Solo un día normal

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Henry no consiguió dormir. Después de todo lo que había escuchado, era imposible conciliar el sueño. Ya era casi de mañana, y buscó a Emma. La rubia estaba parada, de pie, en la parte trasera de la casa, mirando hacia el cielo, entonces, él comprendió que era el momento en que ella se vería prisionera de nuevo. Se alejó de la ventana y dejó las sobras de la comida de la noche pasada sobre el fogón y buscó la carne, que ya se estaba acabando- puso todo en una sartén y dejó el fuego bajo y cortó algunos panes duros que estaban en una cesta olvidada en la esquina de la mesa. Después, comenzó a limpiar las cenizas de la chimenea que ya empezaba a perder el calor.

Abrió la puerta y sacó el resto de la madera quemada. Se fijó en que lo poco que quedaba de madera cortada al lado de la cabaña estaba encharcado, necesitarían más para el día, pues Regina llegaría en cualquier momento y, por lo que recordaba, ella aún estaba recuperándose de la caída del árbol. Cogió el hacha y se fue a por más leña.

Estaba algo alejado de la casa y vio al águila pasar por encima de él «¡Buenos días!» sonrió al ave y continuó caminando por el borde del claro. Vio que había árboles no tan delgados, pero que podría cortarlos y, así, dio comienzo a su trabajo de la mañana. Durante casi una hora estuvo allí cortando y recogiendo cantidad suficiente para mantener la cabaña caliente todo el día y toda la noche. Con respecto a la leña mojada, pensó en meterla en la cabaña, y ponerla junto a la chimenea para que se secase más rápido. Henry estaba dispuesto a asumir las tareas de aquel sitio, quería ayudar a Emma y Regina para que consiguieran romper aquel terrible hechizo que las mantenía al mismo tiempo tan cerca y tan lejos.

Él volvió a la cabaña y se encontró a la morena de pie, frente al fogón.

-¡No, señora!- dijo él acercándose –Aún no puede hacer esfuerzos, me han dejado recomendaciones estrictas para que la cuide- dijo de forma seca mientras la agarraba de la cintura y la empujaba hacia la cama.

-¡Ah! ¿Y puedo saber quién dejó esas recomendaciones?-Regina sonrió a pesar de sentir aún algunos dolores en la cadera y en las piernas, encontrando divertida la situación.

-¡Su águila!- dijo de forma inocente, pero la mujer lo miró asustada y se quedó seria de repente. Al percibir el susto, Henry intentó tranquilizarla –Calma, Regina, la vi salir de la cabaña ayer por la noche y aún no está bien...Por favor, descanse y no se preocupe, puede confiar en mí- entonces ella se echó en la cama y siguió mirándolo seriamente.

-Cuéntame cómo ha sido tu noche, muchacho- el chico, entonces, le relató lo escuchado sobre la maldición, con detalles, Emma había echado hacia fuera toda la agonía y el sufrimiento de las dos a partir del momento en que se habían conocido, se habían enamorado y perdido en la brujería del abad Rumple. Regina, echada en la cama, escuchaba cada palabra de Henry con atención y sus pensamientos volvieron a todas las sensaciones que su historia despertaba -¿Y cómo está ella?- indagó Regina melancólica y triste.

-Está bella...- sonrió Henry –Preocupada por vos y pensando de qué manera será útil el pergamino para acabar con ese hechizo- él se apartó para continuar llevando la madera húmeda hacia la chimenea, pero no dejó de charlar con Regina –Debe existir alguna persona que sepa deshacer eso...- cada vez que entraba en la cabaña, decía lo que pensaba sobre toda esa historia –Siento curiosidad por saber si el abad aún está en el convento de Albiano...- Regina estaba recostada y seguía sus movimientos –Pensé que el lobo no saldría con vida de aquello, ¿sabe?- cuando se dio cuenta de que le acababa de decir eso a Regina, se trabó –Disculpe- ella sonrió y extendió la mano para que él se acercara, el muchacho obedeció.

-Aún tienes tiempo para guardar esa madera, quiero que me cuentes ahora cómo van tus estudios- Regina le estaba cogiendo cariño, mucho más lentamente que Emma, pero estaba bajando poco a poco la guardia. Como Zelena misma había dicho, había hecho un gran esfuerzo para salvar su vida y había comprendido lo que sucedía entre Emma y ella. Comenzaba a gustarle mucho ese muchachito-¿Qué te parece si le escribimos una carta a Emma para que la lea esta noche?- ante la propuesta los ojos de Henry brillaron.

La libertad y la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora