capitulo 4

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OH, sí señora! El señor Frost ya está en la mesa. Por favor, sígame.
Elsa se alisó la falda del vestido con nerviosismo mientras seguía al maitre a través del comedor.
El restaurante del hotel Lakepoint era famoso por su elegancia y aunque en su vida anterior, nunca hubiera osado ponerse el mismo traje dos veces, Elsa se había resignado a repetir el vestido negro.
Sin embargo, al pasarse por casa de Collette para pedirle de nuevo los zapatos prestados, su amiga le había abierto su guardarropa y no había podido resistirse a la oportunidad de elegir algo descarado para enfrentarse a su enemigo.
Ahora estaba empezando a arrepentirse de su descaro.
El minivestido verde de licra podía estar muy de moda, pero no era de su estilo en absoluto. Era demasiado llamativo, moderno y... juvenil.
Aunque el escote era relativamente modesto, la tela elástica se ajustaba a sus curvas como un guante y mostraba sus largas piernas tanto como no las había lucido desde la adolescencia.
Quizá no debería haber dejado a Collette convencerla de dejarse el pelo suelto y de que la maquillará, pero la otra mujer había sido muy persuasiva cuando se había enterado de que la cita era con el hombre al que había pegado y había aparecido en toda la prensa.
No había habido forma de convencerla de que la reunión era estrictamente de negocios.
El maitre rodeó un banco de helechos y Elsa divisó la familiar cabeza morena en una mesa en el centro del comedor.
¡Oh Dios! Todas las células de su cuerpo se cargaron de aprensión.
Debía estar loca para haber acudido allí y creer que el final de la venganza de Jack significaba algo que no fuera otro problema.
¿Para qué molestarse en ofrecerse a ayudarla cuando la tenía contra las cuerdas? ¿Y aceptar su invitación no era lo mismo que reconocer que se estaba agarrando a un clavo ardiendo? El orgullo estuvo a punto de hacerla escapar de allí hasta que lo pensó mejor.
¿A quién quería engañar? Estaba lo bastante desesperada como para agarrarse a un clavo ardiendo.
Luchando contra su nerviosismo mientras se acercaba, dobló los dedos y pestañeó de dolor.
Otra debilidad que ocultar.
Se había quitado la férula y había pedido prestado a Colette un par de guantes negros de satén después de que el maquillaje apenas consiguiera ocultar el moretón púrpura y amarillo. Sin embargo, él no tenía ninguna secuela de su puñetazo, notó con amargura cuando Jack se levantó para recibirla.
Su esculpida boca y su mandíbula no tenían ninguna cicatriz, síntoma de su superioridad física. Notó con satisfacción que sus pupilas se dilataron un poco al mirar su vestido.
Pareció momentáneamente transfigurado por el destello de las lentejuelas bajo la luz de las velas. Saber que había conseguido sorprenderlo la animó.
¡Un punto por Collette! Elsa se permitió una leve sonrisa de triunfo mientras inclinaba la cabeza con dignidad y se sentaba en la silla de terciopelo que el maitre había apartado para ella.
-¿Vestida para la actuación? -murmuró él con un brillo de interrogación en sus profundos ojos azules.
Elsa se puso tensa sintiendo un insulto contenido en su comentario.
-¿Perdona? El se sentó sonriéndola de una forma que le produjo cosquilleos.
-Estás deliciosamente... llamativa y aventurera esta noche -repitió despacio haciendo un gesto para que les sirvieran las bebidas sin apartar los ojos de ella.
-Gracias -dijo cargada de resentimiento.
-Es un placer... Elsa
-respondió él con un destello de diversión que la hizo olvidar que había decidido ser fría y conciliadora, por mucho que la provocara.
-Tú también estás exquisito, Jack
-comentó con insultante dulzura.
Por desgracia, el halago no era más que la verdad. Con una cazadora clara que resaltaba la anchura de sus espaldas, una camisa azul oscura y pantalones negros, era el epítome de la elegancia masculina y sus cinceladas facciones, cargadas de la agresiva energía de su personalidad, tuvieron un impacto en ella que era incapaz de negar.
¡Y él también lo sabía, maldita fuera! Aquel hombre emanaba confianza en sí mismo.
-Qué educados los dos! ¿Que te gustaría beber? Yo voy a tomar un Martini con vodka.
Estuvo a punto de negarse a beber nada con alcohol, para tener la cabeza lo más despejada posible, pero su inocente pregunta había adquirido el insidioso tono de un desafío.
-Tomaré lo mismo.
-Estaba empezando a preguntarme si vendrías -comentó Jack en cuanto les sirvieron las bebidas.
Elsa no había llegado tarde a propósito.
La había llevado un amigo de Collette y el joven tenía una interpretación muy flexible del tiempo, pero Elsa no iba a dejar que Jack se enterara de su agonía cuando se había dado cuenta de que no llegaría a la hora.
Enarcó una de sus espesas cejas negras.
-¿No estás acostumbrado a que te dejen plantado?
Excepto en el altar, no -replicó él castigando su osadía con un descaro que la descompuso.
Elsa se puso pálida al enfrentarse a su fiera mirada azul.
-No te dieron plantón.
-No, pero el resultado fue el mismo, ¿verdad? Un novio rechazado en el altar...
Elsa tragó saliva.
-Tú... podrías haberlo intentado de nuevo. Podrías haberte casado con otra -murmuró febril.
Seguramente un hombre con el carisma de Jack Frost nunca estaña sólo a menos que quisiera.
-¿Y a quién crees que debería haber tomado como sustituta? ¿A mi amante secreta, quizá?
Elsa se quedó confusa momentáneamente.
-¿Tenías una amante secreta? -gimió con horror. Nunca se le había ocurrido que Ariel pudiera tener motivos reales para cancelar la boda. ¡Oh, Dios! ¿habría pasado ella toda aquella agonía por nada?
-Bueno, sí. Pensé que lo sabías.
De repente, Elsa comprendió lo que sugería.
-Si crees que yo... que yo...
-¿Esperabas que te hiciera una mujer honrada! -terminó él por ella-. Bueno, encajaba en el escenario. ¿Estabas intentando que actuara de forma honorable, querida? ¿Por eso lo hiciste?
-¡No! ¡Por supuesto que no! Tú... yo... nunca fuimos... No seas desagradable.
-¿Crees que el honorable y bendito estado del matrimonio es desagradable? ¡Qué fascinantes ideas tienes, querida Elsa !
-Yo no soy tu querida ni nada parecido.
-¡Ah, sí! -la contradijo con voz sedosa de amenaza-.
Me costaste mucho, querida. De hecho, eres la mujer más cara con la que me haya acostado nunca. Después de nuestra inexistente aventura, me dejaste con poco
que ofrecer a ninguna mujer...Tuve que luchar con uñas y dientes para salir de la quiebra financiera.
Ella sabía que sería perder el tiempo intentar convencerle de que nunca había pretendido aquello.
-El dinero no lo es todo. Si una mujer te amara...
-¿Como Ariel, quieres decir? En la riqueza y en la pobreza, para lo bueno y para lo malo... ¡Oh, sí! El amor es el último garante. Se rió con aspereza y cinismo.
Elsa apartó la mirada con sentimiento de culpabilidad, pero él no la dejó con tanta facilidad.
-¿Qué es lo que pasa, Elsa? ¿Pensabas que iba a aparentar que nunca había sucedido? Es por eso, después de todo, por lo que tú estás aquí...
-Yo estoy aquí porque dijiste que tenías una proposición de negocios que hacerme.
- Ah, sí! -se reclinó contra el respaldo con una sonrisa de lobo-. Mi propuesta. Y estás tan ansiosa por escucharla que estás dispuesta hasta a cenar con tu peor
enemigo. Y yo soy tu peor enemigo, ¿verdad, Elsa?
Él parecía disfrutar tanto que ella no pudo resistirse a quitarle importancia.
-Te veo más como un obstáculo que como un enemigo.
-Entonces, vamos a brindar -alzó la copa-. Por los obstáculos. Porque se monten rápido.
-Se remonten -corrigió ella alzando con desgana la copa.
-Creo que prefiero mi versión.
Elsa le imitó distraída por el desafío machista de su comentario y la mezcla de potente alcohol explotó en su estómago haciéndola parpadear de calor. Diablos, ¿qué más podía hacerla que ya no le hubiera hecho?
-Sorprendente, las cosas que uno llegaría a hacer cuando está hundido en al desesperación. ¿verdad, Elsa?
-¿Qué tipo de cosas?
-Oh... comprometer los principios que en otro
tiempo se defendieron con ardor, los peligros ignorados, las trampas en las que uno puede caer cuando necesita recuperar el control al precio que sea...
Con un sobresalto de alegría, Elsa notó la marca en su labio inferior al sonreír. Era una seríal diminuta y apenas detectable excepto para la persona que se la hubiera hecho.
-Creo que soy bastante consciente de los altibajos de los negocios, gracias -dijo ella dando otro sorbo al líquido transparente.
-Si lo fueras, dudo que te encontraras en esta situación tan insostenible.
Tu falta de cualificaciones y tu inexperiencia probablemente tengan mucho que ver con tu fracaso.
La acusación la sacudió como un puñetazo.
Elsa enderezó la espalda.
-Puede que no tenga cualificaciones académicas, pero tengo una experiencia que vale más que muchos diplomas... casi diez años trabajando en todos los aspectos posibles de Swon.
-Dios mío. ¿Tanto tiempo?
Su burla le dolía. ¿Cómo se atrevía a despreciar sus logros con tanta ligereza?
-Mi padre nunca me hubiera puesto al mando si no hubiera sabido que era capaz de...
-Como no tenía un hijo, no le quedaba otra elección, ¿verdad? -interrumpió Jack -.
Agdar no tuvo nunca mucho respeto por las mujeres.
Con unas pocas frases, Jack le había vuelto a hacer sentirse como una adolescente, desesperada por demostrar su capacidad, su inteligencia y su valía.
Le miró furiosa.
-¡ Yo era la persona mejor preparada para ese trabajo! Conocía la empresa de arriba abajo. Y la amaba.
Se había sentido más en su hogar en su acogedora oficina que en la inmensa y ostentosa mansión que Agdar Swon había levantado como monumento a su éxito.
Después de su retiro obligado, el trabajo se había convertido en un refugio ante la tensión de su casa.
En la oficina, Elsa se sentía segura, fuerte y aislada de las dudas e inseguridades que la asaltaban en cuanto cruzaba la puerta principal de la casa de su padre.
-Si tienes una opinión tan baja de mis capacidades profesionales, no entiendo qué estoy haciendo aquí.
-Lo entenderás -murmuró él dirigiendo la mirada detrás de la espalda de ella.
-¿Qué estás...? Se detuvo cuando él se levantó con su cínica expresión eclipsada por una suave sonrisa de recibimiento y extendió la mano al hombre de mediana edad que se había parado frente a su mesa.
-Hola, Dan.
Me alegro de que hayas podido venir.
-¿Cómo iba a dejar pasar una oferta tan tentadora? -el hombre con acento australiano le estrechó la mano con entusiasmo antes de deslizar la mirada por la cara de asombro de Elsa -.
-Hola, pequeña dama. Antes de poder reaccionar ante el tono paternalista de aquel hombre, Jack intervino con suavidad.
-Pequeña no le hace justicia, como descubrirás por ti mismo enseguida.
Elsa, me gustaría presentarte a Dan Miller.
Dan es propietario de una constructora en Queensland. Ha venido a firmar unos contratos con Spectrum.
Dan, esta es Elsa.
La omisión de su apellido le pareció insultante, pero Dan Miller no pareció notarlo.
-Encantado de conocerte, dulzura.
Elsa se obligó a sonreír cuando él la estrechó las dos manos a la vez y le produjo una punzada de dolor en la mano lesionada.
Apenas escuchó las palabras que los dos hombres intercambiaron mientras se sentaban.
-Pensé que iba a ser una reunión privada
-murmuró en voz baja cuando Dan Miller se dio la vuelta para pedir la bebida al camarero.
-¿Es eso lo que te dije?
-No, pero era la conclusión obvia -admitió ella con rigidez.
-Yo intento no ser nunca obvio. Eso le hace a uno previsible y cuando se es previsible, se es vulnerable, ¿no crees?
¿Estaba queriendo decir que ella era demasiado previsible? Elsa frunció el ceño y se mordió el labio inferior.
Su padre siempre la había acusado de ser lo contrario... de seguir demasiado su instinto femenino como para tomar decisiones comerciales lógicas.
-Pareces tensa -continuó él en el mismo tono aterciopelado-. -¿Por qué no dejas de preocuparte y disfrutas de la cena? Uno de los motivos por los que os he traído aquí a Dan ya ti es por la magnífica reputación del chef, así que no estropeemos el apetito hablando de negocios con el estómago vacío, ¿de acuerdo? Los ojos de cobalto de Jack eran hipnóticos y persuasivos.
-Relájate y sé sociable. Dan es un contacto extremadamente valioso y sólo se quedará esta noche en la ciudad. Sólo te estoy pidiendo que me ayudes a hacerle la velada agradable. Te prometo que serás ampliamente recompensada por tus esfuerzos por mantenerle entretenido...
Cuando se ponía suave, era asombroso.
Elsa le había visto de muchas formas, pero nunca había sido la víctima de su encanto, e incluso sabiendo que era para conseguir lo que deseaba, no atenuó el impacto.
Cuando había estado prometido con Ariel, sus modales con Elsa habían sido bastante reservados.
Ella nunca le había visto reír ni relajarse en su presencia. Por eso debía ser por lo que su repentina sonrisa le produjo un vuelco en el estómago.
Toda su cara se transformó, las duras líneas de cinismo se borraron y el leve destello de amenaza en sus ojos se convirtió en una mirada hipnótica que ardía de intensidad.
Era como mirar a un hombre diferente, a un extraño con el que bajo otras circunstancias, podría...
Elsa sintió un violento sonrojo al comprender los derroteros por los que caminaba su mente.
Se puso rígida en el asiento horrorizada al recordar lo cerca que había tenido su cara cuando habían estado susurrando.
¿Qué había querido decir? Algo acerca de que fuera sociable con el otro invitado. ¿No estaría sugiriendo...? La idea le produjo un escalofrío.
-¿Tienes frío? Jack deslizó un dedo por su antebrazo desnudo y de nuevo, el breve contacto físico tuvo un efecto paralizante.
Se le secó la boca y sintió que se le erizaba el vello. Miedo. Tenía que ser miedo ante su fuerza y su poder.
Fue Dan Miller el que respondió.
-¿Frío? Yo sé la forma de que entres en calor.
¿Qué te parece salir a la pista conmigo? ¡ Está demasiado solitaria sin ninguna pareja bailando! Asió a Elsa por la muñeca izquierda y la levantó recordándola la lesión.
Estuvo a punto de protestar.
-De verdad, no creo...
-¡Oh, vamos Elsa! No me importa que me abandones por mis amigos y ya sabes lo que te gusta bailar. Si me aburro aquí solo, me acercaré a decíroslo.
Dan soltó una carcajada.
-¡Para nada, compañero! Es culpa tuya por no haber contado bien los invitados. Búscate una pareja. ¡Esta es para mí! Mirando a sus espaldas, Elsa vio a Jack con una sonrisa de satisfacción y los ojos entrecerrados sin dejar de mirarlos.
Aunque Dan era un bailarín más o menos competente de pies ligeros a pesar de su corpulencia, Elsa descubrió que hasta un vals lo hacía agitado en su esfuerzo por exhibirse.
En las vueltas daba pasos de más, reverencias y giros que la hacían perder el equilibrio obligándola a mantener la mano izquierda apretada y los dedos le dolían como si los tuviera atrapados en una prensa.
La transpiración la empañaba el cuerpo mientras seguía los excéntricos movimientos de Dan e intentaba concentrarse en la conversación en vez del dolor creciente.
Se enteró de que se alojaba en el hotel, que estaba divorciado y en el principio de la cincuentena.
El hombre bromeó acerca de que Elsa le sacara la cabeza y de que siempre se sentía más seguro en los brazos de una mujer fuerte.
Si no le estuvieran doliendo tanto los dedos, Elsa podría haberse divertido con sus galanterías tan desenfadadas, pero apenas conseguía esbozar una vacua sonrisa aliviada por fin cuando al final del segundo baile abandonaron la danza y pudo relajar los dedos.
Jack no hizo ninguna intención de disimular su interés en el cuerpo de Elsa al acercarse a la mesa, sus ojos la estudiaron sobre el borde de la copa deslizándose despacio desde sus piernas, el balanceo de sus caderas, y la tela brillante ajustada a sus generosos senos.
Parecía que se había recuperado de la sorpresa inicial ante su atuendo y ahora estaba haciendo un inventario mucho más íntimo.
Elsa sintió una oleada de furia al sentirse mentalmente desnuda. No iba a permitirle que minara su confianza en sí misma como mujer así como su capacidad de dirigir una empresa.
Enderezó la espalda y el pelo se movió alrededor de los hombros mientras daba los últimos pasos con un gesto de desafío que le hizo entrecerrar los ojos y alzar la barbilla igual que cuando le había dado el puñetazo.
Como entonces, el aire se cargó de electricidad entre ellos.
Entonces él sonrió y a Elsa se le tensó la piel al ver el placer surcar aquellas primitivas facciones.
¿Jack Frost benigno? ¿Suave y delicado? ¡No lo creía! Cuando se sentaron, el camarero se acercó a tomarles la nota y Elsa, que había llegado con toda la intención de aprovechar una comida gratis, se encontró mirando la carta sin nada de apetito.
Tenía la sensación de que si intentaba meter algo delicioso o especiosa en el estómago encogido, no permanecería allí mucho tiempo. Al final, escogió de primer plato una ensalada y pescado a la plancha de segundo.
-No hace falta que te reprimas por mí -dijo con sequedad Jack -. Puedo permitirme invitarte a lo que quieras. No vas a pasar la noche fregando los platos.
-¡Desde luego que no! Tenemos mejores cosas que hacer ¿verdad, dulzura?
-Dan guiñó un ojo con aire de complicidad-.
No estarás a dieta, ¿verdad, Elsa? Con una figura tan sexy como la tuya, no te hace falta.
-No, sólo soy selectiva -dijo dirigiendo una mirada de furia a Jack, que sonrió con cinismo.
Entonces se dio la vuelta y aparentó una fascinación que no sentía por las historias de Dan.
Para su sorpresa, Jack no hizo ningún intento de interrumpirle, permitiendo a Dan que dominara la conversación y a Elsa que siguiera adelante con su rudeza hacia él.
Por desgracia tuvo que pagar el precio, porque a Dan le gustaba tocar mientras hablaba y cada vez que dejaba la mano izquierda relajada, él se la cubría o la estrechaba entre las suyas para dar énfasis a sus chistes.
Volvieron dos veces más a la pista de baile.
Después de la segunda, Elsa se disculpó y se fue al servicio sabiendo que era hora de admitir la derrota.
No iba a poder terminar la velada sin alguna ayuda química.
La mano le palpitaba de forma insoportable y las dos copas de vino, en vez de hacerle un efecto anestésico, le habían hecho que la cabeza le palpitara.
¡Pero no iba a ceder, maldita sea! Jack había ofrecido una recompensa y ella iba a permanecer allí hasta conseguir a lo que había ido: un aplazamiento de su venganza.
Se tomó dos pastillas de las que le había recetado el doctor, se retocó el lápiz de labios y se peinó antes de sal ir.
Las píldoras le produjeron euforia en vez del atontamiento que había esperado.
Con la mente despejada ahora que no sentía dolores, se fijó en la velada malicia con que Jack observaba sus intentos de defenderse de la creciente familiaridad de Dan.
Intentó un bostezo educado y un comentario acerca de lo tarde que se había hecho.
Jack se levantó la manga y observó blandamente:
-Las chicas buenas deberían estar arropadas en sus camitas a estas horas...
-¿Y quieres decir que yo no soy de esas?
-le retó Elsa con los ojos azules turbulentos de agresión reprimida.
Dan soltó una carcajada y apretó el muslo tentadoramente contra el de ella bajo la mesa.
-¿Estás de broma? No estarás aquí si JK no creyera que eras muy, muy buena.
Me dijo que eras de primera clase, cariño.
Verdadera clase.
Y tenía razón.
Mientras buscaba su mano, Elsa la adelantó con rapidez hacia la copa y Dan se vio obligado a darle una palmada en la rodilla con la mano sudorosa.
-¿Ah sí? ¿Y qué más te contó de mí ! Elsa apartó la pierna con una sospecha al notar que su mano empezaba a avanzar.
-Bueno, cariño. Si de verdad quieres saberlo...
¿por qué no subimos a tu habitación y lo discutimos con una agradable copa nocturna? Los ojos un poco vidriosos de Dan se arrugaron con un gesto que le produjo una oleada de náusea.
¡Sabía qué tipo de copa tenía en mente y desde luego no era una de alcohol ! Antes de poder contestarle, Dan divisó a algún conocido en una mesa cercana y se levantó para saludarlo.
- Eh, Tom! -hizo un gesto exagerado con su copa de brandy- ¡qué curioso encontrarte aquí! ¿Qué tal estás, amigo? -bajó la voz y posó la mano en el redondeado hombro de Elsa con gesto de posesión-.
Voy a hablar con el viejo Tom. Volveré en un momento, cariño. ¿Por qué no te encargas tú de la cuenta mientras tanto, Jk? Así Elsa y yo podremos salir y dedicarnos a lo nuestro.
Gracias por arreglarlo.
Te pediría que te unieras a nosotros para tomar una copa, pero ya sabes lo que dicen...
tres es un ejército y todo eso...
En cuanto estuvo fuera del alcance del oído, Elsa se inclinó hacia delante con los ojos incendiados de furia.
-¿Qué es exactamente lo que has dicho?
-preguntó con salvajismo-.
¿Qué le hace pensar que yo voy a ir a alguna parte con él? ¿Y por qué tiene la impresión de que yo me alojo aquí? Jack deslizó la mano hacia la de ella por encima del blanco mantel.
La levantó para mostrar una tarjeta llave con el logotipo del Lakepoint.
-Quizá porque lo estés. Habitación 703 para ser más exacto.
-¿De qué estás hablando? -susurró Elsa mirando a la llave como si le fuera a explotar en la cara.
-Bueno, ya que cree que tienes tanta clase, no podrás llevarle a tu ruinoso apartamento.
Y en vista de los procedimientos de divorcio, no puede arriesgarse a llevarte a su habitación.
De todas formas, pensé que te gustaría hablar de negocios en privado y cuando terminéis, podrás desaparecer con toda discreción.
-¿O sea que esto es lo que tu llamabas proposición de negocios? -se atragantó casi temblando de furia-. ¿Quieres que me acueste con Dan para hacerte un favor y endulzar algún trato que tengas con él? ¿Y qué saco yo a cambio? ¿Tu gratitud eterna? ¿Tu acuerdo de que dejes de acosarme?
-Oh, yo tenía un arreglo muchó más profesional en mente -dijo acariciándose la cicatriz del labio-. Te prometí una generosa recompensa por tu cooperación, ¿verdad, Elsa? Y siempre cumplo mis promesas...
Se metió la mano en el bolsillo de la cazadora y sacó un pedazo de papel. Sin dejar de mirarla, se lo pasó con deliberada lentitud.
Esa vez, cuando apartó la mano, apareció un cheque entre ellos.
-¿Dinero? -preguntó con desdén ante su transparente intento de humillarla-. ¿Esperas que me prostituya por...? -sus ojos se clavaron en la cifra y su tono de frialdad cambió a uno de incredulidad al ver el número de ceros-. ¿Por diez mil dólares? Su mirada de cobalto brillaba mientras observaba su cambio de actitud con cara diabólica.
-Tentador, ¿verdad, Elsa? Sólo piensa que podrías ganar en una noche más de lo que nunca ganaste en un mes... ¡Eso si ser una prostituta de lujo no va en contra de los preciosos principios de una Swon!

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