Capítulo 9

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"Te conozco y te reconozco, que por fin sé lo que es vivir ..." (Canción: Por fin, Pablo Alborán).


Al terminar la semana las cosas habían cambiado un poco, aún odiaba las verduras (incluso más que antes) y todavía no había pisado fuera de la facultad, pero algo era diferente, pues Dianna iniciaba pláticas con ella sobre cualquier tema que se le venía a la mente, de hecho, la chica resultó ser de lo más agradable, pero tenía el defecto de detenerse a media conversación y rendirle disculpas por "haberse excedido". A Julie le molestaba que lo hiciera, puesto que muchas veces lo que ella le comunicaba eran cosas bastante interesantes y que claramente le apasionaban. De cierta forma, le daba lástima, porque sabía que cuando las personas tendían hacer eso era gracias a que alguna vez en su vida los hicieron callar, los ignoraron o los obligaron a desistir; me refiero a que todos tenemos nuestros puntos de inseguridad, cosas que nos da pena compartir con los demás por miedo a su reacción. Y no existe nada más triste que reprimir la esencia propia por temor a combatir la incertidumbre de los prejuicios del resto. Sin embargo así era Dianna.

Una tarde se topó con Robert por accidente en algún corredor dentro de la facultad. Él le resultaba un verdadero misterio a Julie; era como convivir con un anciano que habitaba el cuerpo de un hombre jovial de ojos bellísimos, hablaba abarcando todo tipo de palabras complejas y cada oración que decía sonaba como un artículo de divulgación científica, pero también le dedicaba miradas que solo un padre puede dedicarle a su hija. Robert tenía la calidez de un hogar y la sabiduría de una biblioteca.
—¡Hola!—lo saludó ella dulcemente al encontrarse frente a frente. La última vez que habían hablado fue en el despacho de Catrina, con ella y Gabe presentes también. Él le dedicó una fugaz sonrisa, ambos se destinaron a continuar su camino.—¡Oye, espera!—lo detuvo Julie al notar que se habían pasado de largo. Robert la confrontó alzando ambas cejas con sorpresa debido al cambio de ritmo.
—¿Si, Julianna?
—Ammm...¿cómo estás?...¿hoy?—se llevó el puño a los labios con suavidad y apretó los párpados al notar lo insegura que había sonado la pregunta. Rob pareció pensárselo unos segundos pero le restó énfasis al gesto pretendiendo terminar de abotonar los extremos de las mangas de su camisa negra.
—Excelente, con mucho labor. Gracias por preguntar, ¿y tú?, ¿cómo te estás sintiendo, te ha funcionado el médicamente que te envíe?
—¡También!, Bueno no tan ocupado como el tuyo pero... me refiero a que también...—suspiró resignada—Bien. Si, estoy más tranquila, gracias por eso...
—Julie, ¿qué te inquieta? Cuéntame
—Voy a decirlo ya, directo. Quiero saber si pudiste contactar de nuevo con mi familia—dejó la frase al aire acercándose un poco más a él para no tener que subir la voz—De verdad necesito hablar con ellos, saber que están bien...
Robert guardó un silencio compasivo.
—Julie—resopló—Se que lo necesitas, pero no creo que sea lo más favorable. Yo hablé personalmente con Amelia, me dijo que encontrarían un lugar donde refugiarse, debemos confiar en tu madre...
—¡Si, ya se!—alzó la voz—Pero enserio necesito hablar YO con ellos, asegurarme de donde están y si puedo ir a verlos, incluso podríamos proponerles venir aquí... dices que este es el lugar más seguro para mi por ahora, entonces también debe ser para ellos...
—¡Julie!—reaccionó Robert tomándola por la muñeca y tapándole la boca la misma mano. Cuando la miró tenía los ojos muy abiertos y el rostro apretujado en una mueca de preocupación. Julie se quedó congelada por el cambio de actitud. Era la primera vez que lo observaba perder la calma.—¡Ni si quiera lo consideres, no es una opción viable!¡Así que olvídate de ella!¡YA!—retrocedió un poco y la soltó. Julie abrazó su brazo ahora libre y agachó la mirada apenada, Rob prosiguió—Escúchame Julianna, por el bien de tu familia olvídate de esa idea. Y estoy hablando en serio—recuperó la postura. Julie se irguió molesta.
—¡¿Pero por qué?!
—¡Porque...!—comenzó a explicar el brujo, pero no sin antes darle una modesta y detenida mirada a su alrededor como si con eso pudiera asegurarse que nadie los escucharía—Debes tener muy presente que tus padres no son precisamente los reyes de la simpatía por aquí. Ellos escaparon contigo en brazos, actuaron contra la ley. Para los Guerrerdianos, tú les pertenecías. Iban a reclamarte como suya, como una de ellos. ¿Me doy a entender?—Julie no pudo evitar mirarlo compleja a pesar de estar entendiendo cada sílaba.—¡Están penados!¡vetados!¡expulsados!¡recriminados!¡castigados!¡condenados!—exclamaba apenas entre susurros potentes—Ante la ley; ellos hurtaron un bien, usurparon una pertenencia sagrada. Son delincuentes, ¿y qué crees que les hacen a los "conspiradores"?
—¡Ok, si!¡Ya entendí!—lo hizo callar perdiendo por un segundo la paciencia. Robert tenía razón, quizá Julie no había pensando bien sus opciones antes de comunicarle el plan. Sin embargo aún tenía la necesidad de su familia.—Pero quiero hablarles, no estoy segura que pueda sobrevivir a toda esta locura sin ellos...—se mostró lo suficientemente vulnerable, por estrategia principalmente.
—¡Está bien! Seguiré buscando la forma, pero Julie debes comprender que se están o.cul.tan.do, lo que quiere decir que contactarlos no será un trabajo fácil puesto que no quieren ser encontrados...—Julie apretó una sonrisa miniatura, tampoco había pensado en eso.—Y voy a darte un consejo que estoy seguro tu madre también te daría; no confíes en nadie, Julianna.—se dirigió a ella con una confidencialidad alarmante—Entiendo que los Lampard te parezcan hospitalarios y generosos al alimentarte, curarte y ofrecerte un techo que hasta lleguen a agradarte, incluso a mi me agradan, pero siguen siendo lo que son. Y no cambiarán por ti. Esta guerra lleva demasiado tiempo posponiéndose, todos quieren que acabe, todos quieren ganar. Y se tendrán que fiar de cualquier cosa con tal de conseguirlo. Créeme. Tienes que ser más lista que todos ellos...—hizo una pausa final antes de darse la vuelta y disponerse a continuar con su camino—No confíes en nadie—.
—¿Y qué hay de ti, entonces?¿no debo confiar en ti?, ¿o qué tal en Gabe, él tampoco?—Robert se detuvo en seco, aún dándole la espalda—¿Crees que no me di cuenta que tú y él están en no sé qué tipo de complot para sacarme de aquí?
—¿Gabe te lo dijo?—de golpe se volteó de nuevo en dirección a ella.
—No, no tuvo que hacerlo. Yo lo sospechaba y acabas de confirmármelo...—cruzó los brazos al pecho con un aire de suficiencia. Robert pensó que quizá había subestimado un poco a Julie, pero solo un poco.—Además en mi familia somos astutos, sobre todo mi mamá. Si lo que me han contado ustedes es cierto y me lograron ocultar los últimos 17 años es porque mis papás saben cubrir sus huellas—cambió de peso a la otra pierna lo cual la hizo lucir un poco más baja de lo que ya era—Con todo respeto, eres una persona importante por aquí y todo, pero estoy segura que no eres ninguna Mariska Hargitay o un Sherlock Holmes moderno...—Robert supo a donde se dirigía Julie sin que ella lo dijera abiertamente; ella sabía que solo había un ser que conocía cada posible movimiento de su familia desde el nacimiento de Julie: Gabe. El angelino le había dado al brujo el hilo del cual tirar para llegar hasta Amelia y Carlos. Lo que Julie no podía parar de preguntarse era por qué confiaría en él y no en Catrina. Debía haber una historia detrás, algo que no le estaban contando, sin embargo ese sería tema para otra conversación más adelante. Tendría que ser paciente—No se que piensen hacer, pero está gente no es tan difícil de convencer para que te cuenten la verdad, y no me iré de aquí hasta que tenga las respuestas que necesito. Se como defenderme, Robert. Y tienes razón, no confío en ti, ni en esa tal Catrina. ¿Dices que ellos harán lo que sea?, pues yo también lo haré. Se lo que es un sacrificio, y no tengo miedo a hacer uno que otro.
Se sembró un silencio entre ambos, ella no estaba segura como respondería el brujo, después de todo no era común que Julie mostrara los dientes. Finalmente, Robert le sonrió con fiereza.
—Definitivamente eres tú—le aprobó. Luego se fue casi dando saltos de alegría.



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