Elsa hubiera querido lanzarse por encima de la mesa y arrancarle los ojos. Deseaba patear, morder y gritar su propuesta, eso le condenaría delante de todo el comedor como un odioso y despreciable monstruo.
Lo único que le detuvo fue la certeza de que era así como él esperaba que reaccionara.
Su rigidez le delataba; era la rigidez de un depredador preparándose para matar.
Pudo sentir que deseaba que perdiera el control.
Quería que se pusiera en evidencia como una histérica para crear otra escena de humillación pública que arruinaría su ya deteriorada reputación.
-¿Qué pasa, Elsa? -susurró con suavidad-.
¿No es suficiente? Los dos sabían que era demasiado.
Mucho más que demasiado.
Elsa hubiera desdeñado cualquier otra cantidad con una carcajada, pero aquella suma era suficiente como para paralizar a cualquiera, cuanto más a una mujer cargada de deudas. Lo único que tenía que hacer era sacrificar su orgullo, el respeto por sí misma.
¡Nunca! ¡Y él lo sabía! El peligroso cóctel de pastillas y alcohol regado con la rabia le recorría las venas como una tormenta.
El color le inflamó las mejillas añadiendo una fiera animación a sus rasgos cuando levantó la barbilla y le clavó una mirada envenenada.
-¿Crees que caeré en un truco como ése? ¿Qué te impediría cancelar el cheque mañana si no lo has hecho ya hoy? Debería haber sabido que él no le dejaría un escape tan fácil de la tentación.
-Como podrás ver, es un cheque bancario, no personal... Es como tener dinero en metálico.
-Una gran cantidad para una sola transacción.
Se sintió orgullosa de que no le fallara la voz.
-¿No te consideras merecedora de tanto?
-De cada centavo -dijo doblando el cheque y apretando el doblez antes de volverlo a doblar.
-Considéralo como un anticipo -su profunda voz estaba cargada de anticipación mientras sus ojos de halcón, clavados en ella, esperaban ver cómo lo rasgaba en pedazos.
Naturalmente, espero que trabajes en exclusiva para mí.
Tengo numerosos clientes extranjeros a los que les gustaría la diversión con clase mientras estén en la ciudad, hombres que prefieren una compañía más inteligente y sofisticada que la que proporcionan las agencias de compañía locales.
Elsa apretó el cheque de forma involuntaria y notó la leve tensión muscular en el cuerpo de Jack como si se preparara para la explosión de ella.
En vez de eso, Elsa deslizó al delgada tira de papel contra los labios, la deslizó por el cuello y se la metió en el escote donde descansó segura entre el encaje del sujetador.
Entonces apoyó los codos en la mesa y se inclinó hacia adelante para disfrutar de la parálisis de la cara de Jack Frost.
-¡Vaya! Gracias, Jack. Ese dinero me viene desde luego muy bien... pero espero que no te importe que me piense lo de la exclusividad.
No me gusta limitar mis opciones hasta que no haya investigado con atención el mercado.
Durante un momento, él no se movió hasta que asimiló la situación.
-No irás en serio, ¿verdad? -musitó con voz ronca bajando los ojos hacia la zona donde había desaparecido el cheque.
-¿Que no? Agitó la cabeza y el pero le onduló por un hombro con un gesto provocativo.
El iba a descubrir que ella era tan buena como él en la crueldad.
¡O mejor! -¿Por qué no? Estoy desesperada y, como tú mismo señalaste, en esta situación se hacen cosas que uno no se atrevería a considerar de otra forma.
Su fruncimiento sombrío traicionaba su frustración.
Le temblaron los músculos de la mandíbula y Elsa casi pudo oír el rechinar de sus dientes.
¡Oh, sí, la venganza era desde luego dulce !, pensó Elsa mareada.
No le extrañaba que Jack la persiguiera con tal fervor.
-¿Y qué ha pasado del famoso orgullo de los Swon? ¿Qué diría papaíto si su pequeña niña estuviera haciendo este tipo de negocios?
- Me pregunto qué pensaría el tuyo si supiera que te has convertido en un chulo! La cara de Jack se ensombreció.
-Mi padre murió hace veinte años.
Curiosa por la intensidad del dolor en su voz, Elsa sintió una punzada de vergüenza.
-Lo siento... ¿Fue un accidente?
-¡No! Su voz contenía una rabia tan contenida que le produjo escalofríos.
-¿Lo asesinaron? Le alucinaba la idea de que alguien se atreviera a privar de algo a Jack Frost.
Pero entonces debía ser apenas un vulnerable adolescente aunque lo imaginaba agresivo incluso entonces.
Elsa se llevó la mano al escote de forma inconsciente y rozó el pedazo de papel que ahora le pesaba una tonelada.
-Lo siento -repitió con nerviosismo-. Debió ser muy difícil para ti.
La áspera carcajada de Jack le hizo arrepentirse de haber demostrado compasión.
Como su padre, era evidente que lo consideraba como una debilidad para usar en su contra.
-Sin embargo, eso explica lo bastardo que has llegado a ser. Es evidente que tu madre no consiguió enseñarte muchos modales.
Seguro que eras un salvaje cuando eras adolescente.
Jack apretó los dientes.
-Y todavía lo soy, dulzura. Y deja a mi madre fuera de esto... ella no forma parte de tu batalla.
Por suerte, en ese momento Elsa ya no sentía ninguna compasión y fue capaz de batir sus largas pestañas con los ojos brillantes de diversión.
-¿Estamos peleando? -dijo con melosa inocencia-. Yo pensaba que esta era la forma en que llevabas tus negocios...
Ya sabes: amenazas, insultos, maltratos físicos...
Elsa notó un destello fugaz de admiración ante su audacia.
-A ti te gusta que te maltraten, dulzura y vas a conseguirlo.
Levantó la mano en una parodia de cortesía y la alcanzó por encima del guante.
-No puedes soportar perder, ¿verdad?
-susurró ella al sentir una fuerte punzada de dolor en el brazo que le irradió hasta el pecho-.
Y deja de llamarme dulzura.
-Sólo te estoy preparando -miró por encima del hombro de ella-. Dan vuelve para acá y él será el que hará el maltrato.
Yo sólo espero que estés lista para ganarte tu dinero porque tengo entendido que le gusta el sexo duro...Puede que le guste que seas una dama en la mesa, pero una prostituta en la cama.
Ahora estaba intentando asustarla para que le devolviera los diez mil dólares.
-Mejor él que tú.
-Entonces supongo que tenemos un trato.
Jack le puso la llave en la palma de la mano cerrándole los dedos despacio uno a uno, con los ojos azules clavados en ella con gesto de desafío..
Elsa se quedó sin aliento al comprender que él no pensaba ceder, ¡Estaba presionándola para que siguiera con aquel trato infernal! No le importaba en absoluto el dinero... era lo bastante rico como para no notar diez mil dólares y ya había demostrado que llegaría adonde hiciera falta para tenerla bajo su poder por completo.
La cabeza le daba vueltas de la confusión y sólo una idea destacaba por encima de la bruma: él no iba a ceder nunca.
Quizá la única forma de ganar fuera dejarle conseguir la venganza que ansiaba.
Quizá entonces la dejara en paz.
-¡Bueno, ¿vamos a divertirnos, dulzura?
-preguntó Dan a sus espaldas.
Apartó su silla con tal brusquedad que Elsa dio un respingo y tuvo que sujetarse al borde del asiento mientras él la sonreía.
Elsa volvió a mirar a Jack, pero se había dado la vuelta y estaba firmando la factura con fuertes trazos.
-Claro... -la voz le salió como desde muy larga distancia mientras permitía a Dan que la ayudara a ponerse de pie.
Sentía el cuerpo separado del cerebro y los pies flotar por el suelo mientras le acompañaba fuera del restaurante por le espesa moqueta del hotel consciente de que Jack les seguía en silencio.
Sintió su densa mirada clavada en su espalda como si fuera el cañón de una pistola, fría, dura y letal.
Sintió entonces una helada calma. El tiempo pareció extenderse y adquirir una realidad ensoñadora mientras pasaba por delante de recepción hacia los ascensores y los dos hombres se estrechaban las manos e intercambiaban las últimas cortesías.
Jack parecía tranquilo y nada afectado, pero cuando Dan dijo que iba al mostrador a ver si tenía algún mensaje, Elsa descubrió lo contrario.
Se encontró acorralada contra la columna más cercana por su sólido cuerpo y sus manos, plantadas a ambos lados de sus hombros.
-Es lo bastante viejo como para ser tu padre.
¿Es que no te importa? Elsa pudo sentir la mirada ardiente de Jack en su pálida cara.
Si se movía le rozaría, así que se quedó paralizada con la respiración jadeante y con la esperanza de que su pasividad sirviera para lo que no había servido la confrontación abierta.
Cuando ella no respondió, la voz de Jack se hizo más irónica y dura.
-Puede que el próximo cliente no sea tanto de tu gusto. ¿Qué pasaría entonces, Elsa? Estás vendiendo tu derecho a negarte. ¿Qué pasaría si ofrezco tus servicios a alguien que te produzca escalofríos? Jack bajó las manos y dio un paso atrás como si de repente le contaminara su proximidad.
-Sabes que si haces esto, no habrá vuelta atrás.
-Gracias a ti no tengo a donde volver -señaló dando la vuelta para sonreír a Dan que se acercó al tiempo que los ascensores se abrieron para descargar a un grupo de turistas americanos.
Deslizó el brazo entre el de él y tiró hacia el ascensor sin importarle que su ansiedad por alejarse de Jack pudiera ser interpretada de otra forma.
Como una sonámbula acompañó a Dan hasta la habitación 703, le pasó la llave para que abriera y le observó trajinar por la habitación, correr las cortinas, encender la radio, y bajar las luces hasta crear el efecto que buscaba.
Sólo dejó una pequeña lamparilla y Elsa agradeció la casi total oscuridad del otro lado de la habitación, donde estaba la cama doble.
La habitación era lujosa, impersonal.., no contenía nada a lo que el recuerdo se pudiera aferrar y eso lo agradeció.
Posó el bolso en la mesa al lado de la puerta y hasta aquello le costó un esfuerzo.
Una extraña inercia hacía que las piernas le pesaran como troncos y que el pensamiento racional se le escapara.
Había hecho un trato...
La idea atravesó la bruma de su mente cuando dejó que Dan la tomara entre sus brazos.
Sintió sus manos secas y correosas sobre su piel cuando le giró la cara hacia la de él.
Su colonia era fuerte y desagradable mezclada con el fuerte olor del alcohol de su aliento.
Elsa volvió la cara y los labios que estaban a punto de posarse sobre su boca se posaron en su mejilla.
Tenía que hacerlo, se dijo con desesperación.
Era un asunto de honor.
Tenía que hacerlo para demostrar.., para demostrar...
No pudo recordar lo que debía demostrar.
La inercia empezó a ceder y una vaga sensación de pánico invadió el letargo inducido por las drogas y sintió un martilleo en los oídos mientras empujaba frenética el pecho de Dan, consciente de su fuerza de toro.
-¿Qué? ¿Qué pasa? Dan alzó la cabeza con más mirada de asombro que de enojo y Elsa sintió que la oleada de terror remitió al apartarse de ella.
-Hay alguien en la puerta -dijo temblorosa al comprender que el martilleo no era en su cabeza.
Las rodillas casi le cedieron de alivio, Jack! Tenía que ser él! Al final, debía haber sentido cargo de conciencia. A pesar de sus rudas amenazas, no la había abandonado a su suerte. Por eso sólo, casi esta preparada para perdonarle.
-¡oh, Dios! Ha llegado el champán -gimió Dan mientras abría la puerta y dejaba pasar al camarero-. Lo pedí en recepción. Ya sé cómo os gusta a las chicas que os agasajen con burbujas, flores y chocolate.., así que lo encargué todo.
En lo más hondo, había estado segura de que Ryan aparecería.
-Yo.., tengo que ir al baño -murmuró dirigiéndose a la puerta que tenía a sus espaldas y cerrando con llave.
Se abrazó contra el lavabo de mármol y se miró la cara pálida en el espejo. Sólo sobresalían los dos pegotes del colorete que le había aplicado Collette y aunque el carmín se había borrado por completo, el labio inferior estaba todavía fijo donde se lo había estado mordiendo sin cesar.
Bajó la vista hacia sus manos.
Aunque no sentía dolor, el guante izquierdo estaba empezando a reventar las costuras.
Pronto la circulación se vería afectada.
Sería mejor quitarse los guantes antes de tener que cortarlos...
Le costó sacarse el dedo meñique inflamado y se miró con atención pensando que no se verían los moretones bajo la tenue luz de la otra habitación.
La habitación donde la esperaba Dan con el champán.
En otras circunstancias, hasta le habría caído bien aquel hombre, pensó abotargada.
Abajo había sido descarado e insensible, pero en privado, casi era un romántico.
No importaba lo que hubiera dicho Jack, no creía que aquel hombre le fuera a hacer ningún daño.
La idea le dio valor para aventurarse a salir dejando los guantes en la cómoda Agradeció que el curioso camarero hubiera desaparecido y aceptó la brillante copa de champán con una calma fatalista.
Nadie iba a ir a rescatarla.
Tendría que hacerlo ella sola.
Antes, Dan sólo había sido una sombra en el escenario, sólo un apoyo en su batalla privada con Jack, Ahora era demasiado real, un ser humano generoso al que podía hacer daño.
¡Todo era culpa de Ryan! Elsa apuró la copa con rapidez y se sentó en el borde de la cama al notar que la cabeza le daba vueltas.
-Dan...
Tenía algo importante que decirle.
Lo sabía.
Algo muy, muy importante...
-Por supuesto, cariño -dijo él con exagerada cortesía rellenándole la copa antes de saber si era eso lo que queda.
Elsa comprendió que él tampoco se mantenía muy estable de pie.
Aunque era Jack el que había elegido el vino, Dan había bebido con más abundancia incluso que Elsa y al final, casi se había tomado él sólo dos botellas.
Se balanceó y Elsa le asió mecánicamente por la americana sentándole a su lado.
Después posó su copa en el suelo.
La sangre le bajó a la cabeza y la copa se derramó por la espesa moqueta y por sus pies.
Elsa dio un grito y se quitó los zapatos y al agitar las piernas, cayó de espaldas en la cama, con el vestido deslizándose hacia arriba por sus muslos.
Dan se tiró a su lado con la botella todavía en la mano y Elsa soltó otro grito cuando el líquido dorado se le derramó por el pecho.
El sólo sonrió al ver la cascada y Elsa se incorporó sobre el codo izquierdo enderezando la botella y frotando de forma instintiva la zona mojada de su camisa medio abotonada.
-¿Por qué no lo chupas, cariño? -invitó él de buen humor deslizando al mano libre hacia su cadera para intentar colocarla encima de su cuerpo.
Enzarzados en aquella húmeda pelea, ninguno de los dos oyó nada, pero la puerta se abrió de repente y casi a la vez, Elsa sé sintió arrastrada de la cama y puesta en pie.
-Perdona, amigo. Cambio de planes.
Jack Frost se inclinó y alzó a Dan por la pechera de la camisa quitándole la botella mientras lo empujaba hasta la puerta.
Cuando Dan farfulló algunas palabras de protesta, Jack se inclinó para murmurar algo a su oído y la resistencia del hombre mayor se desinfló como un balón pinchado.
Con un murmullo de despedida en dirección a Elsa, se dejó arrastrar hasta el pasillo y se apresuró a alejarse antes de que Jack cerrara con el pie.
Elsa se quedó mirando cómo se apoyaba contra la puerta antes de cenarla con llave.
Su pálida americana parecía brillar en la penumbra inundando de energía sus volátiles contornos.
-¿Qué... qué le has dicho? ¿Y cómo has entrado? La puerta seguía intacta, así que no la había forzado y se sintió horrorizada al pensar que algún empleado podría haber entrado y haberla encontrado rodando por la cama con Dan.
Jack decidió contestar a la segunda cuestión antes.
Tiró algo con un chasquido en la mesa al lado de su bolso.
-Yo reservé la habitación, ¿recuerdas? ; Una llave! ¡Tenía una llave!
-Y le, dije a Dan que por desgracia acababa de descubrir que estabas sufriendo una enfermedad en su fase más infecciosa.
Elsa se sonrojó de humillación.
-Tú... tú...
Jack se apartó de la puerta.
-Ten cuidado. Ten mucho cuidado con lo que dices, Elsa. No estoy precisamente de muy buen humor.
Ella se apartó de él.
-¡Nunca lo estás! De repente, la bruma mental había desaparecido y el letargo se vio sustituido por una repentina inquietud, su cuerpo tenso de fiera disposición.
Todo a su alrededor se hizo más claro, los colores más vívidos, los sonidos más penetrantes.
Hasta podía oír su respiración rápida y entrecortada y el crujido de su ropa contra la piel al moverse.
Si escuchaba con más atención, creía que podría hasta escuchar el pulso de sus venas.
Desde luego lo veía palpitar con fuerza en sus sienes a medida que se acercaba.
La sombra de su mandíbula parecía más oscura, acentuando una imagen de masculinidad casi sobrecogedora.
Elsa escondió las manos a su espalda para que no viera como le temblaban.
-¿Qué estás haciendo aquí de todas formas? Su esfuerzo por sonar fuerte le salió como una melindrosa queja.
Él se deslizó la americana por los brazos y la tiró con descuido al suelo.
- Bruja desagradecida! Su sonrojo se acentuó porque sabía que su insulto estaba en parte justificado.
¿Pero esperaba un suave agradecimiento por rescatarla de algo en lo que él mismo la había metido? Le miró con desafío y recibió el castigo al instante.
-Se me ocurrió que podía tener problemas si te contrataba sin referencias, así que decidí hacer una evaluación personal de tus servicios antes de dejar que otros calificaran de tu experiencia.
Se aflojó el nudo de la corbata y se la quitó con un suave crujido de seda que era una provocación en sí mismo.
Elsa se sintió asombrada de la leve oleada de excitación que le recorrió los nervios.
-Ibas a hacerlo, ¿verdad? -observó Jack con una peligrosa calma mientras tiraba la corbata sobre la americana-.
Ibas a acostarte con ese viejo por dinero.
-Dan no es viejo -murmuró ella distraída mientras le observaba alcanzarse los gemelos y entrecerrar los ojos-. Mira, si quieres que rompamos el trato, a mí me parece bien.
Puedes quedarte con tu maldito dinero.
Se buscó en el escote con la mano sana y descubrió con horror que estaba vacío.
El cheque debía haberse deslizado a un lado del sujetador en su forcejeo con Dan.
-Ahora es tuyo -dijo Jack metiéndose los gemelos de oro en el bolsillo de los pantalones mientras caminaba por encima de la ropa del suelo.
Elsa retrocedió casi rasgándose el fino encaje italiano del sujetador al buscar con frenesí más adentro. Con un sordo gemido de alivio, por fin sacó el arrugado y caliente pedazo de papel.
-Toma. No pretendía guardarlo, de todas formas -dijo sujetándolo como si fuera un talismán.
-¿De verdad?
Era evidente por la curva de cinismo de su boca que no la creía.
Sin hacer caso de su mano estirada, su mirada brumosa se deslizó por su tensa cara y el halo revuelto de su pelo hasta la brillante manga que le caía por el brazo izquierdo y revelaba el tirante verde esmeralda de su sujetador.
-¡No!- Los dedos pegajosos de sus pies se enroscaron sobre la moqueta ante la expresión de sus ojos, que parecían estar deslizándole el tirante por la piel cremosa del borde de los senos.
La habitación pareció quedarse sin oxígeno.
Elsa inspiró y se levantó la manga con la mano que sujetaba todavía el cheque.
-Sabes condenadamente bien que sólo estaba intentando vengarme de tus insultos.
-A mí se me ocurre una forma mejor...
-murmuró él con la mirada clavada en el rápido movimiento de sus senos.
El corto vestido brillante, de repente le pareció a Elsa que estuviera hecho de encaje transparente.
¡Nunca se había sentido tan consciente de sus generosos senos! Perdió los nervios cuando sus ojos se clavaron en los de ella mientras sus manos se elevaban hasta el cuello de la camisa.
-¿Qué crees que estás haciendo? -gimió cuando Jack se desabrochó el primer botón.
-¿Exactamente qué crees tú que estoy haciendo? -repitió él despacio moviendo la mano hacia el siguiente botón con la misma tentadora lentitud revelando un torso desnudo que estaba esculpido en puro músculo y cubierto de una fina capa de sedoso vello-.
Lo que tu esperabas que hiciera...
Elsa se sintió de repente muy aislarla en aquella habitación insonorizada y cerrada con llave.
Con la atención fija en Jack, intentó acercarse a la derecha.
-Lo que yo estaba esperando es que te apartaras a un lado para poder salir Se dirigió al cuarto de baño, pero él fue más rápido y
sus fuertes manos la atraparon por la cintura atrayéndola hacia sí de forma inexorable mientras ella clavaba los pies descalzos en la moqueta.
-¡Mentirosa! -la acusó él sombrío-.
Llevabas tiempo esperando este momento, ¿verdad, Elsa? De hecho, años..
-No sé de qué estás hablando -jadeó ella retorciéndose entre sus brazos y empujándole con un puño.
-¡Y un cuerno que no! Los ojos le despidieron llamas azules y se movió arrastrándola con él hasta acorralarla contra la pared y atrapándola con sus caderas mientras sus fuertes manos se deslizaban por sus flancos.
-Esto ha existido entre nosotros desde el primer momento.
Mudo, pero siempre presente.., esta ardiente sensación de mutua atracción...
-¡No! El estaba despertando sentimientos hacía largo tiempo enterrados que no tenía derecho a sacar.
Intentó darle una patada con el pie descalzo, pero fue un grave error, porque él se apartó a un lado y se metió entre sus piernas empujándola contra el centro de su cuerpo.
Elsa forcejeó contra su torso y al agitar la cabeza con violencia, su melena le abanicó en la mandíbula.
-¡si! Pero nunca nos hemos permitido a nosotros mismos arañar en eso, ¿verdad, Elsa? Lo hemos ignorado con educación y eso te ha frustrado por completo.
Te atraía el prometido de tu mejor amiga y como te sentías culpable, me cargaste a mí con la culpa.
Yo era el villano por ser el objeto de tu deseo, por despertar sensaciones que no quedas reconocer...
- ¡Qué engreído eres! -se rió Elsa negando el vergonzoso recuerdo de su obsesión. El no podía saberlo. Nadie podía saberlo. Estaba sólo divagando...
Jack se inclinó hacia ella dejándola sentir la fuerte presión entre sus piernas, electrificándola con el conocimiento de que estaba tan excitado como enfadado.
-¿Tu crees? ¿Es halagador sentirse deseado? ¿Creías que no notaría la forma en que vibrabas cada vez que me acercaba, cómo te tensabas cada vez que nos rozábamos, los exagerados esfuerzos que hacías para no quedarte a solas conmigo ni estar con Ariel y conmigo como pareja? Oh, sí, ya me deseabas entonces, Elsa. Lo podía oler. Y todavía me deseas. Por eso has venido aquí esta noche enseñando tus largas piernas y tus abundantes senos con ese vestido sexy y barato.
Una bendita oleada de rabia la sacudió derrumbando las barreras que con meticulosidad había levantado contra él y desbordando las pasiones y resentimientos reprimidos durante años.
-Cerdo egocéntrico y bru...
Se lanzó contra él y golpeó su hombro de hierro con el borde de la mano.
El despreciable cheque cayó en el interior de su camisa abierta.
La cara de Jack se endureció de salvaje satisfacción ante la traicionera fiereza de su respuesta.
-El sexo es crudo.
Crudo, salvaje y terrenal.
¿Es eso lo que te hago sentir? -bajó la vista y sacó el papel arrugado de su camisa frotándolo despacio contra su boca y su nariz-.
Ah, sí..., así es como lo recuerdo.
El aroma único de Elsa Swon, el maduro aroma a cálidos y jugosos senos.
Ella estaba paralizada ante el primitivismo de sus actos.
Jack inhaló con fuerza y entrecerró los párpados con gesto de aprecio sexual.
A Elsa le cosquillearon los pechos como si se los estuvieran acariciado con mano experta y una deliciosa pesadez se concentró en su bajo vientre.
-Pero sé que todavía tienes una fragancia femenina más embriagadora que ofrecerme, ¿verdad, dulzura? Manteniéndola cautiva, bajó la mano apartándole un poco las caderas de las de él para deslizarla bajo el dobladillo del vestido y frotarle el cheque entre las piernas.
Elsa lanzó un grito con los ojos abiertos como platos mientras él deslizaba el papel contra la frágil barrera de sus finas medias y bragas.
El pasado y el presente se fundieron en una confusión de imágenes.
Era Jack el que le estaba excitando los sentidos, absorbiendo los secretos de su alma, arrancando los tesoros de su corazón celosamente guardados.
-iDeténte! -gimió sin fuerza de voluntad para apartarse mientras sus prohibidas fantasías se hacían realidad.
Su carcajada triunfal reconoció la debilidad de su protesta.
-Haz que me detenga. Entonces aplastó la boca contra la de ella, abriéndole los labios y forzando la lengua en su húmedo calor, sin dejar de mover la mano entre sus muslos con un seductor ritmo que le producía una sensación tan exquisita que Elsa creyó que se volvería loca.
El ardor explotó en su cuerpo y se colgó de Jack en un espasmo de placer agarrándose a su cuello, arqueando la espalda y moviendo las caderas de forma incontrolada.
Jack alzó la cabeza bebiendo sus gemidos.
-Estás preparada para mí, ¿verdad corazón?
-murmuró con voz ronca-.
Excitada y ansiosa por saber lo que vas a sentir cuanto te haga el amor.
Elsa se estremeció incapaz de negar las necesidades de su cuerpo.
Nada en su limitada experiencia sexual la había preparado para una seducción tan violenta de los sentidos, para una gratificación tan desnuda de sus deseos.
-¡Oh sí, nena! Estás lista.
Déjame enseñarte lo mucho que... sus dedos acariciaron el centro de su feminidad.
Elsa se mordió el labio y la voz quebrada de él resonó contra su garganta-.
No, no tienes que contener nada, ya no más...
Está bien así...
Gime para mí, Elsa.
Déjame saber cómo te hago sentir.
Ella alzó las caderas para ayudarle cuando Jack hundió los dedos a ambos lados de sus muslos y tiró de las medias con aspereza hacia abajo junto con las braguitas de color esmeralda a juego con el sujetador.
-Quítatelo -jadeó cuando la ropa interior cayó hasta los tobillos.
Ella le obedeció y la apartó con el pie junto con el cheque.
Con un salvaje rugido de satisfacción, Jack la apretó de nuevo contra la pared, la lengua penetrando su boca de forma salvaje en una imitación gráfica de la intimidad que seguiría.
Apretó las caderas contra las de ella y su excitado sexo los atormentó a ambos con el recuerdo de que ahora ella estaba desnuda bajo la falda.
La fina sombra de su mandíbula raspó como la lija la tierna mejilla de Elsa cuando Jack bajó la cabeza para invadir de nuevo la húmeda cavidad de su boca deslizando las manos hacia las diminutas mangas para tirar de ellas hasta que la tela elástica le llegó a los codos.
Con un última penetración de la lengua, Jack se apartó y bajó la vista hacia sus senos, lascivos, estremecidos, casi desbordando la media copa del sujetador esmeralda.
Le aletearon las fosas nasales ante el erótico aroma y la imagen de sus opulentas curvas.
-Solía preguntarme por qué te encorsetabas en aquellos trajes sastre.
¿Creías que ocultaban el hecho de que tenías unos senos generosos? Créeme, lo único que conseguían era provocarme la fantasía de hacer esto.
Enterró los dedos en el borde de encaje del sujetador y lo deslizó mostrando sus pechos como una fruta madura y tersa dejando que los tirantes y ballenas de debajo formaran un marco para su inflamada plenitud.
Sus oscuros pezones inflamados se erizaron hacia él sobresaliendo prominentes contra la cremosa piel.
Jack los frotó con sus pulgares hasta que se pusieron aún más oscuros y visiblemente hinchados y entonces abarcó sus abundantes pechos en sus palmas rodeándolos con los dedos y masajeándolos con un lánguido movimiento que la volvió loca de deseo.
Elsa enterró la mano en su nuca tirándole del pelo para rogarle que siguiera y él respondió al instante a la muda súplica bajando la cabeza y usando su húmeda lengua para lubricar las rígidas crestas antes de tomarlas en su boca, lamiendo y chupando con un ansia hambrienta que le hizo desear a ella darle el mismo placer.
Elsa forcejeó para librarse los brazos apresados y él la ayudó, desabrochándola el sujetador y bajándole el vestido hasta la cintura.
En alguna parte lejana de su cerebro que todavía funcionaba, Elsa consiguió desabrocharle los botones de la camisa que le quedaban soltando una carcajada cuando él lanzó una maldición.
Nunca se había sentido tan libre.
No sentía la carga de la expectación de fallar ni sentido de la responsabilidad de sus impulsivos actos.
Lo único que él deseaba de ella era pasión y eso se lo podía dar en gloriosa abundancia.
Jack se despojó de la camisa mirando con ansia sus pechos inflamados todavía húmedos de su boca cuando se frotaron contra su torso desnudo.
Su magnífico pecho terso estaba resbaladizo del sudor y cuando ella deslizó los dedos por la aterciopelada mata de vello húmedo y rozó los planos pezones, Jack enterró los dedos en sus caderas, atrayéndola contra su sexo mientras exhalaba un jadeo entrecortado.
-¡Hazlo! Usa tu lengua...
Quiero sentir tu boca sobre mi piel -la apremió.
Ella obedeció descubriendo toda la extensión de su propio poder cuando su fuerte cuerpo se estremeció en sus brazos.
Tenía un sabor salado, exótico y puramente masculino.
Era como una potente droga inyectada directamente en su corazón desbocado.
El deseo la recorrió las venas y él bajó la cabeza para darle otro beso atormentador.
Jack empezó a deslizar las manos hacia arriba por sus muslos alzándole el vestido sobre su desnudez hasta que pudo tomarle las nalgas, apretando su firme redondez entre los frenéticos movimientos de sus caderas.
La cara tela de sus pantalones contra el ardiente centro de su femineidad era excitante pero increíblemente frustrante y Elsa gimió buscando a ciegas su cinturón.
-¡ Espera! -jadeó él contra su oído.
Entonces se arrodilló y ella sintió el calor de su aliento abanicando el suave vértice entre sus muslos.., y después sus labios, su lengua.., el mundo se disolvió en una bruma espesa de éxtasis.
Sólo cuando la había llevado al estremecedor límite del éxtasis, se puso de pie para besarla de nuevo.
Las manos de Elsa se deslizaron del bruñido acero de su pecho hasta la suave espalda musculosa, adorando la contenida tensión de sus músculos bajo la ardiente piel.
Con un rápido movimiento, Jack tiró del arrugado vestido hacia arriba, se lo sacó por la cabeza y le desabrochó el sujetador.
-Ahora... coloca las piernas alrededor de mí
-ordenó con la voz carga de intensidad sexual.
Iba a poseerla allí mismo. ¡De pie! La curiosidad la excitó aún más y Elsa apretó un muslo contra su poderoso flanco antes de doblar la rodilla sobre su cadera.
Las manos de Jack se curvaron bajo su trasero y se extendieron por la parte posterior de sus muslos alzándola más arriba contra él mientras ella enroscaba la otra pierna alrededor de su cintura.
Jack lanzó la cabeza hacia atrás y arqueó la columna para soportar su peso mientras se movía en rápidas sacudidas contra ella.
Su pecho frotó sus inflamados senos y la apretó contra la pared para poder liberar una mano.
Pero en vez de desabrocharse el cinturón, introdujo un dedo en el húmedo calor y acarició el centro femenino.
Le asaltaron estremecimientos de exquisito placer y Elsa gritó golpeándole los hombros con impotencia al comprender lo que estaba sucediendo.
-No, por favor.., así no.
No quería llegar sola. Quería que él formara parte de ella, que la llenara con su gloriosa fuerza, no que la dominara con su control superior y la dejara sintiéndose vacía e incompleta.
-Sí, así sí.
Su boca recorría su garganta.
Elsa gimió y los bordes de su visión se nublaron mientras avanzaba hacia lo desconocido, hacia una estrella distante que explotó como una supermova consumiéndola con su ardor y brillo y dejándola débil, temblorosa y estremecida después de la violenta explosión.
Sin darle tiempo a recuperarse, Jack se dio la vuelta, soltándole los brazos y piernas entrelazados y tendiéndola de espaldas en el borde en penumbra de la cama.
Sus brazos entumecidos se estiraron contra la colcha de satén azul y Elsa alzó la cabeza para observar con los ojos nublados cómo se despojada del resto de la ropa y sacaba un preservativo del bolsillo, que se puso con una naturalidad que la hubiera hecho sonrojar si no hubiera estado tan fascinada por la fiera urgencia de sus movimientos.
-Estás tan excitada que penetrarte va a ser como deslizarse entre sábanas de satén.., sexys, suaves y deliciosamente resbaladizas.
Jack se tumbó sobre ella.
Elsa sintió su masculinidad contra el estómago y en su violento estado de excitación, aquel roce le provocó otra serie de convulsiones que borraron todo recuerdo de cautela.
Su cuerpo voluptuoso se onduló desvergonzado sobre la cama como una mancha rosada de carne contra la suntuosa colcha azul.
Sus labios se curvaron en un puchero y miró soñadora al hombre que le había causado tanto daño pero que ahora prometía un placer ilimitado.
Y le creyó...
sólo por una noche, podía tenerlo todo...
todos sus dolores cicatrizados, sus fantasías cumplidas y sus solitarios sueños hechos realidad...
La satisfacción en su seductora sonrisa hizo que Jack se pusiese rígido y la fiera urgencia de su expresión se endureció.
La salvaje sospecha de estar siendo
manipulado aumentó el deseo de su peligroso carácter depredador.
Descendió sobre ella con toda la expresión de un conquistador e invadió un profundo camino dentro de ella con sólo una sacudida de sus potentes caderas.
La incomodidad física fue intensa momentáneamente pero enseguida se vio superada por la increíble satisfacción de sentirse a sí misma estirándose y tensándose alrededor del invasivo agresor absorbiéndolo hasta lo más profundo de su cuerpo con una serie de contracciones intemas que la hicieron suspirar de placer y a él soltar una maldición ardiente.
Jack enterró la cara en la cálida curva de su cuello y la apretó las fuertes caderas con las manos para clavarle las nalgas contra el colchón en un esfuerzo por inmovilizarla.
El éxtasis sacudió a Jack casi al instante, una prolongada, desinhibida erupción de pura energía que asombró a Elsa por su primitiva violencia.
Se le tensaron y aflojaron los músculos en salvajes sacudidas que esculpían su cuerpo en un frenesí de placer.
Se apoyó en las dos manos para lanzar una última sacudida potente y echó la cabeza hacia atrás con el cuerpo totalmente tenso como la cuerda de un arco hasta que soltó un rugido de triunfo y se desplomó sobre su regazo.
Elsa se sentía usada, inflamada y mareada por su esplendor.
Ningún otro hombre le había hecho sentirse tan salvajemente deseada.
Ella no era el tipo de mujer que volvía locos a los hombres. Sólo había tenido otro amante en su vida, James, y había sido más del gusto de su padre que del de ella, más interesado en la fortuna de la heredera que en dar satisfacción a la mujer. Después se había encargado de culpar a Elsa por su inutilidad para seguir su eficiente ritmo.
El cuerpo relajado de Jack se apartó de ella y Elsa, de repente avergonzada de su desnudez, rodó de medio lado.
El fuerte brazo de Jack la asió por la cintura atrayéndola contra su húmedo torso.
-¿A dónde creías que ibas? -preguntó mordisqueándole la suave curva del hombro y abarcándole un seno con la mano-. Todavía no he terminado contigo.
La apretó volviéndola de espaldas y apresándola allí con una de sus musculosas piernas sobre su estómago.
-La habitación está pagada para una noche, mi querida y dulce timadora.
Sólo has empezado a ganar tu dinero...Continuará....