cara al grito de <<¡No tienes nada que hacer urgando en mi mente, Draco Lucius Malfoy Black>> y la que más le dolió: cuando trato de hacerlo en el callejón Diagon, después de comprobar que su madre seguía usando la oclumancia, salió corriendo de su lado como alma que lleva el diablo; no quería otro bolso volador de su madre, pero lo que recibió fue peor, más rápido, filoso y sobre todo más doloroso: si algo nadie podía discutir era que Narcissa Malfoy tenía una puntería perfecta, haciendo que el tacón de su zapato impactara de pleno en la nuca de su hijo.
En un acto reflejo se había pasado un mano por la nuca gimiendo de dolor levemente, eso iba a dejar marca.

Veía a su madre en el jardín, junto alrededor de ella flotaban: rosas, lirios, orquídeas y sus favoritas: narcisos.

Lucius había ido al ministerio y Astoria se había ido de compras al callejón Diagon, era su oportunidad de hablar con su madre sin recibir un golpe. Ella sabía algo de Hermione no cabía duda, desde que volvió su comportamiento era por demás extraño: los fines de semana había empezado a desaparer por horas e incluso en varias ocasiones había aparecido a la mañana siguiente.

Cautelosamente se acerco a Narcissa, sin que ésta se percatara.

---Madre--- llamó.

---Draco, ¿qué te he dicho de decirme "madre"?--- reprochó suavemente, sin despegar la vista de las flores.

---Lo siento, mamá--- se disculpó, recalcando la última palabra.

---¿Qué necesitás?--- preguntó con tono maternal.

---¿Por qué crees qué necesito algo?--- cuestionó, levantando una ceja.

Se giro para encarar a su hijo--- Es de mala educación responder una pregunta con otra--- reprochó, con el mismo tono---. Te conozco--- respondió, con simpleza.

---Se que sabes algo de Hermione--- dijo sin rodeos.

---Yo no se nada, cariño--- le dijo, inocente.

---Claro que sí--- contradijo---. Tú sabes algo, de eso no me cabe duda. Has estado actuando de forma extraña, te desapareces los fines de semana, no usas la red flu cuando odias la aparición.

---Los fines de semana visitó a Meda y a Teddy--- indicó, desafiante---. Y no he actuado de forma "extraña"--- desafió, haciendo comillas con sus dedos.

---Claro que sí--- prorrumpió---. No te has preocupado en absoluto por saber algo de ella, es más me atrevería a decir que te da igual. ¿No eras tú la que siempre salía corriendo a enviarle una lechuza con pociones sanadoras cada que se enfermaba?--- increpó.

Hija de la Sangre Equivocada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora