ALAS DE HIERRO

Capítulo VII

Es momento.

J

6 meses más tarde.

- Señor, - Estefano hace una pausa, cosa que me extraña y me hace fijar la mirada en él, desde acá percibo su nerviosismo y creo anticipar a que se debe; cierro mis ojos y con las manos le digo que continúe con lo que deba decir.

- La señorita Ana está saliendo con un joven de contabilidad – solo escuchar su nombre me pone tenso, esos días fueron duros para mí, más ese idiota tardo demasiado en cumplir con mi encomienda. Mis dedos en la mesa delatan lo ansioso que me ha dejado, se deslizan a modo de juego pues el tiempo a dado los frutos que esperaba y ya no queda de otra que iniciar mi mayor meta.

Miro a Estefano, éste espera mi reacción, más no respondo como todos en la sala así lo esperan; nadie sabe mis planes, y así debe continuar.

- Muy bien, gracias por tus servicios Estefano, manténgala bien vigilada. – todos me miran con intriga, saben que algo estoy ocultando, todos la consideran “buena persona, sincera” más yo probaré que es toda una escoria disfrazada de ángel.

- Marcelo, necesito adquirir los últimos dos hoteles de Murcia, manipula, extorsiona, secuestra, mata a todos los que se interpongan en mí camino, realmente no me interesa lo que hagas, mi única prioridad es que la semana entrante yo sea el amo, dueño y señor de Rusia. – noto tensión en cada uno de mis empleados mas cercanos, más todos saben lo ambicioso que soy y desde que pise este país todos esperaban esto de mí.

- Creo que no tengo más nada que agregar a esta reunión, salgan y muevan sus malditos culos que para eso les pago. – mi tono es tan desquiciado que salen en voladas.

Tomo mi teléfono y al desbloquearlo lo primero que recibo es una foto de ella sonriéndole al pendejo ese, - Pobre animal, no sabe en lo que se ha metido; - mi sonrisa me delata, he esperado tanto para castigarla; la calma se asienta y llamo a mi única persona de total confianza; espero dos timbres y ahí esta...

- Dime que llamas sólo por algo realmente interesante y no por mierdas tontas. – escucho su risa sínica y no puedo evitar seguirle.

- Tú le permitiste noviecito, ¿y ahora yo soy el diablo? – su risa se detiene, el carraspeo que suelta me hace sabe que ha cambiado drásticamente de tono. Justo cómo me gusta.

- Tienes informantes – no pregunta, afirma. Por eso, es el único al que le puedo llamar amigo.

- Sabes quién y como soy, mas aún así te atreves a desafiarme. – vuelve a reír; descarado, sin vergüenza. Sé que la protegerá de mí. Sólo el conoce en parte lo que es mi deber y mi deseo; por supuesto cada una tan diferente como el agua y el aceite.

- Por eso es que te agrado, porque no me manipulas, y esa niña merece continuar sin vuelta atrás, estoy seguro que te equivocas con ella. No continúes con esos estúpidos planes. – se que ella se lo gano, sé que él está de su lado.

Lo que tengo entre ceja y ceja nadie me lo quita, y yo mismo confirme lo que alego, muchos demonios se esconden en cuerpos y caras de ángel, yo soy un vivo claro ejemplo.

- No discutiré más, dime ¿a que llamas? – escucho un rap loco en el fondo y sé que está bebiendo.

- Oye perro, te quiero bueno y sano, mañana a las 2 pm te espero en el infierno. – su respiración llena de desesperación es un poema para mis oídos, pero no espero respuesta alguna.

Al colgar me doy cuenta que mis pies me llevaron hasta el cuarto negro, donde veo como Antonia se encuentra perfectamente amarrada a la cruz de San Andrés, sus gritos no se hacen esperar, sus gemidos me parecen fuera de lugar, miro las cortadas, su piel blanca y delicada manchada de sangre me resulta exuberante, sencillamente me dispongo a disfrutar el espectáculo que German y Ángelo han montado para mí, pues lo necesito; Volver a verla, ella esa niña no sabe la sed que tengo de vengar lo que me arrebato.