.:Capítulo 13:.

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—Sí, papa, soy Itachi —le respondió y apretó su mano—. ¿Cómo estás hoy?

Fugaku se encogió de hombros un par de veces.

—Sobrevivo otro día más, hijo.

A Itachi se le hizo un nudo en la garganta.

Deseaba levantarse de aquella silla, arrastrar a su padre fuera de aquel lugar y llevarlo de regreso a casa, pero sabía que no era posible.

—Cuando te recuperes, volverás a casa conmigo. —Sus palabras sonaron más a un deseo que a una realidad.

—Sabes que eso no va a pasar, hijo. Jamás volveré a ser el mismo de antes. —Soltó la pieza de color celeste que sostenía en la mano—. Mi vida acabó cuando me quitaron la posibilidad de seguir cumpliendo con mi trabajo.

Hubiese querido creer que había sido una injusticia lo que le habían hecho a su padre, pero sabía que no era así.

Había cometido un error, y ese error casi le había costado la vida a otro policía. El hecho de haber trabajado en el caso del secuestro de Naruto Uzumaki y de haberse entregado a él en cuerpo y alma sin obtener ningún resultado había sido devastador para él.

El juego del gato y el ratón que el secuestrador se había empeñado en jugar con él fue el disparador que puso en picado no solo su vida profesional, sino también personal.

Cuando el caso se cerró, después de que el joven apareciera con vida, su padre aún seguía dedicando el tiempo que no tenía a trabajar extraoficialmente para resolverlo.

Aquello consumió sus fuerzas y su capacidad mental, a tal límite de no poder concentrarse en los nuevos casos que le eran asignados.

—Papá, necesito hablar contigo de un asunto —comenzó a decir inquieto, no sabía cómo reaccionaría su padre al hablar nuevamente de aquel tema que había estado evitando durante los últimos tres años—. Se trata del caso en el que estabas trabajando; el del joven secuestrado en
la Universidad Estatal del Fuego…

—Naruto Uzumaki —le interrumpió Fugaku.

Itachi asintió con un leve movimiento de cabeza. Percibió que la expresión en el rostro de su padre había cambiado.

—¿Sabes?, a pesar de tener la cabeza embotada por los medicamentos la mayor parte del tiempo, no hay un día en que no piense en él. —Cerró los ojos un instante, y la imagen de aquel jovencito asustado que no comprendía lo que le estaba sucediendo vino a su mente como un recuerdo fresco, casi vívido.

—¿Qué puedes decirme de él, papá?

—¿Por qué quieres saber de él, Itachi? —Se movió intranquilo en su silla.

—Según el expediente de su caso, apareció tres meses después de haber sido secuestrado, sin recordar nada de lo sucedido durante su cautiverio.

—Así es, yo mismo hablé con él tras su reaparición en el hospital a donde había sido trasladado. El pobrecito creía que la noche anterior había salido de la universidad; era como si el tiempo que había estado secuestrado se hubiera evaporado de su mente.

—¿Nunca recordó nada?

...

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