Capítulo V

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Cabeza de trofeo.

Ana.

El camino del apartamento a lo que sería la entrada es mucho más rápida de lo que desee, y la incertidumbre de ni siquiera poder distinguir en aspecto el tipo que me acechó, me hace la presa más débil de la historia humana. Y aunque por más que me aferre a un timbre de voz y unas manos grandes esas no son cualidades que me permitan describir perfectamente al gran infeliz.

Miró a la calle y un Mercedes-Maybach S 650 está a parqueado junto a un muy bien vestido chófer en la puerta del carro encontrándose en toda la entrada del edificio, pero ya qué recuerdo que este sujeto tenía un taxi ni me asomo. Miró mi celular 6:02 pm. Veo el mensaje en buzón de entrada y le pido a Dios y todos los Santos de la abuela que sea el tipo diciendo que todo era una broma planeado con sus amigos... pero ya que estoy aquí, lo abro. A lo hecho pecho de hembra alfa.

Tomás la espera.

J.5:55 pm

¿Tomás? ¿Pero quién diablos es Tomás?... Miró una vez más a la entrada y miro al chófer justo enfrente de mí.

- Ahhhhss - me tocó el corazón pues el salto junto al grito que di seguro se escuchó hasta el sexto piso - ¿Qué le ocurre? ¿Se ha vuelto loco? ¿O es que usted quiere matarme de un infarto señor?

- Oh, por supuesto que no señorita Ana. - lo miro perpleja y lo detallo una vez más... Zapatos de vestir caros, saco, pantalón y correa ejecutivo, pero de alta gama. Si el empleado es así, el dueño es 1000 veces mucho más "adinerado"(?)... Pero gracias a mis ojos no puedo recordar nada más allá de siluetas.

- ¿Señorita? ¿Se encuentra bien? - es que ni me atuendo, ni el chófer de traje, ni mucho menos el carro aparcado afuera tiene sentido - ¿Señorita? Nos estamos retrasando, y eso sólo será inconvenientes para usted y para mí.

Subo la mirada hasta coincidir con la del tipo en la que veo un reflejo de ¿Súplica? ¿O son ideas mías? Da la vuelta y sí, se dirige al hermoso mercedes. Abre la puerta y hace un ademán de esperar que yo pasé delante. Ok, ya lo he decidido. No hay vuelta atrás.

Veo el atardecer caer mientras el auto sigue un trayecto que poco conozco, pero sé que es hacía las afueras de la ciudad. Detallo todo lo más pequeño y trato de mantener el recorrido de regreso a casa muy presente en mis pensamientos.

Llevamos un poco más de una hora en viaje y la noche ya discurre entre las colinas dificultándome la vista. Noto como el carro empieza a disminuir la velocidad y todas las alertas se encienden.

El carro estaciona en la mitad de la nada, miro a todos lados mientras el supuesto Tomas baja, no me hablo ni una sola vez en todo el camino, me miraba de reojo con recelo y como con ¿pena? ¿lastima? Ay Dios, pero si yo no he sido mala gente... Abuela, ¿Por qué me pasa esto?

Me abren la puerta dos mastodontes que ni idea de donde salieron, me toman con tanta fuerza que salgo como corcho del carro.

-Lo lamento, pero debe colocarse esto señorita – Tomás me entrega una especie de antifaz y una capucha ambos de color negro. Mis brazos y piernas sintieron flaquear, pero ya no había vuelta atrás. No lo decidí, sé que todo esto a sido impuesto, pero ya que más. Solo asiento con la cabeza y coloco todo.

-Gracias... – mi ceguera siempre me ha dado la cualidad de ser mas perspectiva a los movimientos y consigo notar que Tomas esta cerca de mi oído... – No tema, - susurra - los chicos solo la llevaran por el sendero.

No sé exactamente qué ocurre, pero sé que me cargan como una cuerda, por los brazos y pies. Mis lentes peligran en los bolsillos del jean, pero lo más impropio es que de nuevo cabe la hostilidad de volver a encontrarme con ese hombre y no mirar su rostro...

ALAS DE HIERRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora