capitulo 9

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NO LE extrañaba que Melissa se hubiera puesto tan quisquillosa acerca de las privaciones que su hermano le había hecho sufrir, pensó Elsa unas horas después cuando abandonó su habitación para pasearse por la magnífica casa de vacaciones de dos pisos sobre uno de los acantilados de Piha.
Comparada con la casita de campo de Gertrude, aquello era un palacio.
La casa moderna de estilo mediterráneo estaba rodeada de arbustos autóctonos en la parte trasera mientras que la fachada principal daba el sol todo el día.
Las dos alas del edificio se curvaban en forma de u hacia el acantilado como estirándose para abrazar la vista espectacular de todo el pueblo de Piha.
En cuanto ella aceptó la propuesta, Jack había recogido todo con su habitual eficacia, como para no darle tiempo a arrepentirse.
Elsa no tenía motivos para sentirse enfadada porque sólo le hubiera acompañado a una breve visita por la casa desapareciendo con un vago murmullo acerca de dejarla instalarse.
Melissa también se había desvanecido, contenta de haber conseguido su objetivo.
Pero Elsa tenía sus dudas. Tenía la sensación de que su hermana sólo formaba parte de su plan preconcebido. Jack apenas podría escalar su campaña de seducción en la casita sórdida, pero allí, rodeado de lujos e intimidad, Elsa era demasiado vulnerable a su seductora insistencia.
Se le secó la boca al pensar en la noche que había hecho el amor con Jack y decidió acercarse a la cocina tomar algo frío para quitarse el sofoco. Vaciló al llegar a la puerta de la cocina y ver la figura pequeña de una mujer de mediana edad con el pelo cono plateado moviéndose del fregadero a la encimera central preparando las verduras para la cena.
Debía ser el ama de llaves que había mencionado Jack.
La estupenda cocinera carraspeó y la mujer alzó la vista de la tabla de cortar con la sorpresa reflejada en sus cálidos ojos grises al ver a Elsa en pantalones conos y coleta.
-Hola. Me llamo Elsa Swon...
Se detuvo sin estar segura de cómo describir de forma educada su relación con Jack.
-Sí, ya lo sé. La cara de la mujer se iluminó con una sonrisa que le hizo a Elsa sentirse como si fuera una vieja amiga-.
¡que racha tan horrible has pasado, querida! Yo soy Peggy Mason. No te ofrezco la mano porque ya sé que no puedes estrecharla.
Ven a sentarte... pareces sofocada.
¿Te apetece una taza de té helado?
-posó el cuchillo y se secó las manos en el mandil-. Creo que es lo ideal para el calor. Siéntate mientras te sirvo uno.
Le indicó un taburete en el bar de desayuno que dividía la cocina de la zona abierta del comedor e hizo un gesto de simpatía al verle las vendas.
-Pobrecita. No me extraña que Jack insistiera en cuidarte. Ahora, ¿te Apetece comer algo con el té? Ya sé que habéis almorzado antes de venir, pero la cena no se sirve hasta bastante tarde... a la familia le gusta comer fuera en la terraza para ver la puesta de sol...
-Oh, no, gracias, señora Mason -dijo Elsa desconcertada por su familiaridad pero irresistiblemente atraída por el calor maternal de la mujer.
-Llámame Peggy -le puso la taza helada y retomó a su tabla para seguir cortando verduras-. Espero que no estés a dieta. No es bueno cuando el cuerpo ha sufrido lesiones o estrés.
-La verdad es que he perdido mucho peso últimamente -confesó Elsa -. pero no a propósito... y creo que lo estoy volviendo a recuperar -añadió apresurada al ver fruncir el ceño a Peggy.
Pero el enfado del ama de llaves enseguida encontró dirección.
-¡Le pediré cuentas a Jack! Melissa me contó cómo te habías quemado la mano. Espero que se disculpara por haberte hecho quemarte.
Elsa esbozó una sonrisa.
-Bueno, fue más por estupidez mía. Las dos veces, añadió para sus adentros.
La mujer enarcó las cejas grises.
-Eres demasiado condescendiente.
Una dosis de culpabilidad es lo que necesita ese chico para abandonar su tendencia a actuar de todopoderoso.
-Bueno, creo que ha intentado compensarlo
-le defendió Elsa con debilidad comprendiendo de repente que Peggy no se refería sólo a las lesiones físicas. Por sus modales relajados, era evidente que la mujer estaba acostumbrada a ser tratada como parte de la familia y debía saber lo de la venganza de Jack.
-¿Ah, sí? ¿De qué forma?
-Bueno, me ha preparado maravillosas comidas...
-Hum... -Peggy le dirigió una mirada analítica-. Tiene buena mano para la cocina.
Eso lo admito. ¡Y para la habitación!, pensó Elsa con sonrojo.
-Me gustaría... ser buena cocinera. Quiero decir... que todo lo hago a base de probar y equivocarme. Por desgracia, no me enseñaron lo básico de joven...
-¿Es que ni siquiera te dejaba tu madre ayudarla en la cocina cuando eras pequeña?
-Siempre tuvimos una cocinera y no me dejaba molestar. Mi madre se fue de casa cuando yo tenía seis años.
-¡Oh, lo siento! -dijo Peggy con una compasión que provocó el anhelo de Elsa.
-La verdad es que no me acuerdo mucho de ella, excepto que era morena y bonita y que le gustaba reírse y salir mucho -admitió Jane con los ojos sombríos ante el recuerdo-. Después de que se fuera, mi padre quemó todas las fotos y sólo la mencionaba cuando estaba furioso, así que no estoy segura de si lo que recuerdo es real o una imagen infantil creada en mi fantasía.
-¿Quieres decir que nunca la volviste a ver después de que se separara de tu padre? Elsa bajó la vista hacia la taza.
-No. Cuando desapareció, mi padre tardó una semana en contarme que se había escapado a Canadá con su amante. Me dijo que le había dicho que no quería cargar con la responsabilidad de una llorona mimada como yo.
Peggy casi se le cayó el cuchillo.
-¡Que dijo eso a una niña de seis años! A Elsa siempre le había costado confiarse a la gente, pero la simpatía de Peggy le hacia abrirse.
-Me decía que la razón por la que nunca me enviaba tarjetas de felicitación en mi cumpleaños era porque se había olvidado de cuando había nacido yo. Siempre conseguía hacerme sentir una fracasada por haber sido incapaz de hacer que me quisiera lo suficiente como para quedarse...
-Eso fue un grave error por su parte -dijo Peggy con fiereza-. El fracaso de un matrimonio nunca es culpa de un niño.
-No fue sólo un grave error, sino que era mentira -confesó Elsa -. Mintió acerca del divorcio y mintió diciéndome que a mi madre no le importaba lo que me pasara a mi. Lo descubrí después de su muerte cuando tuve que revisar su caja fuerte. Encontré algunas cartas antiguas y documentos acerca de su acuerdo de separación y los derechos de visita. Mi madre se había ido a Canadá con otro hombre, pero se mató un par de meses después de llegar. Quizá no quisiera llevarme con ella, pero no era verdad que quisiera olvidarme. Había correspondencia de su abogado pidiendo garantías de que se me entregaran las cartas que ella me enviara y le había pedido a mi padre que me hiciera el pasaporte para poder visitarla. Pero entonces se mató y durante años, mi padre siguió diciéndome que se divertía mucho con su nueva vida como para enviarme una tarjeta de cumpleaños.
Escucharon un débil sonido tras ellas y Elsa miró a su alrededor.
Casi se le derramó el té al ver a Jack de pie en el umbral con una mirada que indicaba que llevaba un rato escuchando.
-No me extraña que me creyeras con tanta facilidad cuando te conté lo que tu padre le había hecho al mío -masculló al entrar en la soleada habitación con sus pantalones blancos y camisa amarilla aportando más luminosidad-. Tú sabías lo que el bastardo sin conciencia era capaz de hacer.
-i Jack! Los ojos grises de Peggy Mason estaban cargados de reproche.
-Perdona, pero es la verdad y todos lo sabemos -suspiró y se acercó para darle un beso en la mejilla-.
Hola, mamá. ¿Qué estás haciendo aquí?
-¿Que eres la madre de Jack? Elsa sintió un vuelco en el estómago al mirar a la diminuta mujer por la que había sentido en el acto una oleada de simpatía y al gigante que sobresalía sobre ella buscando en vano algún parecido.
¡Ahora sabia por qué el ama de llaves parecía tan bien informada!
-Pensé que lo sabías cuando me presenté
-dijo Peggy con sorpresa-. Perdona. Supuse que conocías mi segundo apellido de casada. ¿Quién creías que era?
-Probablemente otra de mis novias.
Cuando apareció Melissa, Elsa creyó que era una ninfa encaprichada que yo guardaba en secreto.
-iNo es verdad! -sonrió a Peggy con gesto de disculpa decidiendo que a la larga la confusión podía haberla hecho un favor al ahorrarle una tensa presentación-.
Me temo que supuse que era el ama de llaves... La sorpresa de Peggy se transformó en diversión.
-Ya entiendo. Y ahora te averguenzas de tu sinceridad. No te averguences. Lo aprecio y estoy segura de que te sentirás mejor después de haber hablado.
-Todavía no me has dicho por qué estás aquí, mamá -interrumpió Jack -.
Pensé que me habías dicho que Steve tenía varios banquetes de boda y que iba a estar muy ocupado.
¿Y por qué estás cocinando en lugar de Teresa?
-La llamaron de la escuela para que recogiera a su hijo. Parece que ha pillado el sarampión y por supuesto le he dicho que nos las arreglaremos sin ella unos cuantos días. Y precisamente porque Steve está tan ocupado, decidí venir sola a disfrutar de este maravilloso tiempo en la playa.
Jack agarró un trozo de apio y lo chascó con los dientes blanquísimos mientras estudiaba su expresión de inocencia.
-¿Así que estás diciendo que Melissa no te llamó para contarte lo que estábamos haciendo? O sea que esta visita sorpresa no tiene nada que ver con el hecho de que Elsa y yo estemos aquí.
-Bueno, eso ha sido una sorpresa agradable, cariño -su madre le dio una palmada en la mejilla con afecto-. Ya que es tan raro últimamente que disfrute de la compañía de mis dos hijos juntos en vacaciones.
Jack ya casi nunca viene a Piha -le dijo a Elsa, que estaba empezando a pensar que Jack tenía una buen oponente en su madre-. La última vez que intenté que se quedara más de dos días, estaba dando botes al segundo día.
-Te entiendo -murmuró Elsa.
-¿De verdad? -ladeó la cabeza con un gesto de pájaro curioso-.
¿Te ha molestado mucho?
-¿No! ¡Sólo he estado intentando que Elsa descansara!. ¿Cuánto tiempo vas a quedarte?
-preguntó sin rodeos a su madre.
-Bueno, no lo sé... unos cuantos días por lo menos. Depende de cómo me sienta. Ya sabes que nunca me pongo calendarios para estas cosas.
Los ojos grises se iluminaron con una sonrisa ante la abierta frustración de su hijo.
-Steve te echará de menos.
-No vivimos totalmente uno en el bolsillo del otro, Jack. Y no está muy lejos.
El murmuró algo entre dientes.
-¿Qué has dicho, cariño?
-Nada.
Elsa se levantó sintiéndose horrible.
-¡oh, por favor! Creo que yo debería irme.
Sé que no debe quererme en su casa. Y no es como si no tuviera adonde ir...
-¡No, maldita sea!
-Tonterías. Por supuesto que no debes irte
-la suave voz de Peggy se elevó por encima de la explosión de su hijo-. Nunca he creído que los hijos fueran responsables de los pecados de los padres. Y por lo que me has contado, tú fuiste tan víctima de él como yo, así que olvidemos el pasado. Y en cuanto a lo de Ariel, ya es agua pasada, ¿verdad, Jack? El ladeó la cabeza con los ojos clavados en la cara avergonzada de Elsa.
-Eso ya se lo he dicho, pero no quiere creerme.
-No me sorprende, Jack. ¡ Sobre todo después de lo que le has hecho! Jack apretó los dientes.
-He dicho que la cuidaría y lo haré.
-¡Qué magnifico por tu parte! Supongo que no esperarás su agradecimiento, ¿verdad? Jack se sacó una mano del bolsillo y se apartó el pelo de la frente.
-¡Por Dios bendito, mamá! ¿Qué estás intentando hacerme? Su madre sonrió con serenidad.
-Sólo investigando, cariño. Pensando que madre e hijo podrían querer seguir la discusión en privado, Elsa preguntó donde estaba la lavadora. Peggy se lo explicó diciéndole que si necesitaba ayuda se la pidiera.
Elsa puso la lavadora y se pasó el resto de la tarde hojeando revistas de moda que ella ya no se podía permitir comprar, hablando con Peggy en la cocina y observando como Melissa intentaba comprender la amabilidad de su madre hacia la enemiga.
Cada vez que Jack aparecía en la cocina, su madre le encargaba alguna tarea y en la cena, se encontró sentado en el lado opuesto a Elsa. Después de que Melissa se fuera a una fiesta, los tres se quedaron viendo una película y en cuanto aparecieron los créditos, Jack declaró que Elsa estaba agotada y que la acompañaba a la habitación.
La había ayudado a levantarse del cómodo sofá cuando llegó una llamada internacional que estropeó sus planes y frunció el ceño con impotencia cuando Peggy se ofreció a acompañarla ella misma para que no tuviera que esperar.
-Siento darle tanto trabajo mientas el ama de llaves está fuera -dijo Elsa con nerviosismo después de que su anfitriona le ayudara con tacto a ponerse la enorme camiseta que usaba para dormir.
La madre de Jack sacó entonces un par de guantes de goma para que Jack se pudiera lavar la cara, una idea que no se le había ocurrido ni a ella ni a Jack que se suponía que era tan inteligente.
-No te preocupes. Lo disfruto -admitió Peggy mientras observaba cómo Elsa intentaba peinarse con torpeza-. Ya es hora de que Jack recupere el sentido común.
Le advertí que se arrepentiría si su deseo de venganza se le escapaba de las manos, pero por supuesto, declaró que a él nunca le pasaría. Ahora creo que por fin ha comprendido que dos equivocaciones no pueden arreglar nada.
-Eso no es lo que Melissa cree. Elsa parpadeó al tropezar con un nudo y el cepillo se le escapó de las manos.
-Espera, yo lo haré -dijo Peggy mientras recogía el cepillo y proseguía donde Elsa lo había dejado-. Melissa todavía lo ve todo en blanco y negro. Para ella no hay sombras de gris.
-Y yo soy una sombra muy gris.
-ioh, un verdadero agujero gris! Peggy guiñó los ojos hacia el espejo.
Elsa tragó saliva. Tenía que decirlo.
-No sé porqué está siendo tan agradable conmigo. Quiero decir ... después de lo que le hice a Jack... esas horribles mentiras que dije para romper la boda... el escándalo....
debe odiarme.
Peggy bajó el cepillo y suspiró.
-El odio es un sentimiento muy destructivo.
Desde luego, me llevé una desagradable sorpresa, pero para decirte la verdad, cuando Ariel devolvió el anillo de Jack me pregunté si no habría sido todo para bien.
-Pero Melissa me dijo que le había roto el corazón el que Jack no se casara con Ariel.
La mujer se sentó en la cama.
-Melissa exagera. Lo que yo quería... y sigo queriendo, es que Jack sea feliz. No sé cuanto te habrá contado de su vida, pero la venganza fue su obsesión y su razón de vivir durante más de una década. La necesidad de hacer pagar a tu padre por lo que había hecho era lo que conformaba sus ambiciones y absorbía toda su energía emocional.
Cuando descubrió que tu padre se estaba muriendo y decidió olvidar aquella obsesión, yo me sentí muy orgullosa de él. No hay venganza más noble que la que no se toma.
Pero significó que de repente tenía un gran vacío emocional en su vida y creo que instintivamente buscó llenarlo con lo contrario a la fealdad, avaricia y corrupción que le habían obsesionado durante tanto tiempo...
Alguien suave y tranquilo a quien proteger y cuidar... Verás, Jack tiene un alto sentido protector con las mujeres, un legado de haber sido el hombre de la familia desde muy joven, supongo. Pero también tiene un gran respeto por las mujeres fuertes, debido a mí.
Puedo parecer frágil pero soy una luchadora nata y creo que Jack vio en Ariel a una mujer como yo, alguien delicado y suave por fuera pero con un corazón de acero en quien uno puede apoyarse en la adversidad. Pero por la forma en que Ariel actuó en la boda... Bueno, sospecho que no hubiera tenido la dureza de enfrentarse a él cuando él temperamento le asalta, que es a menudo. O imponerse cuando hace falta bajarle los humos con su arrogancia. ¿Crees que acierto? Atesorando la información de las complejidades del hombre al que amaba y al que encontraba tan difícil de entender, Elsa se encontró con la mirada gris de su madre en el espejo.
-Si me preguntas si creo que no estaban hecho el uno para el otro, sí. Creo que no congeniaban en absoluto.
Peggy asintió.
-Dime, por pura curiosidad, ¿qué hubieras hecho tú en las mismas circunstancias? Si otra mujer hubiera intentado impedir que te casaras con Jack al pie del altar.
Elsa dio la vuelta con ojos cargados de furia y Peggy se levantó con una sonrisa de satisfacción.
-Eso me imaginaba. Pistolas al amanecer antes que un ataque histérico de damita.
Bien, buenas noches, querida. Que duermas bien. Y te sugiero que te cierres si consideras que ya le has dado las buenas noches a mi hijo.
Elsa se sonrojó, pero hizo lo que Peggy le había sugerido. Estaba profundamente agradecida del apoyo moral de Peggy porque sabia que podía ser una víctima fácil de sus propios deseos. Agotada por los acontecimientos del día, se metió en la cama y durmió como un tronco, a pesar de las insistentes llamadas de Jack en su puerta una hora después.
El día siguiente siguió una rutina parecida al anterior, Jack sugirió un paseo por las dunas, pero su sugerencia cayó en saco roto al decir Peggy que queda ver los bocetos de los que Elsa había hablado la noche antes.
Fue entusiasta y la animó mucho y cuando supo que Elsa había sido buena costurera en el colegio se ofreció a darle un curso rápido en cuanto tuviera las manos bien.
Subieron las dos al cuarto de costura de Peggy y Elsa admiró la máquina de coser y la cortadora electrónica. Con timidez le confesó entonces su sueño de ganarse algún día la vida cosiendo sus propios diseños para venderlos en los mercados o en algunas de las boutiques de Auckland.
Melissa se unió entonces a ellas y se encontró atraída con reticencia a la discusión acerca de qué diseñadores le gustaban más. Desterrado por la conspiración femenina, Jack se retiró a la biblioteca de abajo que usaba como oficina.
A la hora de comer estaba sombrío y no preguntó a Elsa que pensaba hacer después, una actitud que quedó explicada por la llegada de Carl Trevor con un abultado maletín.
Las mujeres se fueron a la playa y cuando volvieron, como la reunión se prolongó hasta bastante avanzada la tarde, Peggy invitó a Carl a quedarse a dormir.
El aceptó agradecido mientras su jefe le dirigía una mirada de acritud sobre todo cuando sacó una bolsa de noche de su BMW.
Al recordar sus dos anteriores encuentros, Elsa se sintió muy avergonzada cuando la sentaron al lado de Carl en la cena, pero él la hizo sentirse cómoda enseguida con sus chistes y bromas y pronto estuvieron riéndose.
La suave autoridad maternal de Peggy se impuso y Jack y Melissa se fueron a la cocina a fregar los platos mientras Carl se estiraba y se quejaba del tirón muscular que tenía por haberse pasado en el gimnasio por la mañana.
-¿Por qué no te das un baño en el jacuzzi? -sugirió Peggy indicando la piscina redonda de baldosines que se extendía en el nivel inferior de la terraza donde estaban-.
Un baño caliente probablemente te desentumezca los músculos.
-Buena idea.
¿ Elsa? Elsa sintió franca envidia.
-Oh, no podría... las manos.
Además, no tengo traje de baño.
-Tengo unos cuantos para los invitados.
Seguro que habrá alguno que te valga.
Y puedes sacar las manos por el borde para mantenerlas secas. Carl estará ahí para sujetarte si te resbalas. Venga, Elsa.
Es una maravillosa forma de relajarse ver desde el agua la puesta de sol.
Y lo fue.
Hasta que apareció Jack para encontrar a su asesor personal enseñando a una sonriente Jane la manera de mantener la paja en la copa de vino.
-¿Te unes a nosotros, Jack? -sonrió Carl flotando de espaldas en el agua.
Los ojos de Jack se deslizaron por el cuerpo de Elsa, enfundado en lo que ella había creído un modesto traje de baño negro.
Tenía el pelo atado en la coronilla y la cara brillante del vapor. Estaba sonrojada y su habitual expresión de seriedad estaba suavizada por las cejas mojadas y la risa de sus labios. De pie al borde del jacuzzi con la punta de los zapatos casi tocando la toalla donde descansaban las manos de Elsa, Jack parecía un gigante y cuando Elsa ladeó la cabeza para mirarle a la cara, le proporcionó sin querer una vista del escote de su traje de baño, donde sus cremosos senos, erizados por el agua, pujaban contra la tensa tela del bañador.
-Quiero hablar contigo. Jack tenía la cualidad de hacer que una simple afirmación pareciera una amenaza, pero Elsa se sintió a salvo con Carl a su espalda.
El, por lo menos, no le producía turbulencias emocionales ni le provocaba pensamientos pecaminosos.
-Pues habla -dijo con un airoso encogimiento de hombros que hizo que sus senos se balancearan con delicadeza sobre la superficie del agua mientras Carl aparecia tras ella para dar un sobo de vino.
A Jack se le tensó un músculo del mentón.
-Aquí no. Ahora.
-Pero no estoy lista para salir. Carl y yo nos estamos desentumeciendo los músculos, ¿verdad, Carl? Tu madre nos lo recomendó.
Deberías probarlo Jack...
-¡Ah! ¡Oh! Apenas tuvo tiempo de registrar la advertencia de Carl cuando Jack se agachó, la asió por las axilas y la sacó sin apenas esfuerzo.
-¡ Jack! Sin hacer caso de las salpicaduras y las risas de Carl, Jack la arrastró por los aires hasta los ventanales franceses abiertos hasta el amplio recibidor.
-¡ Jack, estoy empapando toda la moqueta!
-¡No creas que vas a utilizar a Carl para ponerme celoso! -gruñó Jack con las manos comprimiendo con firmeza los laterales de sus senos y sus pantalones y camisa azul con la huella mojada del cuerpo de ella.
Su furia era como el azote de un látigo aterciopelado.
-¡Por Dios bendito!
-Lo mismo que le he contratado le puedo despedir. Recuérdalo la próxima vez que sientas ganas de coquetear con él. Podría costarle la carrera.
-¡No despedirías a un empleado por coquetear conmigo y mucho menos a Carl!
-rugió Elsa con una convicción tan absoluta que provocó un destello de aprecio en los ojos de él.
Jack bajó las manos pero siguió de pie entre Elsa y la puerta.
-No, no lo haría, porque no soy el cruel bastardo que tú quieres creer que soy. Y no he dicho que estuviera coqueteando contigo.
He dicho que tú estabas coqueteando con él.
-Sólo estábamos siendo amistosos.
-¿Medio desnudos y con un par de copas de vino? Un hombre sacaría la conclusión equivocada de una mujer en una situación así.
Elsa quería discutir lo de la semi desnudez, pero de repente comprendió que sería un error atraer su atención hacia su cuerpo.
-¿Me estás acusando de estar borracha?
-preguntó beligerante.
El sabía muy bien que no había estado en situación de que Carl la interpretara mal, pero seguía furioso.
Sólo había una explicación lógica para su actitud: ¡estaba celoso! La oleada de triunfo de Elsa se vio seguida de un profundo resentimiento. ¡Tenía mucho menos derecho que razón para estar celoso! Jack se había plantado las dos manos en las caderas y mantenía las piernas abiertas.
-No, sólo de ser estúpida si creías que iba a dejarte salirte con la tuya.
Esto es entre tú y yo, Elsa.
No dejaré que te escondas tras otro hombre, por muy inocente que sea la situación.
Si quieres coquetear, ¿por qué no lo haces con el hombre al que de verdad deseas?
-iEres un arrogante... !
-Eso es, dulzura. Enfádate -interrumpió él deslizando la mirada por su cuerpo para posarla en sus duros pezones visibles bajo la tela-. Me encanta cuando te pones furiosa y te lanzas contra mí - Elsa tembló y una sonrisa de picardía suavizó la expresión de Jack -. Es difícil borrar los recuerdos ¿verdad, Elsa?
Algo dentro de ella explotó.
-¡Tú deberías saberlo! ¡Eres tú el que no puede olvidar el pasado! El alzó la cabeza como si estuviera aspirando el aroma del viento.
-¿Qué quieres decir con eso?
-¡Ariel! El nombre vibró acusador entre ellos.
-¿Qué pasa con Ariel? -preguntó él con fingido desenfado que no la engañó ni por un instante.
-Bueno, sigue siendo tu ideal de mujer, ¿verdad? Elsa se cruzó de brazos al empezar a enfriarse con la voz cargada de sarcasmo mientras le asaltaba una oleada de celosa rabia. Ahora que él había tenido aquel arrebato irracional de celos, ella se sentía con derecho a permitir que aflorara a la superficie aquella antigua y corrosiva envidia que había intentado ocultar a su mejor amiga con tanto esfuerzo.
-Ella sigue siendo la frágil flor de perfección femenina por la que mides a todas las demás; la mujer que amaste y perdiste, tu alma gemela, la que supiste que era para ti desde el instante en que la conociste...
Sólo que, ¿sabes qué? -dijo con voz envenenada-. Da la casualidad de que no lo era. Acabó casándose con otro así que supongo que debes haberte equivocado.
Pero eso no puedes aceptarlo. No puedes dejar descansar en paz el recuerdo y sigues tan colgado de ella que siempre estás haciéndome preguntas acerca de lo que hizo y por qué.
-Eso de siempre está muy lejos de la verdad.
Debe ser tu conciencia culpable la que te hace exagerar, Elsa. Y no es su actuación la que me persigue, Elsa, sino averiguar por qué te involucraste tú. Pero Elsa ya no podía ser razonable.
Habiendo desatado los celos, ya no podía controlar las palabras que se derramaban por su amarga lengua.
-¿Volviste a recuperar los viejos sentimientos al hablar con ella? ¿Te estás preguntando si tendrás una segunda oportunidad con tu primer amor? Pues si estás esperando que no sea feliz, olvídalo. Conrad y ella son una pareja feliz.
Jack soltó una maldición.
-No soy del tipo de los que pierden su vida por una causa perdida y en eso se convirtió Ariel desde el momento en que se casó...
sólo tres meses después de dejarme.
-¿Ah, sí? Entonces, ¿por qué te enfadaste porque no le dijera que nos habíamos acostado? ¿Es que esperabas que le contara lo fantástico que eras como amante para que comprendiera lo que se había perdido? ioniza en la retorcida lógica de tu venganza acostarte conmigo haya sido lo más parecido a llevarla a la cama a ella, Cuando Jack avanzó hacia ella rabioso, Elsa se escabulló por debajo de su brazo y salió corriendo escaleras arriba salpicando de agua las paredes y consciente de sus pasos ganando distancia a cada minuto.
Alcanzó su habitación y con los dedos temblorosos cerró el pestillo un segundo antes de que Jack se lanzara contra la puerta con todo su peso. Elsa se apoyó contra la puerta jadeando y sintiendo la vibración de sus puños al golpearla.
-¡vete! -murmuró con desesperación.
-j Elsa... abre esta puerta! Dio una patada para dar énfasis a su petición.
¿Para qué? Para poder castigarla con su desdén por sus ridículas acusaciones? ¿O para analizar con aquella agudeza mental suya las causas de su vergonzosa pérdida de control? Elsa había creído que el amor debía ser una experiencia enriquecedora, no aquella carrera barata a la euforia seguida del hundimiento en la más terrible desesperación.
-iNo, vete! -gimió llevándose una mano a los ojos.
Seguramente no se atrevería a tirar la puerta.
Pero al menos, si lo hacía, sabía que el ruido atraería a Peggy.
Jack bajó la voz y Elsa sintió un golpe detrás justo de su cabeza.
-¿ Elsa? ¿Qué pasa? ¿Estás llorando, corazón? Mira, déjame entrar. No quiero hacerte daño.
Sólo quiero hablar. Elsa se secó las lágrimas.
¡corazón! ¿Cómo podía llamarla eso? Tenía el corazón en un puño y todo era culpa suya.
-Bueno, pues yo no. Vete o gritaré desde la terraza para llamar a tu madre.
Se hizo el silencio al otro lado de la puerta.
Elsa esbozó una amarga sonrisa y pegó la oreja a la madera. Entonces oyó un crujido al otro lado de la ventana abierta del balcón y corrió hacia allí justo a tiempo de verle saltar desde el balcón de al lado al menos a dos
metros de distancia.
En la oscuridad pareció volar como un ángel vengador antes de aterrizar. Elsa lanzó un grito cuando su pie rozó el hierro y resbaló, pero el impulso lo lanzó hacia adelante contra la barandilla frente a ella.
-¿Estás loco? ¡Podrías haberte matado!
-No, una pierna o las dos rotas como mucho
-dijo con una irritante prepotencia machista mientras la asía por la muñecas y la atraía contra su ancha cintura.
Elsa tenía el corazón desbocado y también él, notó cuando sus senos rozaron el duro muro de su pecho.
-¡Podrías haberme matado! -repitió temblorosa casi paralizada por la idea de perderlo.
-¿Y te hubiera importado? -preguntó deslizando las manos por su temblorosa espalda-.
Quizá pensabas que lo había merecido.
Ella se estremeció enterrando la cabeza en su pechera mojada con la voz ahogada de horror.
-¡No digas una cosa tan horrible!
-Ya sé... que los dos nos hemos dicho cosas terribles en esta relación de amor odio nuestra. Por eso es por lo que creo que tienes razón. No deberíamos hablar. Las palabras sólo nos traen problemas y la acción habla más que mil palabras.
Se apartó entonces para poder deslizar las manos sobre sus hombros y meter los dedos entre los tirantes del traje de baño y deslizarlas por sus brazos para liberar sus senos al fresco aire de la noche, la blancura de su cuerpo contrastando con la tela negra.
La única protesta que pudo emitir ella fue un suspiro de anhelo cuando Jack se inclinó para humedecer sus duras crestas rosadas.
-Ssss.
Jack ahogó su murmullo con los labios y la levantó para llevarla hasta la suave cama y tenderse de espaldas dejándola a ella encima.
Estiró entonces el brazo y encendió la lamparilla sin romper siquiera el beso y mientras el sabor adictivo y familiar de él le inundaba los sentidos, Elsa se abandonó al primitivo mundo de la pasión, dedicada a la expresión física de un amor que tenía miedo de poner en palabras.
Ayudó con torpeza a Jack a quitarse la camisa y despojarla a ella del traje de baño.
El la colocó entonces a horcajadas sobre él y abarcó sus nalgas desnudas para moverla contra sus ondulantes caderas de una forma que la hizo retorcerse de placer y suplicar más. Jack estaba a punto de dárselo cuando una aguda llamada en la puerta los paralizó a los dos.
- Elsa, ¿Estás bien? Pensé que había oído un grito. Elsa bajó la mirada avergonzada hacia el hombre que yacía bajo su cuerpo.
Las duras facciones de Jack estaban borradas por la agitada pasión, su boca roja de sus besos febriles, sus ojos despidiendo chispas de un fuego diamantino azul.
-Sí -contestó con pánico-. Sí.... pero no era nada. Estoy bien.
Hubo una pausa.
-¿Estás segura?
-Sí, sí, estoy segura. No te preocupes, Peggy.
Gracias.
Sintió una oleada de júbilo ante la fiera expresión de alegría de la boca de Jack.
Cuando oyeron alejarse los pasos de su madre, él deslizó la mano hasta su nuca y la apretó con lentitud.
-Sabe que estás aquí conmigo -susurró ella cuando sus bocas estuvieron a pocos milímetros. El sonrió con malicia.
-Bien, así sabrá que no tiene que molestar hasta por la mañana. Absorbió entonces su labio inferior y sus bocas se pegaron mientras él la apartaba a un lado para quitarse el resto de la ropa. Cuando estuvo gloriosamente desnudo, volvió á colocarla sobre su cuerpo lanzando un gemido gutural cuando el suave triángulo de entre sus piernas le acarició el vientre con un húmedo y cremoso calor.
Siguieron largos minutos de bendito ardor hasta que Jack por fin capturó las manos desesperadas y jadeó:
-No, déjame hacerlo a mí. Te harás daño de esa forma. La volvió con delicadeza de espaldas extendiéndole los brazos a ambos lados de sus piernas y apoyando las plantas de sus pies contra el colchón al lado de sus rodillas. Entonces situó las caderas y con los ojos fijos en su cara excitada, la penetró despacio hasta que quedó enterrado en ella.
Los dos gimieron cuando se retiró y empezó el proceso de nuevo estableciendo un lento y sensual ritmo de sacudidas que se fueron acelerando progresivamente hasta que los dos estuvieron al borde del explosivo éxtasis, las dos voces mezclándose en roncos gritos de frenético rapto.
Después, mientras los dos yacían en un remolino de extremidades entrelazadas, Jack le besó las manos con reverencia.
-Si nos sale así de bien ahora, imagínate lo intenso que será el placer cuando puedas utilizarlas de nuevo.
-Supongo que eso quiere decir que tenemos una aventura, después de todo. La sonrisa de Elsa estaba cargada de tristeza.
Jack deslizó un dedo por sus labios con gesto sensual.
-No tiene por qué.
A Elsa se le desbocó el corazón.
-No, si regularizamos la situación.
La sangre se le retiró de la cara y susurró con voz apenas audible:
-¿Qué?
-Bueno, si te casas conmigo, podríamos dormir juntos tantas veces como quieras sin ofender tu alma puritana.
Pero estaba riéndose al decirlo. Estaba bromeando. Elsa se encogió.
-iNunca habías dicho nada de matrimonio! Ni de amor. ¿No viene antes una declaración de amor? Jack se apartó unos milímetros de ella sin dejar de sonreír.
-¿Quiere eso decir que tu respuesta sería no? Elsa notó el uso del condicional. O sea que todavía no le había hecho la pregunta.
Había sido más bien una evasiva.
Todas las antiguas inseguridades la asaltaron al recordar que Jack había disfrutado atormentándola durante los dos años anteriores.
-Supongo que si dijera que sí, me encontrara frente al altar contigo.
Esa seria tu última venganza, ¿verdad? Volver las tomas para humillarme como yo te humillé a ti... En cuanto las palabras salieron de su boca supo que había cometido un error fatal.
La cara de Jack se volvió de piedra y saltó de la cama como si estuviera contaminada.
-Si eso es de verdad lo que piensas, entonces una relación entre nosotros es absurda.
No vas a confiar nunca en mí por completo, ¿verdad? No importa las veces que te lo demuestre.
Recogió su ropa del suelo y empezó a ponérsela sin nada de la ternura de un minuto antes.
-¡Oh, sí! Te acostarías conmigo y hasta tendrías una aventura que te avergonzaría pero siempre te retraerías porque nunca creerías que yo pudiera comportarme de forma honorable. No soy yo el que está obsesionado con Ariel. Eres tú. ¿Quieres ser la mártir del pasado? ¡Bien! Mantén tu confianza y yo mantendré mi honor. Pensé que había encontrado a una mujer con coraje y orgullo, pero creo que me he equivocado. ¡Eres sólo otra causa perdida!

Continuará....

La amante del novio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora