Capítulo 6

17 1 0
                                    

"Búscame en los lugares donde  no creas encontrarme, y responde a mis preguntas aunque me niegue a creerte"

Julie levantó la vista al terminar de leer el libro. Catrina no pudo percibir nada más en su rostro que incredulidad.
—¿Esto es una broma, no?—exigió saber echándose a reír histérica. La mujer mayor se quedó seria, incapaz de comprender tanta ignorancia de parte de la joven.
—No, no lo es. Querías saber, ahí está todo lo que necesitas saber de ti y tu existencia...
—¡No! Nonono, noo. ¡Yo quería respuestas, RES.PUES.TAS. ¡Así que no me jodas y me digas que esto es lo que quería saber! porque ESTO—señaló al libro con el índice haciendo una mueca de repudia que acompañó teatralmente con lágrimas apenas visibles—Esto...—retomó después de la pausa—Es un cuento... ¡un estúpido cuento de hadas!
—Tú sabes que no lo es Julianna—intervino rápidamente Catrina.
—¡Bueno, ¿ustedes me creen tonta, o que?...!—Julie estaba molesta, respirando entrecortadamente y con los puños cerrados a los costados de su cadera, Catrina no parecía estar perdiendo la paciencia con la que había iniciado la conversación.—No me creo nada, ¡dejen de jugar conmigo!
—Nadie está jugando con nadie, Julianna. Somos una raza que ha estado oculta durante siglos y siglos junto a muchas otras especies místicas que ni te imaginas que existen. Todas las historias son reales. Lo que está en este libro y lo que está fuera de él, me refiero a ¡esto!—abarcó la situación alzando las palmas al techo.—Y creo que tú lo sabes, creo que lo haz sabido durante todo este tiempo, desde que eras pequeña lo sospechaste; que había algo más grande fuera de las puertas de tu casa de humanos...—hizo una pausa en su discurso para revisar si la actitud de Julie había cambiado, y así era. Ahora Julie se encontraba pensativa y atenta, a unos pasos más cerca de lo que había estado antes en su rabieta.—Los secretos, la intriga, la magia, tú. Júrame Julianna, júrame de verdad que no había una parte de ti que no pertenecía ahí, a la vida humana que iba a la escuela y hacía sus deberes y tareas...—al tiempo que hablaba caminaba rodeando el escritorio hasta quedar parada a un lado de la joven y con la cadera recargada en su escritorio. Tomó el libro—Por mas mínima que fuera la sensación...¿la sentiste?—.
Le tendió el libro a Julie, ella vaciló unos segundos. No se sentía segura, porque efectivamente, lo sentía y no en mínima cantidad, si no como un enorme monstruo que la comía a mordidas durante las noches, pero que con el tiempo, no desaparecía ni con la llegada del alba. La necesidad de descubrir la verdad la había empujado a perder la cabeza en silencio durante tantos años que al llegar a una edad mayor se cansó y decidió abandonar las ideas y dedicarse a seguir la vida que le había tocado. Sin embargo, incluso ahí parada, en un lugar desconocido, con gente anónima y llena de secretos, aún lo sentía. Y como podía negarle entonces a la mujer frente a ella un sentimiento que era tan poderoso como obvio. No quería mentirle, porque también se estaría mintiendo a sí misma; pero tampoco se atrevía a confesarlo en voz alta ya que solo lo haría más real. Su cabeza explotaba amenazándola con la realidad, pidiéndole que fuera más inteligente, más estratega, que diera la respuesta que la llevaría directo a casa y a la normalidad de la que había sido presa. Pero su alma la contradecía, susurrándole que por primera vez en toda su vida dejara de negarse lo que sentía, que se permitiera liberarlo, darle lógica o algún sentido a todos esas sensaciones, secretos, incógnitas; y le gustara o no, Catrina Lampard, tenía las repuestas, por más fantasiosas e irreales que le resultaran en ese momento.
Tomó el libro como un impulso y lo apretó contra su pecho. Estaba apunto de echarse a llorar cuando Catrina la frenó.
—Es hora de que te enteres de la verdad, detalle a detalle. Ven, toma asiento.— la condujo hasta la pequeña sala de estar que estaba frente al escritorio.
La oficina de Catrina era de paredes altas y con estantes tapizados de libros. Al centro había un desnivel de apenas tres escalones que terminaban en una sala de estar circular, los sillones eran esponjosos y de calores contrastantes al marrón. Julie y ella tomaron asiento una frente a la otra.
—Hay muchos secretos por contarte, Julianna. Que realmente no se por donde comenzar—soltó un largo suspiro y se acomodó el cabello en una estilizada coleta—Y se qué no me corresponde a mi contarte sobre la situación, debería ser alguien en quien confíes profundamente... lamentablemente por el momento, y mientras intentamos localizar a tu familia, el deber es mío.—hizo una pausa como esperando a que Julie opinara algo, pero nada sucedió. Entonces se apresuró a perseguir antes de que la disposición de la joven cambiara para mal.—Yo conocí a tu madre, Amelia Gambetta... ¿cómo olvidarla?—siseó una melancólica risa y luego sacudió la cabeza aclarando recuerdos en su memoria—Era una joven apasionada, recta e impasible. Si Amelia Gambetta se disponía a hacer algo, no había poder divino que la convenciera de desistir.—Julie mejor que nadie conocía ese pequeño rasgo soberbio de la personalidad de su madre—Ella y yo compartimos muchos años en la academia en Montreal, (la capital de nuestra especie). Éramos inseparables, como uña y carne. Ella era una de las mejores peleadoras y con las armas ni de diga. Cazadora nata. También conocí a tu padre, él era un estudiante de intercambio y el más inteligente de la clase, pero si algo era Carlos, era apasionado por las cosas y creativo como nadie que jamás conociera—Catrina hablaba sobre ellos como quien se rehusa a inmortalizar recuerdos de épocas que fueron, pero ya no son. Julie conocía esa expresión de su propia mamá, a decir verdad; Catrina le recordaba a Amelia, con su tan propia manera de emplear el léxico y gesticular con las manos aquello que no se alcanzaba a comprender del todo con las palabras. Se apoyaban incluido sobre la misma pierna cuando se sentaban y suspiraban cansadas como solo las madres saben hacerlo. Quizá fue eso, o quizá la poca atención que la mujer le prestaba durante la narración de sus recuerdos lo que generó en Julie un sentimiento de confianza, que al instante rechazó—Amelia y yo teníamos el mal hábito de jugar a las cartas, incluso cuando no teníamos ni con quien hacerlo...—la madre de Julie aún hacía eso, aún cuando a nadie en casa le gustaban las cartas y en su lugar preferían todos jugar a la lotería.—...Años más tarde ambas comenzamos a formar nuestras familias. Ella y Carlos eran tan jóvenes y gloriosos con sus dos pequeños. Se podía ver como el pequeño Darío desarrollaría la mandíbula y lo estratega de su padre—volvió a soltar una risa tan fina como severa—Nunca pude entenderlos, por qué se aferraban a ti—los bellísimos ojos añejados de la mujer se humedecieron—no los pude entender... hasta que tuve a mis propios hijos—y alzando la barbilla al punto de que sus ojos quedaran muy por encima del campo de visión de Julie, sonrío con sarcasmo—Hasta entonces, lo supe. Cuando mi Peter llego a mi... comprendí.
—Está confundiéndome... ¿yo?
—Antes de proseguir, ¿qué sabes tú sobre tus orígenes?
—¿Perdón?
—Concéntrate Julianna, ¿sobres tus orígenes?¿lugar y fecha de nacimiento, tus padres...?
—Emmm—Julie estaba presentando problema para concentrase en la conversación, sentía su cabeza saturada de recuerdos, de fragmentos que antes no habían tenido sentido y no parecían relevantes, ahora iban encajando con las incógnitas.—Nací, en Verona, tengo 17 años y el 18 de Junio es mi cumpleaños; o bueno, ese es el día en que me encontraron mis papás...
—No hay duda, Julianna. La historia que acabas de leer tu propia vida—se irguió un poco más en su lugar—¿dices que ese día te encontraron?
—Si, mis papás nunca me lo ocultaron. Desde el inicio yo sabía que en realidad no llevaba su sangre, además de que no me parezco a nadie de mi familia—soltó una risa silenciosa—sin embargo no son abiertos con el tema, a ninguno nos da curiosidad, porque para ser sinceros, yo quizá no me haya engendrado en el vientre de Amelia Gambetta, pero sin duda alguna, esa mujer es mi única y verdadera madre, y todos son mi familia—platicaba el tema con total comodidad y claramente se le podía observar que cuando hablaba de su familia el semblante se le iluminaba de orgullo.
Tres segundos más tarde después de su confesión, Julie se arrepintió, ahí estaba de nuevo expuesta a lo que probablemente sería su enemigo.
Catrina tomó aire preparándose para contar la corta historia de algo que había pasado hace ya mucho tiempo;
—Julie, yo te vi ese 18 de Junio. Amelia me llamó esa misma noche que te recibió en su hogar, te vi y eras una escultura bien tallada en las sombras de la tragedia... De pronto todos los habitantes del submundo pusieron la vista sobre Montreal, sobre tu familia, sobre nuestra especie, sobre ti. Era un riesgo mantenerte, las subrazas se hacían cada vez más y más preguntas sobre ti; ¿de dónde venías? ¿Cómo vivías? ¿Cuánto vivirías?... Siendo honestos yo misma no me esperaba verte tan entera o, ya sabes—carraspeo ligeramente con incomodidad, Julie torció los labios confundida—muerta...—.
La muchacha se quedó en shock.
—¿Muerta?
—Julie, debes entender algo esencial antes de que yo siga; Tu simple existencia es una verdadera hazaña. Tu anatomía y tu manera de funcionar es... es... ¡increíble!—.
—Discúlpeme, señora. Pero no estoy entendiendo absolutamente nada y esto ya me está volviendo a parecer una TONTERÍA... necesit...
—Julianna—la interrumpió—Te lo voy a explicar de manera simple y sin más rodeos. Tú estás compuesta por genes de tres especies diferentes. Por tu sangre corren años y años de tres linajes distintos (y poderosos) que han hecho de la tierra suya: los celestiales, los inferno y los humanos.
Julie tomó aire y arrugó el entrecejo;
—¿Está usted diciéndome que tengo sangre de ángel, de demonio y de humano?—Amelia asintió.
—En resumidas cuentas. Si.
Julie se echó a reír histéricamente.
—¡JULIANNA GAMBETTA! Estoy cansada. Si es que usted no me cree entonces es libre de retirarse a su camilla en la enfermería. Yo he tenido la gentileza de explicarle y aclararle todas sus dudas y usted no deja de burlarse y mirarme como si estuviera yo fuera de mis cabales. ¡No me haga perder la paciencia con usted!—alzó la voz de forma tan correcta que a Julie le costó mucho trabajo no soltar una carcajada nuevamente que podría poner su vida en peligro. Se notaba que la mujer era de pocas pulgas y Julie prefirió erguirse en su asiento y hablarle lo más políticamente que fue capaz de sacar de sí;
—Usted más bien a respondido a la mitad de mis preguntas. ¿Quiere que le crea su cuento?, entonces necesito más pruebas, que solo un simple libro y vagos datos sobre mi familia, no es suficiente.
—Ya te he dicho que en este mundo hay cosas que no se ven, pero no se necesita ver para creer.
—Y yo le he dicho que en mi eso no funciona. Ver para creer. Para mi todo lo que usted ha dicho desde que nos sentamos a intentar platicar políticamente en esta sala no ha sido más que puro verbo, y del bueno.—remarcó firme. Julie aún no lograba decidirse si quería dejarse envolver, no tenía idea si cedería a que lo que estaba pasando era la realidad o si continuaría evitándolo y siguiendo la corriente hasta que de pronto despertara agitada y con un vuelo esperándola para llevarla a su segundo hogar, Verona, donde estaba la mitad de su vida; su familia. Así que como toda una casi adulta responsable y ágil con sus decisiones optó por la opción más viable, dejarlo ser hasta ver cuál de las dos cosas sucedía primero...
—Bien—contestó Catrina impasible—¿entonces quieres ver al mundo como es en realidad, Julianna?
—Solo quiero la verdad... Muéstremela y después hablemos sobre especies y cuentos. Si no puedo hablar con mi familia entonces creo que por lo menos merezco pruebas de que usted no me está mintiendo.
—Comprendo, me queda bastante claro—a pesar de que la mujer parecía poco afectada por la desconfianza de Julie, ella puedo percibir que estaba logrando empujarla poco a poco a los límites. Y cuando la gente se harta suele soltar toda la verdad, o por lo menos algo de información; lo que sea por pequeño que fuera. Un solo estímulo más y Catrina actuaría por impulso, Julie lo sabía, lo sentía. ¿Pero qué, qué la haría caer en la estrategia de la joven?
—¡¿Por qué no solo me dice la verdad?!—gritó Julie golpeando sus costados con los puños—¡DÉJE DE MENTIRME! No le creo nada, es usted una deshonesta, ¡una cirquera! Montó todo este espectáculo de fantasía ¿para qué? ¡Mentirosa!
—¡Suficiente!—rugió poniéndose de pie de casi un salto.
Bingo. Pensó Julie, dio en el clavo. Tragó saliva hundiéndose mínimamente en su lugar.
—Ejem—se aclaró la garganta Catrina mientras retomaba la compostura y se alisaba el saco gris.—Yo. No. Soy. Ninguna. Mentirosa... Si lo que usted quiere son pruebas, pues entonces las tendrá. Y cuando por fin logré creerme usted y yo hablaremos sobre su pasado y su futuro. Alístese que esta noche sale de cacería, Julianna.

Quien vive dentro de ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora