La libertad y la oscuridad

Libres de la oscuridad

Rumple estaba preparado para dar por concluida la misa. Su semblante estaba sereno y realizaba el ritual litúrgico sin prisas. En pie, ante los feligreses, empezaba a recitar las últimas palabras

"Dominus vobiscum", a lo que todos respondían "Et spiritu tuo". Él hizo una señal para que todos se levantaran y continuó alzando las manos "Benedicat vos omnipotentes Deus Pater, Filius et Spritus Sanctus...Ite, missa est" De nuevo el coro respondió "Deo gratias"

Las hermanas fueron levantándose, algunos murmullos, iban saliendo solas o en grupitos de tres o cuatro. Killian observaba al Abad-examinó toda la nave y se detuvo cuando avistó a Elsa inmóvil en uno de los últimos bancos, Rumple se sentó en la silla del celebrante detrás del altar. Regina, Zelena y él estaban en una posición rezagada, detrás de una columna de piedra, de tal forma que el Abad no podía verlos y la iluminación del día, especialmente aquel día, dejaba los laterales de la capilla en penumbra. Cuando las últimas hermanas salieron de la capilla, Aurora intentó que Elsa la siguiera, pero la novicia se negó vehementemente apartando a la amiga de allí. Killian se mantuvo delante de Regina y Zelena, protegiéndolas, en caso de que el Abad se diera cuenta, solo lo vería a él. Tras unos instantes de silencio, con la capilla ya vacía, Rumple se levantó y comenzó a descender del altar haciendo un gesto para que Elsa se acercara. La muchacha vaciló, pero respiró hondo y caminó con paso incierto al igual que estaban sus pensamientos. "¡No puede dejar que ella lo haga!", Regina intentaba reprender a Killian susurrándole que impidiera que la muchacha continuara con aquello, pero fue inútil.

Rumple mostraba satisfacción en su mirada y cuando la novicia estaba casi al alcance de sus manos, él irguió los brazos de forma que asustaba, pues inclinó la cabeza hacia atrás y comenzó a balbucear algo que ninguno de los presentes en la capilla consiguió descifrar. Elsa temblaba tanto que los tres que estaban escondidos podían ver cómo su hábito se movía por la parte de abajo. El Abad fue bajando los pocos escalones del altar y extendió la mano izquierda para que la muchacha le diera la suya. Elsa obedeció. Él fue tirando de ella calmadamente y sus cuerpos se acercaban cada vez más.

"¡Nos invaden!" "¡Los centinelas están muertos!"

Aquel grito proveniente del jardín no podría haber sido más horrendo. Una hermana, una de las de más edad, venía corriendo en dirección a la puerta de la capilla seguida de otras dos. "¡Han descubierto el desastre en el muro!", Zelena desorbitó los ojos hacia Killian que no apartaba la mirada del altar y Regina observó que Rumple se detuvo ante la escena que venía de afuera. Él apenas levantó el bastón en la mano derecha y las puertas de la capilla batieron con toda fuerza dejando a las mujeres en un caótico alboroto en el jardín. Regina buscó en sus memorias aquellas escenas y todo volvía a su mente- la puerta batiendo, la expresión de Rumple parado en el altar.

En aquel momento, el viejo Abad quería solo acabar su intento-realizar aquel extraño ritual con la novicia de cabellos dorados-cualquier otra cosa que sucediera dentro del convento no sería su responsabilidad cuando el eclipse acabara. Sin embargo, Regina se sentía cada vez más incómoda con el hecho de que aquella muchacha se sacrificara delante de ella y no poder hacer nada. "¡Yo puedo!", con ese pensamiento caminó alejándose del monje y de Zelena, dirigiéndose hacia el centro de la capilla, en el pasillo central.

-¡Parad!- su gritó resonó con un estallido en las cristaleras de colores -¡No podéis continuar con esto!- Rumple desorbitó los ojos y perdió algo de equilibrio, teniendo que agarrarse al bastón. Elsa miró asustada hacia atrás y vio la figura de la morena parada con los ojos fijos en el Abad- la novicia solo se apartó de delante de él permitiendo que Rumple tuviera una visión completa de quien lo estaba desafiando con tanto odio.